A la par de las palabras de Corinne, mis pies pesados se dirigían hasta el instituto. Arrastrando perezosamente las converse por el frío suelo escuchaba la animada charla de Corinne consigo misma.
Era viernes, esta semana había pasado rápida pero lenta a la vez. Nada era interesante en este pueblo. Nada resaltaba. Nadie estaba aquí. Ni siquiera la televisión era interesante en este lugar.
Hoy teníamos el primer examen del curso. Fácil, era de historia. A la hora de estudiar siempre me parecía fácil, pero a la hora de las calificaciones era mucho más difícil de lo que anteriormente había dicho.
Los días pasaban aburridos mientras me encerraba en mi habitación o ayudaba al abuelo en su pequeño establo. El frío acababa de llegar. Todas las calles estaban solitarias, todos los establecimientos vacíos. Todo se hacía más aburrido aun. Y la nieve nunca llegaría me lo habían advertido todos ya.
El profesor de historia entró. Todos estábamos repasando, cosa que para algunos, como yo, no haría nada. Suspendería seguro. Repartió los exámenes, eran tipo test. En una de las esquinas superiores coloqué mi nombre. Leí por encima el examen completo. Todo me sonaba a chino. ''Katherine debiste haber estudiado'' me repetía a mi misma. Decidí hacer mi mejor técnica ''pito pito'' y así la que tocara esa era. Algunas acertaría ¿no?
Para el próximo examen estudiaré más, típica frase en adolescentes, la misma que se repetía en mi cabeza nada mas acabar un examen. ¿Alguna vez lo haría? No supongo.
La mañana pasó. Los recreos los había pasado sola, Corinne me había dejado por unos veinte minutos en pareja de pareja, es decir, ella y Corin y Harry y Scarlett. Los estuve observando desde lo lejos, Corinne le enviaba cada cinco minutos miradas de odio hacia la rubia sin cerebro, y a continuación esta le enviaba una de sus mejores sonrisas, que para ser la mejor era lo más falso que había visto nunca. Por lo que parecía a Corin tampoco le agradaba mucho la novia de su amigo, pero se lo callaba.
Hoy recogí a Travis de nuevo, no tenía ganas de soportar la charla de Corinne sola. Este vino hacia mí corriendo y saltó abrazándome fuertemente. Casi nos caemos juntos, pero conseguí recuperar el equilibrio por unos momentos.
- ¿Qué tal el día pequeño? – dije teniéndolo aun en mis brazos.
- Muy bien Kate, mis amigos hablan de tus clases de equitación, la mayoría se quieren apuntar.
- ¿Les has dicho que se lo tienen que comentar a Aaron?
- Sí, les dije. Y Kate... ¿puedo ir también?
- Claro – dije despeinándolo –. A ti te haré un descuento especial.
* * *
Sábado por la mañana, ya como era costumbre, el abuelo chillando me despertaba. Lo grabaría y lo utilizaría de alarma, era eficaz. Hoy comenzaban las clases, Aaron había anotado a un total de cincuenta niños entre cinco y diez años aproximadamente.
Tenía ganas de ver a Aaron, era interesante, con personalidad al contrario que todos lo de aquí con los mismos gustos y sentimientos. Teníamos los mismo pensamientos, los dos amábamos la cuidad y odiábamos este pueblo. Los dos amábamos la equitación y odiábamos el fútbol. Éramos compatibles, como Harry y Scarlett, ellos tonto tonta, sin personalidad. Nosotros con personalidad y los mismos gustos.
Lentamente comencé a salir de la cama, coloqué mis zapatillas en mis respectivos pies y minutos después me arropé con una calentita bata. ¡Qué frío!
Llegué al establo un poco tarde, me había retrasado vistiéndome, allí ya estaban Aaron y el abuelo. El abuelo estaba hablando a gritos con alguien por el teléfono, me quedé admirando cómo se defendía con su teléfono móvil de alta tecnología. No lo hacía nada mal, para su edad y vivir en un pueblo. Después me giré hasta mi despacho, allí estaba Aaron en su pequeña mesa, con un portátil en ella tecleando algo a gran velocidad. Sonrió hacia mí cuando se dio cuenta de mi presencia. Después fui hasta mi escritorio.
