Bienvenido, de vuelta a Las Vegas

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A veces creamos historias, con cada una de las personas que coincidimos. Algunas simplemente se concluyen, pero otras siguen y permanecen inconclusas. Es así como, cuando dejas cabos sueltos, esas historias te persigue. Logran joderte la mente y hacen que cometas cosas por impulso; nada los detiene, ni el alcohol, ni las drogas, siquiera el tiempo.

Los recuerdos parecen oscuros y mis esperanzas apenas se ven, el futuro es incierto y la melancolía es como un veneno que entra a mi sistema circulatorio; matándome, torturando al ser que llevo dentro, tan lento que quiero morir.

Apenas aterrizó el avión me sentí diferente, extraño y perdido en mis propios pensamientos. El día que me había ido había jurado nunca volver, pero al igual que mi odio hacia Brendon, ninguno pudo ser posible. Realmente sentía que no había pasado el tiempo, que nada de esto estaba había pasado y que seguía siendo el mismo Ryan Ross de diecisiete años.

Mientras estaba en el taxi, y veía los casinos con sus letreros ya encendidos, verifiqué mi reloj. 6:50 de la tarde. Mi casa estaba cruzando toda la ciudad, así que cuando bajé del auto mi culo estaba adolorido. Sin embargo, aquello no me había preocupado hasta que bajé del auto, pues mis pensamientos estaban perdidos en imaginar la reacción de todos al verme.

Miré aquella pequeña casa, parecía tan distinta a la última vez que estuve ahí; posiblemente más deteriorada. Millones de recuerdos se apoderaban de mi mente, como a Brendon, que me tomaba del brazo y me arrastraba a la camioneta para irnos al estudio; Spencer viniendo a verme para jugar algún videojuego; Brent viniendo a... ser Brent, prácticamente. Todos esos momentos eran de lo más agradable para mí.

Di unos pequeños golpes a la puerta, pensando en cómo se vería mi madre después de tanto tiempo. Sin embargo, aquellas formulaciones no pudieron durar mucho, pues una mujer de cabellos negros con unas cuantas canas me miró con sorpresa y amor.

-Oh, Ryan -y me abrazó con tanto afecto -. ¿Qué haces aquí, estás de gira o algo así? -preguntó sorprendida, y no era de extrañarse, no había vuelto a esta casa desde que mi padre había muerto.

-No, Lucy. Vine a visitarte -besé su frente y ella me dejó pasar.

La casa seguía casi intacta, las fotografías mías cuando era pequeño y unas cuantas más de mi tío cuando iba a pescar. Las fotos me hacían memorar cosas, dolorosas, para ser sincero. Un escalofrío me recorrió la espalda ante aquello. Una parte de mí entendía por qué me había ido de aquel lugar, pero otra simplemente trataba de olvidarlo y dejar que se quedara como un simple momento malo. Nadie lo sabía, ni siquiera mi tía Lucy, quien era prácticamente mi madre; solo Brendon y Spencer. Había luchado contra ese trauma, la violencia y los maltratos. Luchaba por evitar que aquello afectara en mi vida. Sin embargo, fue el detonante de que no volviera más. Pues todo había comenzado desde que viví con ellos, hasta el día en que el pelinegro me llevó lejos de Las Vegas, un tanto desesperado de verme sufrir.

-Vamos, Ryan. Tu habitación está arriba, igual que como la dejaste -sus ojos se iluminaban con tan solo verme.

Y no mentía, aquello era como retroceder en el tiempo; no entendía por cuál razón es que lo conservaba así. No sentía que lo mereciera, la había abandonado por miedo a seguir aquí, huyendo de algo que posiblemente ella tuvo que pasar posteriormente. Enviaba dinero, claro, pero nunca llamé; nunca tuve alguna preocupación por saber cómo estaban las cosas por allá, simplemente desaparecí. Lucy me dio un último abrazo, para después dejarme solo para desempacar. Me tiré sobre la cama, mirando al cielo y suspirando un poco agotado; aún tenía cabos sueltos por arreglar y no me sentía lo suficientemente preparado para ello. Aún así, me mentalicé para lo peor.

No supe cuánto tiempo estuve así, sólo que el grito de Lucy me hizo bajar a cenar. Mi tío estaba en una mesa a la orilla, Lucy y yo a cada lado y el silencio como música de fondo. Aquello sólo me hacía pensar más en mi infancia; realmente tenía algo que agradecerle a Ryan, después de todo. Sin embargo, ahora no tenía cómo hacerlo; no sabía a dónde se había ido, no tenía a dónde llamar, simplemente podía hablarle a la luna con la esperanza de que me escuchara.

Things Have Changed ; ryden [parte 1/2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora