Capítulo 12.- Gracias por un cielo tan azul

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Para este capítulo (especialmente para el principio) recomiendo escuchar Make You Feel My Love de Sleeping At Last ;)

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¡Ven aquí, niña traviesa! Una voz madura y alegre me llamó y me costó un poco saber de dónde venía, aunque sin duda sabía de quién era.

Estaba en un campo, uno grande y espacioso, con pocos árboles y cubierto de césped y de flores blancas y otras más de matices de amarillo y lila. De alguna forma pude reconocerlo, estábamos en un campo de mi antigua ciudad, donde solíamos vivir con mis padres, a donde vinimos a pasear alguna vez. Sabía que era ese lugar, aunque no recuerdo nunca haber visto ese campo tan... vivo.

El viento hacía revolotear mi cabello y el vestido azul claro que llevaba puesto. Me observé a mi misma, pequeña e inocente. Debía tener seis o siete años.

Estaba inmersa en ver a mi alrededor y de saber en dónde estaba y por qué estaba ahí, que por un segundo pasé por alto la voz que me había llamado. Entonces, la silueta de una mujer apareció lentamente en mi vista, caminando en mi dirección. Llevaba puesto un brillante vestido blanco que le llegaba hasta la rodilla, ajustado en la parte alta de la cintura, con mangas sueltas y apretadas sólo en sus muñecas y los hombros al descubierto. Su piel era tan blanca. Su cabello rubio estaba suelto como el mío, volando en su espalda por el viento, su cara casi brillaba, cubierta de pecas al igual que sus hombros, sus ojos azules profundos y tiernos, sus mejillas.

Su bella sonrisa...

Mi corazón dio un vuelco.

Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella.

¡Mamá!

Una alegría inexplicable recorrió mi pecho, mis manos temblaban. Mis ojos se llenaron de lágrimas que pronto cayeron por mis mejillas, pero mi mirada seguía enfocada en ella, en su vestido blanco, sus ojos y su sonrisa. Mientras corría sentía cómo el campo frente a mí sólo se hacía más grande, impidiéndome avanzar, como si estuviera en una caminadora. Mis pasos simplemente no me llevaban a ninguna parte. Sólo veía más y más césped apareciendo bajo mis pies y mis pequeños zapatos tratando de llevarme más rápido, pero sin acercarme más del todo.

Empezaba a agotarme poco a poco, pero no quería dejar de correr. Ella avanzaba tranquilamente hacia mí también, con la misma expresión en su rostro, con su vestido ondeando a su alrededor al compás del viento. Quería llegar a ella, quería que me abrazara y quería sentirla conmigo tanto como pudiera.

Pero no podía llegar a ningún lado.

Cuando vi que no podía acercarme más a ella sino que, por más que trataba, los metros que nos separaban de la otra parecían no poder borrarse, finalmente me detuve. Ella hizo lo mismo.

Y cuando lo hice, a pesar de sentir todavía la distancia, no podía sentirme más feliz. No podía estar decepcionada, porque el simple hecho de poder verla parada ahí a unos metros de mí me tenía encantada.

Me miraba con ternura... y sonreía.

Hola, cariño dijo con calma, mientras yo trataba de recuperar el aliento.

No dije nada. No tenía nada que decir. Sólo quería seguir viéndola por todo el tiempo que fuera. Quería observarla y grabar su rostro feliz en mi mente de nuevo.

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