Poco a poco fueron llegando los niños, Aaron conocía a más de la mitad y ellos los conocían a él, pero en cambio a mí pocos me conocían, y conocía a uno o dos. Cuando todos los niños llegaron Aaron los clasificó por edad.
- Hola chicos, yo soy Katherine. Voy a ser junto con Aaron, que creo que todos conocéis, vuestra maestra de equitación. A continuación vamos a repartiros a todos por turnos, si habéis dado antes clases de equitación nos lo debéis decir.
Después fuimos llamando a los niños uno por uno, y los repartimos en grupos hicimos cinco grupos de diez. Después se irían apuntando más. Todo esto era provisional.
Los niños ya se habían marchado, estaba todo echo un desastre. Aaron guardó todas las monturas en el cuarto y yo estaba guardando los caballos. Cuando terminamos los dos comenzamos a palear el estiércol. Por un momento mi pie falló y me caí arrastrando a Aaron, y dejándolo a pocos centímetros de mí.
Mi corazón decía que le besara, pero mi celebro insistía en lo contrario. Un momento de duda nos llenó mientras seguíamos tirados sobre paja y estiércol, nuestros ojos conectados en una mirada. Y nuestros labios deseando rozarse. Él tiró toda la duda e hizo lo que mi corazón mandaba y nos unimos en un beso. Se levantó y me dio la mano para ayudarme.
El tiempo restante, lo pasamos hablando, ya no como antes, estábamos peor que antes. El beso había roto algo. Como que nos daba vergüenza hablar.
- Te parece una cena esta noche, te voy a sacar del pueblo – dijo mientras estábamos recogiendo las cosas.
- Acepto – me ilusionó la idea de sacarme de este maldito pueblo, aunque sólo fuera por minutos o horas.
- A las nueve y media paso por ti – dijo saliendo y colocando el casco de su moto sobre su cabeza –. Nos vemos.
Y el fuerte sonido de su moto inundó mis oídos dejándome sola.
El abuelo ya se había ido antes, así que hoy me tocaba cerrarlo y comprobar que nada estaba fuera de lugar. Fui habitación por habitación revisando que todo estaba bien. Por último cerré todas las puertas.
* * *
En vez de estar construyendo un plan de escapada de vuelta a Londres, estoy aquí, en mi habitación, eligiendo entre tres vestidos.
Aaron dijo que pasaba por mí a las nueve y media, queda más de una hora pero estoy nerviosa, pienso que no me va a dar tiempo. Espera Kate, ¿tú? ¿nerviosa? Tú no eres así, no te pones nerviosa por un simple chico. ¿Qué te está pasando? Este pueblo, todas sus costumbres, todos sus habitantes, todas sus manías te están cambiando. Y para peor.
Ya eran las nueve y media, y el sonido de la moto de Aaron hizo que bajara hasta la puerta. Me despedí de mis abuelos y Trav y me fui con Aaron.
- ¿En moto tenemos que ir? – pregunté con cara de asco.
- Sí – dijo riendo al ver mi cara.
- ¿Y qué pasa con mi pelo?
- Estás preciosa de todas formas.
Resignada subí a la moto, con miedo a caerme de ese aparato del diablo.
- Agárrate, – dijo pulsando el acelerador.
Me llevó hasta Weaverham, una cuidad cercana. Una vez allí, aparcó su moto en el parking de un restaurante italiano. Bajé de la moto con cuidado y comencé a peinar mi cabello con los dedos intentando dejarlo como estaba antes de que el viento lo despeinara convirtiéndolo en un escarola. Él rió mostrando todos sus blanquecinos dientes. Empujó la puerta abriéndome camino, y una pelirroja camarera nos acompañó hasta una de las mesa vacías.
La noche había sido perfecta, Aaron se había portado muy bien. Por último me llevó hasta casa de nuevo.
- Kate... – dijo cogiéndome la mano y obligándome a girar sobre mi.
- Dime – dije tan solo a unos centímetros de él. El contestó acercándome más hacía él y depositando un beso cálido en mis labios.