Parte V: Kiera

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Parte V: Kiera

Caleb's POV

Me desperté por el suave golpe de los nudillos de Aria en la puerta. Era temprano, aún casi no había amanecido y bufé con un deje de molestia al notarlo. Por mi mente chocaron casi al instante absolutamente toda la información de ayer, y fruncí mi ceño mientras miraba hacia la puerta.

Aria seguía tras ella, esperando con paciencia mientras la duda crecía en su interior. Decidí levantarme con pereza y quitar el seguro para luego abrirla un poco. La luz del pasillo me llegó a los ojos y los entrecerré un poco mientras miraba a mi madre esperando a que hablara.

Ella juntó sus manos, nerviosa y me dedicó una tímida sonrisa.

—Son las 7:30 —afirmó, y levanté una ceja esperando a que continuara—. Tienes que ir al instituto.

—¿Cómo que al instituto? Llegamos aquí justo ayer.

—Sí, bueno... yo os matriculé días antes de venir... para que no perdiérais más clases.

—Genial. Gracias mamá —ironicé.

Aria dio media vuelta y fue a avisar a Nua, quien protestó todo el tiempo hasta que cedió a abrir su puerta.

Busqué en las aún empacadas cajas mi ropa: pantalones oscuros rasgados; camisa blanca; mis adoradas vans y mi gran chaleco negro de cuero con una capucha de tela. Si me fijaba bien, mi ropa era básicamente de tres colores: negro, gris y algún que otro blanco. No me gustaba llamar la atención; Nua, en cambio, era una artista en ello, y sus chillones ropajes eran la prueba.

Cogí dos libretas y un bolígrafo mientras los metía en mi mochila, además de mis auriculares y mi móvil y bajé hasta la sala. El olor a tortitas me dio de golpe en la nariz, y di gracias a que al menos el desayuno me animaría el día.

El largo día que me esperaba.

*   *   *

El autobús escolar no era distinto al del país del que veníamos: lleno de las mismas estúpidas divisiones sociales entre los alumnos; puede que aquí incluso más. Cuando Nua y yo subimos, todas las miradas se posaron en nosotros al instante. Los chicos comenzaron a mirar a mi hermana como un lobo a un trozo de carne, y eso jodidamente me molestaba.

Nua, por muy estúpida e insoportable que fuera, seguía siendo mi pequeña hermana melliza.

Uno de los orangutanes que la observaban entre el grupo le hizo señales con la mano para que se acercara a ellos, sin embargo, rodeé a Nua por los hombros con mi brazo y caminé con ella hasta los asientos del medio, haciendo que se sentara a mi lado mientras le sostuve una mirada amenazante al chico. Pensé que mi hermana se molestaría por haberla obligado a venir conmigo y quitarle su oportunidad de socializar, pero contra todo pensamiento, se acercó más a mi y me miró con agradecimiento.

Nunca había hecho algo parecido por ella, es decir, tenía mi instinto protector después de todo, pero ella iba a su bola y yo a la mía. A ella le hubiera avergonzado estar cerca del raro de la clase si estuviéramos aún en España.

Pero mi hermana, que me miró con sus grandes ojos entre azul y nieve, tenía ojeras bajo ellos. Y supe que necesitaba estar a mi lado.

—¿Qué piensas sobre lo de ayer? —susurró.

Noté que las chicas murmuraban cosas entre ellas mientras me miraban de arriba a abajo con sonrisas. ¿Les parecía atractivo?

—Pienso que tenemos que aceptarlo y vivir con ello —mi hermana me miró frunciendo el ceño y yo respondí antes de que empezara con una de sus rabietas—. Nua, mamá no tiene culpa. Además, papá nunca la violó, ellos se querían.

El despertar de Caleb |PAUSADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora