Capítulo 4.- Respira, habla conmigo

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Me dejé caer en el asiento del conductor como si acabara de cargar una tonelada sobre mi espalda.

Por un momento sólo quise despejarme de cualquier cosa. Me engullí en el cómodo asiento que me ofrecía la espaciosa camioneta de Johann; sí que era amplia, con asientos de cuero beige. No le había puesto atención hasta ese momento.

El suéter de aquel joven me cubría los hombros; sutil y cálido. No pensaba hacerlo, pero me lo había puesto justo después de salir de la clínica al sentir el gélido aire de la mañana sobre mi piel. ¿Cómo no me di cuenta minutos atrás de la temperatura? Cuando llegué a la combi me hundí en el asiento y había tomado el abrigo como si fuera una manta. Pude percibir en él un aroma limpio y agradable.

Casi me quedo dormida.

Creo que no me moví durante unos quince minutos, hasta volver a la realidad. Miré el estéreo, el cual parpadeaba anunciándome que no había apagado el auto de forma correcta.

—Dioses —murmuré, luego me impulsé hasta recargar mi frente en el volante.

Cerré los ojos un segundo, dando un suspiro de cansancio, después comprobé mi reloj de pulsera. Eran las nueve menos siete de la mañana. Cuando revisé mi móvil me espanté al ver que tenía doce llamadas perdidas.

Me imaginé a Heather caminando preocupada de un lugar a otro, preguntándose por mi ausencia. Y no sólo ella...

Me erguí y puse las llaves en su sitio para marcharme. De nuevo la imagen del Retriever, Chimuelo, no me dejaba tranquila. Recordé la expresión de Hiccup, preocupado y triste. Fue cuando verdaderamente me pregunté quién habría sido aquel hombre y porqué razón lo perseguía con molestia un adorable y enorme perro de lazarillo.

Pero el sonido de mi móvil me sacó de mis pensamientos.

—¿Hola?

—¡¿Astrid?! ¿Qué de...? —escuché un gruñido al otro lado de la linea. Luego respiró profundamente—. Heather me llamó, ¿Todo está en orden?

—¿Crees que no puedo cuidarme sola?

—¿Qué?, Astrid, no estoy bromeando... ¿Dónde estás? ¿Por qué no respondías el teléfono?

—Estoy bien, Ían. De verdad. Tuve algo que hacer en el camino, te contaré cuando llegue a casa.

Él no habló por un momento.

—Llámale a tu amiga. Me dijo que había algo importante en el trabajo.

—Claro... sí —bufé—, porque todo tiene que pasar justo ahora.

—Okey —exhaló—. Llámame si necesitas cualquier cosa.

—Gracias héroe.

Estaba segura de que él había rodado los ojos—. Adiós.

Presioné Finalizar llamada, soltando un largo suspiro.

Y al fin me marché de la clínica.

[...]

—¡¿Ya viste qué hora es?!

Después de dejar el auto de Johann, caminé hasta la mueblería sin tanta prisa. Ya había perdido más de una hora, y me sentía agotada como para llamar a Heather, en serio creí que ese "algo importante" no necesitaría tanto de mí. Pero, por supuesto, me equivoqué, y más de uno se encargó de hacérmelo saber.

Eché un vistazo al reloj—. ¿09:55?

—¡Cincuenta y séis! —Kathe estaba histérica.

—¿Qué te pasó? —preguntó Heather con más tranquilidad, tratando de relajar a Kathe poniéndole una mano en el hombro.

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