4: Abril

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Abril.

11 de abril del 2015.

Ellie.

5:30pm.

Hay personas que jamás se olvidan.

Y entre esas personas está Owen Zamora. Oh, aquel niño de mí infancia...

"Por lo menos si llegamos a morir, que no sea solos, aunque seamos desconocidos, no estaremos solos...".

Desde que me lo encontré en el circo y nos fugamos al puerto Salvador Allende, caminamos por "el paseo Xolotlan" y admiramos el oscuro paisaje del lago de Managua, no lo podía sacar de mi cabeza.

Su linda sonrisa, el brillo de sus ojos, su despeinado cabello, ni hablar de su encantadora voz, que cuando hablaba era como música para mis oídos, aún persistían en mis pensamientos, aunque se vea muy raro pensar en alguien que apenas conoces...

Owen me agradaba mucho, a pesar de no haber empezado bien, ese día de marzo demostró que era divertido e inteligente, que podríamos hablar de cualquier cosa y había risas aseguradas.

En esa noche intercambiamos números y desde entonces no hay día en que no hablemos por teléfono o chateáramos por whatsapp y Facebook.

Descubrí varias cosas, entre ellas, el hecho que él era amante del arte y de la física, que vivía con su hermana y su mamá únicamente, que su papá había fallecido hace tres años y que en Junio cumplía diecisiete.

No sabía que tenía él, que me interesaba de una rara forma... Como si fuera un imán del cual me sentía atraída, muy atraída.

Ni hablar de las sonrisas que me sacaba con sólo un mensaje o escucharlo hablar...

Es ridículo porque ni siquiera sé qué siento por él, ¿será afecto amistoso o atracción sentimental-física? , pensé mordiéndome el labio mientras lo veía correr hacia mí.

Su familia paterna organizó una salida a San Juan del Sur, específicamente a la playa "El coco", una playa muy hermosa en las costas del pacífico de Nicaragua, él aprovechó para invitarme, y Melissa a mi primo, cosa que molestó mucho a Owen, sin embargo aceptó solo porque iba yo y al admitirlo las cosquillas en mi estómago aparecieron.

Y a pesar de que no era muy fanática de las playas, me quedé fascinada con ese lugar, y estaba en la orilla del mar mojando solo mis pies, la sensación era refrescante y tranquila... hasta que llegó él a acompañarme, de inmediato me puse nerviosa sin razón, no dejaba de morderme el labio y verle de reojo, observar la majestuosidad que era él sin camisa, tenía los ocho cuadros formados y un cuerpo bien estructurado, no era de los voluptuosos chicos de hombros anchos y con los músculos bien marcados, pero tenía lo suyo, y no estaba nada mal.

Pero ¿Por qué estoy pensando así? No, estoy mal sin duda, tal vez el tomar sol me afectó la cabeza.

— ¿Por qué te alejaste de nosotros? Ya estaba muy preocupado porque no te encontraba en ninguna parte—dijo pateando arena en el agua y su mirada fija en mí. Sonreí bobamente al escuchar que se preocupó por mí.

—Necesitaba disfrutar la vista sola—susurré observando el paisaje extraordinario del atardecer: El sol se estaba ocultando y le daba un efecto hermoso a las bellas aguas del Pacífico.

— ¿Quieres que me vaya? —preguntó acercándose más a mí. Eso me gustaba de él, respetaba mi propio espacio cuando me veía pérdida entre mis pensamientos.

—No—respondí y me voltee quedando enfrente de él—Quiero que te quedes.

Cuando sonrió mi corazón dio un salto y las mariposas dieron su aparición en mi estómago, me encantaba su sonrisa, y una sensación de alivio me causaba cuando él era feliz.

Me gustaba como sus ojos se iluminan de emoción al hablar de cualquier cosa que le apasionaba, me encantaba su sentido del humor, que con cualquier tontería me hacía reír.

Se agachó y recogió dos conchas de mar, ofreciéndome una y lanzando la otra que no reboto pero si formó una serie de ondas al sumergirse en el agua. Me quedé ida observando ese punto donde cayó la concha, las memorias de mis padres juntos y felices llegaron por un instante y mi pecho dolió.

Como te extrañaba mamá...

—Estaba pensando, en que podríamos ir allá —sugirió Owen señalando un montículo de rocas planas alejadas de la orilla del mar, y con arena rodeando la mayoría del espacio plano, le vi como si hubiera dicho una locura, a pesar de ser un lugar cómodo para sentarse a observar las estrellas y al mar al mismo tiempo, no alejaba el hecho de que hacía mucho frío y ya quería irme al hotel a descansar.

—Deja de verme como si estuviera loco y vamos —insistió tomándome las manos húmedas y arrastrándome hacia las rocas, subió a la más baja y me tendió la mano, al entrelazarlas sentí su reconfortante calor que me distrajo justo cuando me jalaba hacia él y provocó que me resbalara y él cayera conmigo encima, sus manos en mi cintura en un fallido intento de evitar esa vergonzosa caída, mis manos en su pecho húmedo y nuestros rostros a pocos centímetros de distancia.

Sólo cinco centímetros separaban a mis labios de los suyos, sus ojos fijos en los míos con una extraña mirada, tan intensa y dulce que me dejó sin aliento.

Luego empezó a reír a carcajadas moviendo la cabeza a otro lado y quitando sus manos de mi cintura, reí nerviosa con él y me intenté levantar pero él me envolvió entre sus brazos en un dulce abrazo, hundí mi rostro sonrojado en su hombro y con desconfianza le correspondí al abrazo.

Me abrazó muy fuerte con un deje tierno, luego besó mi sien y quedó viendo al cielo, el cual había oscurecido y las estrellas lo iluminaban con su brillo tan especial que al separarme de él y recostarme a su lado me dejaron hipnotizada.

No me importó la arena metiéndose en mi traje de baño, ni el frío o el dolor en mis pies por la caída, no importaba nada cuando estaba a su lado.


Me enamoré de una estrella fugaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora