Habían pasado varios días desde la ''confesión'' entre Harry y yo. Las cosas entre Aaron y yo habían cambiado, mejor dicho yo había cambiado. Él seguía con sus ilusiones y sus ideas, según él algún día nos casaríamos, tendríamos hijos y viviríamos en la cuidad. Y la verdad este tipo de chicos que con tan sólo diecinueve años ya está planeando su futuro y es conmigo, me agobia. A mi me gusta vivir sin saber qué es lo que voy a hacer mañana, prefiero que sea una sorpresa. Y no con apenas dieciséis años ya estén pensando en planes de futuro conmigo.
Esas parejas que se pasan el día pensando en dónde van a vivir, en qué van a trabajar, en cómo se van a llamar sus hijos y apenas está embarazada, es más no están desarrollados aún, son las que menos futuro tienen. En cambio aquellas pareja que esperan años para decirse un primer ''te quiero'' son las que más futuro tienen, desean que rápidamente sea el siguiente día para ver si ese es el correcto.
Hoy había quedado con Aaron. Aaron condució hasta un valle cercano a Holmes Chapel. Todo era precioso. Era una especie de prado, estaba todo lleno de flores lilas y moradas en diferentes tonalidades, que sobresaltaban por su altura y color. Debajo de ellas se encontraba una fina capa de hierbas verdes. Aaron tendió una manta con el estampado de la bandera de EEUU y nos tendimos sobre ella.
Estábamos los dos besándonos, uno encima del otro, abrazados, nuestros cuerpos rozándose. Sus tonterías me hacían reír, y con mi escandalosa risa el sonreía.
De repente se incorporó, yo aún seguía tumbada, mirando hacia arriba en su dirección. Se mostraba nervioso. Miró hacía un lado y hacía otro como si esperara a alguien. Se levantó y comenzó a dar vueltas por toda la pradera. Le seguí intenté controlarlo con mis palabras, pero no era suficiente. Así que recurrí a lo único que me quedaba. Me alcé un poco sobre mis pies y besé suavemente sus labios.
- Katherine – comenzó a hablar –. Llevamos tiempo quedando juntos, nos lo pasamos bien, nos llevamos bien juntos, somos compatibles, y..
- ¿Y? – dije divertida.
- Y quería preguntarte que si querías que diéramos un paso. Que fuéramos novios. Por mi parte está todo aceptado, sólo falta saber tu respuesta – mi expresión cambió por completo.
- No Aaron lo siento – dije rápidamente.
- Kate, somos iguales. Pensamos lo mismo. Eso es lo bueno.
- No es lo bueno, ese es el problema. Al principio era divertido, tratábamos de descubrir cual era la siguiente cosa que teníamos o pensábamos igual. Pero ahora, ya nos conocemos, o por lo menos te conozco lo suficiente para saber que esto no llegará lejos. Siempre nos lo han estado enseñando los polos iguales se repelan, los distintos se atraen. Nosotros somos dos polos iguales, y nos estamos repelando. Lo siento – dije y me fui sin más.
Mis pies sin autoridad ninguna me llevaron hasta el campo de fútbol. Sabía que todo eso estaba relacionado con Harry y me hacía sentir bien. Ahora me arrepiento de no haber salido corriendo detrás de él aquella noche. El campo de fútbol estaba solo. Punto para mí. Fui hasta una de las gradas y me senté apoyando mis pies también el el asiento y dejando caer mi cabeza sobre mis rodillas.
Unas lágrimas cayeron de mis ojos, había pasado muy buenos momentos con Aaron y ahora él lo arruino con una sola frase. 'si querías que diéramos un paso'. Esa maldita frase se repetía en mi cabeza una y otra vez. Se repetía y a continuación se seguía repitiendo.
Alguien tocó mi hombro e hizo que me sobresaltara. Giré la cara para conseguir ver quién era y éste me sonrió. Me tendió su mano y me llevo hasta el campo de fútbol. Sacó una pelota y me la pasó yo se la devolví y así sucesivamente.
- ¿Problemas en el paraíso? – habló por fin.
- Se puede llamar así.
- ¿Te sentirías mejor si lo contaras? – dijo peinando sus rizos con las manos. A lo que yo respondí negando con la cabeza.
Corrió hasta la portería e hizo un señal para que le lanzara la pelota. Pegué un pelotazo con toda la punta del zapato. Vi las estrellas en mi pie.
- No le des con la puntera – gritó desde la portería.
El siguiente tiro intenté darle con otras partes de mi pie a excepción de mi puntera, pero me era imposible. Al ver mi negación ante el fútbol cogió la pelota y corrió de nuevo a mi. Se colocó detrás , colocando sus manos en mis caderas con su pie le dio un pequeño empujón al mío y lo colocó de lado.
- Lanza – susurró en mi oído haciendo que todos los pelos de mi cuerpo se estremecieran.
Lancé y la pelota por arte de magia entró directa a la portería. Me giré y le sonreí a Harry como agradecimiento y él se volvió a la portería y seguimos tirando.
Después de unos cuantos tiros, de los cuales un noventa por ciento habían sido gol, Harry se acercó a mí resignado.
- Esto es la suerte del principiante – dijo con los brazos cruzados y cara de enfadado.
- Acéptalo, te he ganado – dije seguido de una carcajada y sentándome en el suelo.
Harry se tumbó en el suelo y comenzó ha arrancar pequeñas hiervas del campo. Yo me tumbé a su lado mirando cómo se movían las nubes de un lado hacía otro.
- Aaron me pidió que fuera su novia y le rechacé – empecé a hablar.
- Y, ¿cuál es el problema? – dijo bromeando lo que complementé con una palmada en el pecho.
- Él lo estropeó todo, estábamos bien siendo ''amigos con derecho a roce'' – dije señalando las comillas.
- Todo se acaba, nada es infinito en esta vida, y hoy ha tenido que acabar lo vuestro, tal vez es porque algo mejor viene detrás.
- ¿Crees en el destino? – pregunté ante su respuesta.
- Sí, creo que todo está escrito ya, y que nosotros sólo somos marionetas. ¿Y tú?
- No, creo que cada acción que realizamos decide como será lo siguiente – digo aún mirando al cielo.
El cielo empezaba a oscurecer y también hacía algo de frío. Harry lo notó y se quitó su chaqueta depositándola en mis hombros.
- ¿Te apetece cenar en mi casa? Hoy paso la noche solo – dijo Harry. Asiento ya que no tengo mejores planes.
Dejo un mensaje en el teléfono de Travis para que le diga a los abuelo que me quedo a comer en la casa de un amigo y espero a que Harry termine de cerrar el campo de fútbol.
- ¿Todos los días te quedas aquí hasta tarde? – pregunto.
- Sí, suelo jugar o estar dentro organizando las siguientes clases y eso – sonrió.
Llegamos a la casa de Harry. Me comentó que sus padres estaban separados, y vivía con su madre y su hermana. Pero estas estaban en Londres desde que empezó la temporada de instituto por trabajo y él decidió quedarse aquí por el instituto y las clases de fútbol.
Entró en la cocina, se quitó la camiseta y se puso el delatar. Sacó unas ollas y las llenó de agua.
- ¿Te apetece pasta? – asentí.
- ¿Te ayudo en algo?
- No, ve al salón y ve algo en la televisión ya mismo está la comida preparada.
Le hice caso fui hasta el salón y encendí la televisión. Busqué en los canales algo interesante, pero siempre sobresalía la idea de Harry cocinando sin camiseta. Fui hasta la cocina y estaba Harry poniendo la mesa. Terminó y me retiró la silla para que me sentase.
- Sé que estas cenas no son tan románticas como las que te preparaba tu amigo con derecho a roce pero algo es algo.
- Prefiero esta cena a miles cenas románticas – dije mientras Harry se quitaba el delantal que tapaba su tonificado torso.
Se sentó y comenzamos a comer entre risas, pequeñas miradas cómplices y cumplidos desde mi hasta la comido que Harry había preparado. Evidentemente la pasta era lo suyo.
Fuimos hasta el salón a ver la televisión, chequeamos todos los canales y ninguno nos parecía lo suficiente interesante.
- Voy a poner mi película favorita – acepté.
Los actores principales Love Actually empezaron a salir en la pantalla. Extrañada le pregunté a Harry:
- ¿Love Actually es tu película favorita?
- Sí, – dijo riendo.
- Eres como una tía con pene.
- Me lo suelen decir – rió.
La película comenzó y me apoye en el torso de Harry poniendo los pies por encima del sillón. Harry se levantó por palomitas. Cuando comía una palomita tres se le caían y a consecuencia me llenó todo el pelo de palomitas, lo que luego intentó quitar echándome un baso de agua por encima, mojando toda mi camiseta.
- Harry – dije regañándole –, me has mojado toda la camiseta.
- Espera aquí, que te traigo una de mi hermana – dijo, paró la película y subió los escalones de dos en dos hasta llegar al piso de arriba, pocos minutos después bajó con una camiseta rosa en su manos más o menos de mi talla –. Aunque no sé si dártela, así mojada estás muy sexy.
- Harry – dije y me alcé a por la camiseta quitándosela de las manos.
- Allí tienes un cuarto de baño – dijo señalando hasta la derecha.
Entré en el cuarto de baño, y miré mi reflejo en el espejo, mis pelos estaban llenos de palomitas y despeinados, mi ojos tenía ojeras de haber llorado, mi camiseta estaba sucia y mojada, pero mi sonrisa relucía, no la podía quitar ni con mil pinzas súper resistentes para cerrar mi boca. Me cambié la camiseta y fui de nuevo hasta el sillón con Harry.
La película terminó y estábamos los dos llorando y rodeados de papeles de mocos.
- Por esto es mi película favorita – dijo con la voz ronca. Reí.
- Ya es hora de que me valla, – dije.
- Yo te acompaño.
Pasamos todo el camino en silencio.
- Mañana te llevo la camiseta limpia – dijo Harry –. Buenas noches.
- Buenas noches – repetí y entré en la casa.