Capitulo 10

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*Narra Paolo*

Apenas se había ido Estéfano, y ya lo extrañaba, me sentía tan solo sin el, quería salir corriendo y buscarlo, quería irme con el.

Mientras tanto, yo estaba solo de nuevo en esta enorme habitación, completamente desnudo, seguía sin creer que mi Estéfano me había hecho el amor. Pero pronto unos golpes en la puerta me hicieron regresar al mundo real.

-¿Quien es?.- Pregunté, pero nadie respondió, a cambio de eso, la perilla de la puerta dio vueltas y esta se abrió. Mi madre estaba de pie en la entrada de mi cuarto.

-¿¡Por que estas desnudo!?.- Preguntó, mientras con sus dedos levantaba mi ropa como si era tuviera pulgas.

-Es que... Tenia calor.- Me excuse.

-No te creo nada, pero me alegro de haber venido, escuche ruidos extraños y decidí venir a ver que era, no puedo creer que estés de pecador otra vez, masturbándote como un abominable y sucio pagano.- Mi madre me lanzo la ropa en la cara.- Vistete, vamos a ver al sacerdote, haber si puede salvar tu inmunda alma.- Mi madre se acomodó su bolso y salió de mi habitación. Al menos me alegra que piense solo que me masturbe y no que estaba con alguien, y que ese alguien era un hombre, entonces ahí si, me echa todos los santos de la iglesia.

Bajé y ella me estaba esperando en la puerta.

-¡Rápido que no tengo todo el día para esperarte, sube al maldito auto ya!.- Mi madre me sacó de las orejas prácticamente.

Ya en el auto, mi madre comenzó a cuestionarme.

-¿Así que tienes un amigo cirquero?.- Preguntó ella.

-Si... Se llama Estéfano.- Respondí.

-Que horror, ¿como puede ser tu amigo un pobre diablo muerto de hambre?, eres una vergüenza.- Negó con la cabeza.- Mira que juntarte con un mugroso cualquiera, solo espero que no tenga pulgas, ¡jajajaja!.- No iba a permitir que ella ofendiera a Estéfano, si bien era mi madre, ahora mismo sentía que era una extraña.

-¡No tiene pulgas, el se baña todos los días y tiene mas educación que tu!.- Jamás en toda mi vida le había gritado a mi mamá, pero creo que ya no soportaba mas.

Aunque eso me costó, pues me jaló del cabello y me abofeteó.

-¡Cuando lleguemos a la casa, tu padre se va a enterar de esto!, mucho gusto me va a dar cuando te de una tunda, mal criado.

En lo que quedó de camino, hubo un gran silencio, solo se escuchaba el motor de auto.

Al llegar a la iglesia, mi madre entró y yo detrás de ella.
El cura salió a recibirnos.

-Me alegra verlos de nuevo, ¿A que debo su visita?.- Preguntó el cura.

-Es mi hijo, otra vez pecó, cayó en el pecado mas aberrante... La lujuria, sucumbió ante esa maldad.- Dijo mi madre, como si yo hubiera asesinado a alguien.

-Pasen, ahora mismo voy a confesar al muchacho.

El padre me llevó hasta el confesonario, mientras mi madre estaba sentada rezando.

-Cuentame, ¿Que fue lo que hiciste?.- Preguntó el cura otra vez.

-Caí en el pecado de la masturbación.- Dije mientras mantenía la cabeza baja.

-¿Estas arrepentido?.

-Si padre, lo estoy.- Respondí apenado, pues no es algo que se pueda confesar fácilmente, y menos a un extraño.

-Bien hijo, reza diez padres nuestro, Cinco aves Maria, y un rosario.- Después de oír mi sentencia, me levante y me diriji hacia donde estaba mi madre.

-Voy a hablar con el cura, si te mueves de aquí, lo vas a pagar muy caro.- Sentenció mi madre. Mientras me daba un jalón de orejas.

Cuando mi madre se fue, yo me quedé sentado en aquel asiento, pero me aburrí pronto, lo único que veía eran grandes estatuas de santos y vírgenes, y un cristo crucificado, y ventanas de colores, como en todas las iglesias.

Me levanté del asiento y comencé a recorrer la iglesia, era demasiado grande. Pero pronto, detrás de una gran cortina, alguien me llamó.

-¡Psss!.- Yo miré hacia allá, pero no vi a nadie. Solo sentí que alguien me jaló del brazo. Yo quise gritar pero aquel sujeto me tapó la boca.

-Tranquilo mi amor, soy yo, Estéfano.- Me tranquilizó saber que era el. Inmediatamente me soltó.

-¿Que haces aquí?.- Le pregunté.

-Vi cuando llegaste en el auto, y decidí venir a verte, aunque sea escondido aquí, no pensé que pudiera acercarme a ti.- Dijo mientras me abrazaba fuertemente y yo correspondía a su abrazo.

-Mi padre no quiere que vuelva a verte.- Mi voz comenzó a quebrarse, pues la idea de no volver a ver a Estéfano me horrorizaba.

-Tranquilo pequeño, te juro que ni tu padre, ni tu madre, ni nadie en este mundo te va a separar de mi.

Estéfano se acercó y me dio un beso, fue tan excitante aquel momento.

-Estamos en la casa de dios... Esto no es correcto.- Me sentí culpable al sentir las miradas de aquellos santos sobre mi.

-No tienes porque, además, aquí viene los novios a casarse y se besan delante de dios, para demostrar su amor, ¿por que nosotros no podemos?, ¿acaso no se supone que dios nos quiere ver felices a todos?, y yo soy feliz contigo.

-Tienes razón.- Desabroche su camisa y comencé a besar su fuerte pecho. Necesitaba sentirlo.


-¡Paolo!.- Escuché a mi madre gritar.

-Mi madre me esta buscando.

-Ve pequeño, te veo después.- Se despidió Estéfano de mi, no sin antes darme un beso.
El se ocultó tras el altar.

-¿¡Que haces aquí!?.- Preguntó mi madre.

-Vine a... Rezar.- Mentí.

-¿Y por que estas despeinado?.- Demonios, debí haberme despeinado cuando besaba el pecho de Estéfano.

-Bueno... Seguro fue cuando pase por las cortinas de la entrada.

-Vámonos ya, tengo que ir a tomar el té con mis amigas y no quiero llegar tarde.

Estéfano, te juro que no voy a dejar que nadie te separé de mi.


Continuará...









E L   C I R C O (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora