Capítulo 14: Familia

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   (Priss POV)

   Lunes. 

   Había pasado el fin de semana en casa de Ross, pues ella se había empeñado en que así fuera. Tengo que admitir que yo no me opuse, ya que temía volver a encontrarme con Jorge. Él, al descubrir que me había marchado, estaría furioso. Yo no dudaba de que él podía matarme si quería; pero también sabía que él prefería hacerme sufrir. ¿A quién mandaría y humillaría si me mataba? Yo era lo único sobre lo que él tenía poder. Yo era su punto débil, después de todo. Si yo me iba, si me rebelaba, a él  no que quedaría nada.

   Ross estaba empeñada en buscarlo y matarlo, y yo no sabía si aquello iba en serio. ¿Podía ella matarlo? ¿Tan lejos podía llegar? No quería pensar en aquello. Ross era demasiado importante para mí para que yo la metiese en mis problemas. 

   –¿Dormirás hoy en mi casa? –me preguntó, cuando salíamos de clases.

   Ella había salido antes que yo y había buscado a Jorge por los alrededores del instituto. Al ver la zona despejada, salimos las dos, rumbo a su casa. 

   –No quiero molestar –le dije. Pero no podía negarme.

   –No eres una molestia, de hecho –me pasó un brazo por los hombros– todo es mejor si tú estás.

   Me reí suavemente y le rodee a cintura. Ella me besó la cabeza, y continuamos caminando. Tranquilamente, sin prisas, como si no fuésemos dos chicas que por poco se acababan de conocer, que huían de un tipo que quería matarlas y que, además, sentían  que se complementaban la una a la otra de una manera que daba hasta miedo. Bueno, al menos yo sí que me sentía así. Estar con Ross era para mí como escapar de la realidad; por unos instantes, olvidaba todos mis problemas, y solo me centraba en su sedoso pelo largo y rubio, es sus labios gruesos que siempre se ladeaban en una sonrisa curvada, felina, peligrosa. Disfrutaba de sus ojos oscuros, que normalmente estaban opacos, pero cuando sonreía de verdad encendían un brillo que los hacía ver como los ojos más bonitos del mundo. 

   Pero, lo mejor de ella, era cómo me trataba. Como si yo fuese su princesa, la persona que más quería, como si quisiera protegerme de todo. Y eso me gustaba, me gustaba que ella controlase. Quizá por eso yo había caído rendida ante Jorge, ¿quién sabe? Pero sabía que con Ross todo sería diferente; ella me quería. Jorge nunca me había tocado como ella lo hizo, él nunca me había defendido ante nadie y mucho menos me había ayudado con nada. 

   Los cuentos de hadas y reinas siempre nos han hecho creer que las princesas necesitamos un príncipe. Pero entonces llega otra princesa, y te enamoras de ella. Ella era mi princesa, la que me había salvado.

   (Ross POV)

   En cuanto llegamos a casa, Priss corrió a mi –nuestra– habitación y dejó sus cosas ahí. Después, fue a la cocina, donde estaba mi padre, y se puso a hablar muy animadamente con él. Yo estaba cansadísima, así que decidí quedarme tumbada sobre la cama, y sin pretenderlo me quedé dormida.

   Desperté dos horas después, y encontré una nota en la mesita de noche.

   "Me he ido a comprar con tu padre, llegamos a las siete

Priss <3"

   Sonreí como una idiota ante el pedazo de papel, ya que el corazoncito que había dibujado me parecía súper tierno. Colgué la notita en mi panel sobre la cama, donde tenía el horario de clases y algunas fotos con mi padre. Después me cambié a una ropa más cómoda, sustituyendo los pantalones del uniforme por unos de chándal y la camiseta, arrugada de haberme quedado dormida, por otra prácticamente idéntica. Me solté el pelo, y me quité el poco maquillaje que solía ponerme.

   Me miré en el espejo, satisfecha. Me gustaba así, un poco masculina, pero sin dejar de ser una total mujer. Me gustaba el sentimiento de ser yo misma; de no dejarme llevar por estereotipos que me clasificaban como "marimacho" o "camionera". Yo seguía siendo femenina, pero a mi manera. Y mi manera era la de ser ruda.

    A las siete y cuarto, escuché cómo la puerta de la entrada se abría. Mi padre y Priss llegaron cargados de bolsas de comida, y  comenzaron a guardarlo todo en el refrigerador y en la despensa.

   –Buenas tardes... –susurré, asomándome a la cocina.

   –Te has despertado –me dijo mi padre, y me dio un beso en la  mejilla.

   Por su parte, Priss también me abrazó. Quise besarla pero no me sentí segura de hacerlo, después de todo, primero debía hablar de aquello con mi padre.

   –Veo que ya os lleváis bien –comenté.

   Priss soltó una risita adorable, sincera. Así era ella.

   –Sí, es muy amable dejando que me quede aquí un tiempo –dijo ella. Mi padre solo le lanzó una sonrisa muy parecida a las que solía hacer yo, pero en la cual transmitía cariño hacia mi pequeña.

   –Qué menos, eres la única amiga de mi hija –bromeó.

   Bufé, y ambos se rieron. Me comencé a preparar un zumo, sintiendo la mirada de Priss posada en mi cuerpo. Mi padre dijo que se iba a duchar, y se metió en su habitación.

   Unas manos se introdujeron por mi espalda y descansaron en mi cintura. Yo me giré con una sonrisa idiota en la cara y le planté un beso suave en la frete a Priss, que me  abrazaba con la cara enterrada en mi cuello.

   Dejé el zumo de lado y me giré para abrazarla mejor. Estuvimos así unos segundos que se me hicieron eternos, simplemente disfrutando de la cercanía de la otra. Aquello era algo que solo podría compartir con ella.

   –¿En qué piensas? –me dijo.

   –En ti.

   Ella se sonrojó y apretó más su agarre sobre mí, y yo solo descansé la mandíbula en su cabeza. ¿Qué éramos? En realidad, ¿acaso importaba? ¿Por qué teníamos que ponerle un nombre a lo que sentíamos? Ella y yo lo éramos todo cuando estábamos juntas.

   –Prepararé la cena –me dijo, separándose.

   Le di un corto beso en los labios, asintiendo.

   –Y yo.

   Y empezamos a preparar juntas nuestra cena y la de mi padre, y cuando él salió de la ducha se alegró mucho al verlo todo preparado. Cenamos juntos, hablando de todo tipo de cosas. Ellos se llevaban genial, parecían entenderse y pude distinguir en los ojos de mi padre que ella era algo bueno. No supe distinguir en qué modo, pero ella había traído a nuestra casa algo que nos faltaba desde que mamá se fue. Y Priss... ella no tenía a nadie, hasta ahora; parecía más feliz que nunca, y mi padre también. Y yo, que siempre intento no sonreír, no pude parar de reírme.

   Ellos eran mi mundo en aquel momento, mi única familia.




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⏰ Última actualización: Jun 05, 2016 ⏰

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