Capítulo 7: Nuestro futuro hogar. [Editado]

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Elizabeth:

Bajo del taxi que había tomado fuera del hotel y camino hasta la entrada de mi casa. Cruzo la puerta y me quito la chaqueta, colgándola en el perchero, no llego a dar ni un solo paso que Leah me lo impide gritando haciendo que salte por el susto.

—¡Maldita sea, perra! —le digo con una mano en el pecho.

—Si, yo también te extrañé... —pone los ojos en blanco —¿Cómo te fue? —me pregunta y estoy segura de que ahora mi boca hace una mueca de asco. ¡Dios! De solo pensarlo ya quería vomitar.

—No sé como lo hiciste, pero la apuesta sigue en pie —Ella sonríe con suficiencia —¿Me vas a contar como lo hiciste?

—Noouup, secreto profesional —me contesta guiña un ojo y me saca la lengua.

—Zorra —susurro, pero logra oírme y me gano un no tan leve puñetazo en el brazo.

—¡Party Hard, all day all night! —Caleb entra en la casa junto con Alex a los gritos.

—¡Hey! —les grita Leah, pero ellos siguen.

—All day, All night ¡yeaaaahhh! —Comienzo a desesperarme odio que griten, en especial después de la noche que acabo de pasar.

—Cierren la boca, ¡idiotas! —ellos siguen sin importarles nada, me levanto de la silla haciendo que esta se arrastre sobre el suelo provocando un chirrido insoportable y dejando en silencio a todos —Gracias —les digo y sonrío, ellos me miran mal y por fin, se quedan en silencio.

—A ver, díganme ¿Por qué tanta felicidad? —Leah cuestiona enarcando una ceja.

—Tenemos fiesta, babe —Dice Alex sonriendo.

—¿Tenemos? —pregunto ahora yo, volviendo a sentarme en mi lugar.

—Si, nos invitaron las rubias de mi universidad —aclara Caleb.

Y en con solo nombrar a esas idiotas de pelo platinado mi humor vuelve a descender, no soporto y no voy a soportar nunca a esas plásticas. Simplemente me dan asco, son esas típicas zorras que usan la ropa como si fuera segunda piel todo para atraer miradas de idiotas como Caleb. Si, esa es la única razón por la que se anotan en universidades deportivas, a demás de que tienen una falta considerable de materia gris y eso hace que no puedan siquiera resolver 2 + 2.

Creo que la única excepción de mi odio hacia las rubias es Alex, y por poquito.

—No gracias, paso.

—Vamos Ell, es sábado, en la noche...—me dice Alex.

—De verdad, no quiero ir —digo y es mi última palabra.

.

Salto de la cama con buen humor, es raro que tenga buen humor en las mañanas, en especial si es domingo, pero aquí estoy, sonriente, lo bueno, es que hoy no tengo nada que hacer.

Camino hasta el baño y lavo mi rostro, lo seco y coloco pasta en el cepillo. Cuando acabo de lavar mis dientes bajo las escaleras, aun en pijamas.

Son las doce del mediodía y la casa parece estar vacía, se que todos están en sus cuartos, durmiendo o quizás con dolor de cabeza, anoche fueron a esa fiesta y lo seguro es que si volvieron, lo hicieron con litros y litros de alcohol en sangre.

Sirvo café en mi taza y me siento en el gran sofá frente al televisor, es hermosa está casa, grande y a la vez acogedora.

Tiene cuatro habitaciones, una sala grande, cocina comedor y una pequeña habitación para huéspedes. También hay un sótano grande, que transformamos en sala de baile. Recuerdo que obligamos a Caleb a colocar una barra de madera, después de hacer que pusiera espejos en las paredes.

Marido por accidente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora