Prólogo

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Playlist

Somebody to die for - HURTS 

Las noches frías eran su favorita. Sentir el frío calando por su piel era una sensación muy agradable para su cuerpo ya que lo hacía sentir vivo. No estaba muerto, solo no sentía nada...

Los recuerdos de su última noche al lado del que era su mejor amigo en ese entonces no abandonaban su mente, la sensación de abandono que tuvo por el que era como su hermano lo hizo desconfiado, la constante humillación que recibió por parte de sus padres lo volvieron más fuerte y los golpes que recibió por las personas que nunca imaginó fue lo último que lo terminó de destrozar.

El chico alegre y simpático había quedado en el pasado y ahora solo quedaba su sombra. El chico frío, sarcástico y desconfiado había tomado su lugar. Un lugar en el cual ya nunca volvería a ser lo mismo. 

Las noches llenas de gemidos y orgasmos falsos se habían hecho más frecuentes de lo que había pensado. En un principio pensó que no duraría tanto, tal vez cuatro o cinco meses hasta que encontrara un trabajo estable, pero los meses pasaban hasta que un día ya había cumplido un año vendiendo su cuerpo.

Sentía repulsión por su cuerpo, lo odiaba. El único que lo había ayudado en ese entonces ahora estaba en una sala de hospital a punto de debatirse entre la vida y la muerte, todo por su culpa.

Isaac le había advertido que no saliera de noche, especialmente ese día, pero no le había hecho caso.

Los recuerdos se reproducían a cámara rápida y la única manera de parar con ese sufrimiento era ahogándolo en alcohol. Por eso había desobedecido a su compañero ese día. Por eso no había visto la calle antes de cruzar... Por eso ahora estaba su compañero muriendo en el piso, con cortes en su rostro.

Todo había sucedido muy rápido. Los gritos de las personas pidiendo ayuda, el zumbido en sus oídos por la caída que le había salvado la vida, la última mirada de su salvador que reflejaba todo el cariño que se había ganado en ese año...

En ese momento se había dado cuenta que su vida si había cambiado. Ya no era el chico popular de la secundaria que todos amaban. Ya nadie lo podría encontrar porque sus padres estaban muertos y si vivieran tampoco lo harían. Estaba solo en la vida o eso pensaba hasta que vio al chico que le había salvado la vida muriendo frente a sus ojos.

A Isaac lo consideraba su salvador pero no como un amigo. Era cierto que él lo había adentrado al mundo del sexo por dinero, pero solo porque el castaño se lo había pedido pensando que con el dinero que ganara podría ser feliz y luego abandonarlo, pero estaba muy equivocado.

Enserio había sido muy ingenuo pensando que en un nuevo lugar le darían empleo, no consideraba que las personas no eran buenas como lo pintaban los libros. Nunca consideró que al huir de su pesadilla se adentraría a otra porque, mierda, solo era un niño que quería ser libre.

Toda su adolescencia había sido un prisionero de sus padres, el pensar por sí mismo estaba mal o eso le habían hecho creer al decir su sexualidad en voz alta pensando que estaba bien. Eran sus padres, tenían que aceptarlo porque lo amaban, ¿o tal vez no?

Pensó que ya no tenía amigos. Que nadie daría su vida por la de él.

Pensó que ya todo estaba perdido.

Pensó muchas cosas.

Pero nunca pensó que podría perder a Isaac.

Los paramédicos intentaban revivirlo en la ambulancia y el castaño solo lloraba de impotencia al saber que podría perderlo para siempre.

El hospital era un lugar frío e inhóspito, y a pesar de amar lo frío odiaba con toda su alma ese lugar y más por saber que el rubio estaba allí.

No puedo perderlo, no puedo, no quiero perderlo, pensó desesperado el castaño mientras golpeaba en piso con sus manos. La impotencia que sentía por no saber nada de su amigo lo estaba matando, el no poder hacer nada más que esperar lo desesperaba. Se prometió a si mismo que si el rubio se salvaba todo cambiaría. Le contaría toda la verdad, le contaría su pasado, sus penas, sus alegrías y lo que tanto le atormentaba en las noches cuando despertaba al rubio con sus gritos.

Todo mejoraría si el rubio vivía. El mismo lo protegería de todo y de todos, hasta de el mismo.

Todo eso sucedería si él no lo abandonaba como todos lo hacían. Todo y más...

Las horas pasaban y el miedo se hacía cada vez menos soportable al ver salir a los doctores con una sonrisa satisfecha en sus labios. Se levantó con temor al no saber que esperar. Una sonrisa no siempre significaba algo bueno o eso es lo que había aprendido toda su vida.

Entró tembloroso a la habitación número 56 que era donde estaba su salvador, su futuro mejor amigo y quién sabe, tal vez también sería su futura familia.

La habitación olía a medicamentos y desinfectante que no era para nada agradable para la nariz humana. El constante color blanco parecía ser la marca del hospital al estar cubierto de el. Cerró la puerta en silencio y con pasos lentos fue hacia la camilla blanca.

Eres un idiota fue lo primero que dijo con lágrimas en sus ojos color avellana mientras veía como el rubio sonreía con los brazos extendidos. El miedo había desaparecido totalmente de su cuerpo y una sensación de agradecimiento hacia la vida lo invadió para hacerlo sentir mejor.

Lo sé, ahora ven y abrázame —dijo con sorna mientras sonreía sinceramente con todo el amor que una vez deseo volver a ver en su vida. Un amor que no sentía hacía más de un año.

Ese había sido el primer día de su nueva vida. Una nueva vida donde los recuerdos lo atormentarían y las noches ya no serían suyas al igual que su cuerpo, pero también sería una nueva vida donde por fin sería feliz siendo el mismo y donde tendría a alguien agradable junto a él. Alguien que alegraría sus días con tan solo su presencia. Alguien como lo era Isaac.

Puede que su vida ya no sería la misma a la que pensó que algún día tendría pero al menos en esta sería libre en alma aunque no de cuerpo.

Máscara- SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora