Capítulo 8 "Mi pobre angelito"

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El lunes llegó como la primera mala noticia de la semana junto a mi incontrolable somnolencia. Vincent me despertó de una forma muy extraña: me cogió en sus brazos y me llevó al lavabo. Había estado muy cariñoso últimamente y no quería discutírselo; de hecho, su lado humano era la base de nuestra nueva amistad. Me gustaba el nuevo Vincent: el Vincent humano que me trataba como merecía. Sentía algo bueno y reconfortante en su compañía, como si lo conociese desde siempre.

- Gracias, Vince.- le agradecí su gesto frotándome los ojos al contacto con la luz.

- De nada, angelito.- se inclinó sobre mi, me besó en la frente y sonrió abiertamente.

Ambos nos fuimos camino al instituto. Antes, Vincent se desvanecía y lo veía ocultándose de mi y del resto un par de veces a lo largo de la mañana; sin embargo, ahora hablábamos de camino y se despedía en un callejón casi inhóspito a pocos metros de la entrada para que nadie nos viese y, así, ahorrarme preguntas incómodas. Aquella mañana fue la primera que eché de menos a Vincent. No lo vi desde que entré y me empecé a preocupar... ¿Sería la llamada que recibió el sábado una razón?

Al llegar las dos de la tarde las clases empezaron a ser insoportables, por lo que empecé a maquinar un plan para escaparme un rato. Levanté la mano para captar la atención de mi imponente profesor de sociales, que nos había dejado unos minutos en silencio para resolver una actividad antes de seguir con su clase.

- ¿Sí?- dijo señalándome.

- ¿Puedo salir un momento? Es que... no me encuentro muy bien.- le pedí haciendo un falsa mueca de dolor.

- Sí, claro. Pero intente no tardar.

- De acuerdo, gracias.- le respondí con mi más dulce sonrisa.

He de admitir que me aproveché de nuestra ligera confianza profesor-alumno, pero prefería haberlo hecho yo que él con un parte de conducta en las manos por dormirme deliberadamente en clase. Los servicios de las aulas de arriba estaban cerrados, por lo que tuve que ir a los servicios de la planta baja. Eran grandes, pero no tenían pestillo para la puerta y no se podía sujetar. Solo me iba a sentar un rato para quitarme el "estrés" y volvería a clase, por lo que no era un gran problema.

Cuando había estado un buen rato mirando al techo empecé a aburrirme, así que me levanté y empecé a pasear alrededor de los siete metros cuadrados que me rodeaban. " ¿Dónde estará Vincent?", pensaba mientras andaba en círculos como una idiota. De repente, la puerta se abrió tan rápido como al instante se cerró dejando entrar a mi apuesta salvación.

- ¡Hola, Vince! Te echaba de menos.- lo saludé alegremente pero manteniendo un tono bajo.

- ¿Te aburrías, verdad?- dijo riendo.

- ¡Qué va! Es que, no me encontraba bien...- respondí imitando mi gesto anterior con una sonrisa pícara.

- Vaya... ¡Mi pobre angelito!- exclamó cogiéndome en brazos y esbozando una mueca de pena que me hizo reír exageradamente.

- ¡Qué malo!- dije entre risas.

- Pero me quieres...- masculló mirándome a los ojos con una sonrisa pícara.

- Bueno... Creo que es un poco pronto para decir eso...- imité su gesto.

- Vamos... Se nota en tus ojos cuando me miras.

- Vale... Te estás confundiendo, Vince...- dije esbozando una sonrisa nerviosa intentando liberarme de sus brazos.

- Ven aquí. Vamos, angelito.- dijo acercando mi cuerpo contra el suyo en un movimiento lento.

- ¡Ay, Vincent! ¡Déjame..!- exclamé intentando apartar su cuerpo del mío. De repente, me agarró fuertemente de la cintura y acercó su cara a mi oreja como de costumbre.

- Dime que me quieres.- dijo manteniendo su pícara expresión.

- Vincent... - murmuré sin poder evitar sonrojarme.

 - murmuré sin poder evitar sonrojarme

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- Dímelo.- dijo agarrándome de la cintura aún más fuerte haciendo de mi cara un tomate.

- ¡Vale, vale! ¡Te quiero! ¿¡Contento!?- grité intentando deshacerme en vano del intenso calor que sentí de repente. Al darme cuenta de que mi grito podría haber sido escuchado me llevé las manos a la boca. Vincent se limitó a reirse de mi reacción. De repente, se escucharon unos pasos aproximándose por el pasillo y retiré las manos de mi boca para tapársela a Vincent. Los pasos pararon justo en la puerta del baño.

- ¡Eh! ¿Qué pasa ahí dentro?- preguntó una voz mientras llamaba a la puerta repetidamente.

- ¡Mierda..!- susurré sin moverme.

- Yo puedo escaparme, pero... ¿Qué vas a hacer tú?- preguntó Vincent aún conteniendo la risa.

- Tengo un plan... ¡Vete, corre!- le susurré con una mirada fulminante.

- ¡Salga ahora mismo!- el tono de la voz desconocida aumentaba por momentos.

- ¡Voy! - exclamé. - Nos veremos luego. Si quiero...- me despedí con un tono frío. Él solo soltó una pequeña risa y se esfumó.

Me acerqué al lavabo rápidamente, no sin antes tirar de la cadena para camuflar el ruido, y me mojé las mejillas con unas gotas de agua. Después, salí inmediatamente. Justo enfrente de mí estaba la directora con un aire furioso que su tono de voz de antes confirmaba.

- ¿¡Qué hacía ahí dentro, señorita!? ¡Espero que tenga una explicación más que razo..!- se detuvo al percatarse de las lágrimas falsas que había colocado delicadamente sobre mis pómulos.- ¿Qué le ocurre?

- N-no es nada... Necesitaba salir... Espero que pueda perdonarme...- respondí cabizbaja.

- No se preocupe. Vuelva a clase e intente tranquilizarse.- contestó con una sonrisa comprensiva.

- Gracias...

- Mejórese.- se despidió al verme girar al final del pasillo.

Me sequé las "lágrimas" y sonreí satisfecha por mi notable actuación. Vi a Vincent al final de la primera escalera, aplaudiéndome.

- ¡Magnífico! ¿De dónde han salido esos genes artísticos?- dejó de aplaudir para esbozar una dulce sonrisa.

- ¡Gracias, gracias!- hice una reverencia cual estrella de teatro.- Son míos, completamente originales.- añadí con un tono orgulloso lanzándome en sus brazos.

- Vete a clase, angelito.- se despidió soltándome y me miró con ánimo de recordarme con la mirada lo ocurrido hacía unos minutos.

- Cabrón...- reí dándole un golpe en el hombro.

- A mucha honra.- rió conmigo.

Me alejé agitando la mano hasta que se desvaneció de nuevo. Cuando llegué al final del pasillo, noté mis mejillas ardiendo. ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso me estaba enamorando de Vincent..? ¡No, no y no! ¡Era imposible! Él era un íncubo que subió desde el mismísimo inframundo para mantener su reputación quitándome la virginidad. Y yo solo era... Bueno... su pobre angelito.

Vincent and I (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora