Capítulo 5.- Todo va a mejorar

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Amo leer sus teorías chicos, jajajaj De veras lo aprecio demasiado.

Vamos a ver si aciertan.

La dedicación, ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS KRYS!! <3 Esta va pa ti chica, ¡Rásquenle muchachos!

Que lo disfruten ;)

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El castaño se encontraba descansando a duras penas en uno de esos incómodos asientos azules de la recepción, con una manta cubriéndole.

El resplandor que atravesó la puerta de cristal le anunció que ya estaba amaneciendo, sólo confirmándole que no había dormido en toda la noche. Por más que sintiera que lo necesitaba y por más que sus ojos pesaran ya sin estar seguros de estar abiertos o cerrados.

Nada era más desesperante que el constante sonido de las máquinas cardiacas al otro lado del pasillo. Pero suponía que mientras éstas siguieran emitiendo pitidos constantes significaba que todo estaba en orden.

Un ruido diferente irrumpió en la pequeña sala de recepción. El extenso y crujiente rechinar de un par de sillas, o quizá de un asiento alargado, mientras alguien se levantaba de éste. Lo siguió el pesado zumbido de un bostezo.

—Buenos días —escuchó a un par de metros frente a él—. ¿Qué tal dormiste?

Hiccup se irguió, fingiendo sonreír—. De maravilla —dijo—, definitivamente estas sillas son más cómodas que mi cama.

—Lo lamento, olvidé poner cojines engullidos en mi recepción para evitar que te duela el trasero... importante detalle —bromeó el chico regordete—. ¿Quién, en nombre de Thor, fue el genio que insistió en quedarse a dormir en la clínica?

La realidad volvió antes de poder fingir que había un atisbo de ánimo en el ambiente. La mañana era un poco tensa para el castaño, aunque se persuadía a sí mismo a no ser tan pesimista, aun en las malas situaciones. La mayor parte del tiempo, al menos, lo hacía así.

Había estado tratando en vano de ser así durante los últimos dos años.

El sarcasmo solía ser el intento fallido de esta auto-encomienda.

Había un aire de pesadez y cansancio en Nortwest. De pronto la angustia que había sentido el día anterior abrumó a Hiccup, haciendo que su estómago diera un vuelco.

—Fishlegs...

—Iré a ver cómo está —avisó el veterinario, se levantó de su sitio y fue a prepararse.

Hiccup se quedó solo en la sala, otra vez. Permaneció ahí un par de minutos, pero tenía curiosidad, además de un profundo deseo de saber el estado de su amigo. No aguantó más y se levantó de la incómoda silla; con la ayuda del escritorio y la vaga conciencia de cómo era la clínica en el interior, pudo guiarse con cuidado entre los pasillos, tentando las paredes y poniendo atención a los ruidos que su amigo hacía en alguna parte.

—¿Fishlegs? —preguntó cuando los leves ruidos, su única guía, cesaron.

—¿Necesitas algo? —dijo el rubio desde la habitación donde atendía a Chimuelo.

—Ah... ¿Tú qué tal amaneciste hoy eh? —preguntó Hiccup casi riendo por lo bajo, pues su intención era que su amigo siguiera hablando para así poder dar con él.

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