Enferma

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Enferma

Sentía mi cuerpo arder, me dolía mucho la garganta y el sudor me empapaba. Me había despertado sintiéndome enferma ese día; tanto que no tuve ni fuerzas para levantarme de la cama. Abrí los ojos y chocaron con unos verdes parecidos a los míos, en lo que su dueño sacaba de mi boca el termómetro y lo inspeccionaba.

—39 grados. Alégrate, botoncito; no morirás por esto —dijo papá risueño, bajando el termómetro y sacándome un gemido de susto.

—Ángel, no digas eso —lo reprendió mami, ubicada del otro lado de la cama.

—¿Qué? Niégame que la gente muere por fiebre alta —comentó despreocupado, ganándose otro gemido de miedo de mi parte.

—Ya deja de asustarla, Ángel.

—De acuerdo, de acuerdo. ¿Llamaste al doctor? —le preguntó a mami.

—Sí, la cita es un par de horas. Pedí permiso en el trabajo y envié justificación a la escuela para que Iris faltara.

—Perfecto. Bueno, yo me voy a la oficina.

Vi que papá se dirigía a la puerta para dejar la habitación y presurosa, me levanté un poco para forzarme a hablar, lo que ocasionó que mi garganta doliera mucho más, pero no me importó; tenía que pedirle algo. Mi llamado fue muy quedo y débil, pero mami consiguió oírlo, por lo que lo detuvo por mí.

—¿Qué pasa, botoncito? —Quiso saber deteniéndose bajo el umbral de la puerta e hice otro supremo esfuerzo por hacerme oír.

—Él... ¿Puedes decirle al jardinero que no podré verlo hoy; que estoy enferma?

Una larga pausa precedió cada una de mis palabras, pero lo conseguí. Enfoqué mi borrosa visión en papá y apenas noté que sus ojos brillaban más de lo usual y que su expresión cambiaba a la que mamá describía como una traviesa. Oh sí, porque a papi le gustaba hacer travesuras.

—No hay problema, yo se lo digo —me aseguró en un tono de voz que no supe clasificar del todo, pero que sentí era uno emocionado.

—Espera, Ángel —Fue el turno de mamá detenerlo antes de que se fuera; lucía muy preocupada—. ¿Está bien que la dejemos acercarse a un extraño? Quiero decir...

—Siento que el que tú digas algo como eso es irónico —comentó papá divertido y vi que mami se cruzaba de brazos, descontenta—. Vamos, Celeste. ¿No te he dicho que no te inquietes? Si no supiera de quién se trata no estaría tan tranquilo.

—¿Quieres decir que conoces al jardinero? —Tanto mami como yo nos sorprendimos.

—Por supuesto —Esta vez la voz de papá sonaba misteriosa—. Es un viejo amigo mío... ¿O debería decir amigo nuestro?

Mamá frunció el ceño por demás confundida, pero no logró preguntar nada más porque papá se despidió dándole un beso en la frente y se fue a trabajar, veloz, así que nos quedamos solas en el cuarto. Cerré los ojos, deseando dormir y antes de conseguirlo, mi último pensamiento fue que debía preguntarle al jardinero si realmente conocía a mis papás. Si era así, ¡qué mejor! Ahora todos seríamos amigos.


El próximo capítulo es el final.

El Jardinero y yo [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora