Capítulo 5
"Si vous saviez, lorsque vous commencez à écrire un livre, ce que vous allez dire à la fin, croyez- vous que vous auriez le courage de l'écrire?"
"Si supiera desde que comienza a escribir un libro, aquello que dirá al final, ¿cree que tendría el coraje de escribirlo?"
Las puertas del elevador se abrieron y no tuvo ningún problema hasta que llegó a su estudio y vio a sus compañeros a un costado cuchicheando con timidez.
—¿Señor Agreste? —Fue lo único que consiguió decir al ver al anciano de cabello blanquecino examinando las prendas que aún se hallaban sin terminar. Al escuchar su voz, el hombre de buen porte dirigió su fría mirada hacia Marinette y con sus manos en su espalda como si fuese a cantar un himno, se acercó.
—Marinette Dupain-Cheng, ¿no es así? —se detuvo frente a ella, observándola de cabeza a pies.
—Así es, ¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó de forma cordial pero por dentro hasta su corazón temblaba. Uno de los mejores diseñadores del país había venido a visitarla y no era sólo eso, sino también el padre del chico del que estuvo enamorada por años.
—Agradecería que me acompañase hasta mi oficina, si no está ocupada. Tengo una propuesta que podría interesarle y no creo que sea sensato hablarlo con usted aquí.
La joven observó sobre el hombro del anciano y se encontró con la mirada de sus compañeros. Luego de unos segundos, volvió a verlo a los ojos y asintió.
—No, no estoy ocupada.
Tras contestar aquello, al instante unos hombres de traje entraron al estudio y los acompañaron a través de los pasillos hasta salir del edificio. Allí, una limusina los esperaba. Marinette abrió los ojos más grandes que nunca, le brillaban como si fuese una niña de cinco años. Por dentro hubiese querido llamar a Alya y comentarle pero por fuera se veía bastante tranquila, después de todo había crecido y también aprendido a manejar esos ataques de desesperación.
Recordaba la mansión Agreste tal y como si hubiese intentado dejar el regalo de cumpleaños de Adrien ayer. El anciano no habló en todo el viaje y parecía tan estricto como su vestimenta pero la mansión tenía un toque fresco, como si a la hora de elegirla una mujer, tal vez la madre de Adrien, hubiese dado su opinión.
Tras entrar una mujer de lentes tomó su abrigo y lo colgó en un perchero a la vez que el hombre le pedía que le siguiese al segundo piso. Aún cuando habían pasado tantos años, no lograba olvidarse aquella vez en la que se pudo infiltrar gracias al akuma que tomó el alma de Nino.
—Por favor, toma asiento —le pidió ya en su oficina, ahora sentándose detrás de un escritorio blanco.
—¿Qué es de lo que deseaba hablarme?
—Sí, quería comentarle que... —un sonido desde detrás de la puerta lo interrumpió, era su secretaria que urgentemente le llamaba pues había llegado una visita imprevista realmente importante. Gabriel Agreste frunció el ceño y tocó su sien—. Está bien, discúlpeme, sólo será un momento —se levantó de su asiento y salió de la sala.
La habitación se transformó en puro silencio, a Marinette le incomodaba ya que era demasiado inquiera como para estar tanto tiempo sentada en una silla sin hacer nada. Dio una vuelta en la silla, haciéndola girar por completo, hace mucho que no se sentaba en una de esas tan divertida. La puerta volvió a abrirse pero esta vez con violencia, casi de un portazo.
—¿¡Cuántas veces te he dicho que no voy a ir a esa fiesta papá!? Además estos papeles que me diste... —exclamó un joven enfurecido con su mirada enfocada en unos folios llenos de gráficos, cuando alzó la vista e intercambió mirada con la chica, empalideció.
Marinette parpadeó rápido y como si hubiese sido atrapada haciendo el mal, detuvo con sus piernas y mucha fuerza que la silla continuase girando. No era sólo un hombre lo que veía, sino que podría ser fácilmente un actor de cine. El traje que llevaba parecía estar hecho a medida pues no hacía más que resaltar una figura atlética.
Se quedaron por unos minutos callados, totalmente confundidos hasta que a Adrien se le cayeron los folios con las hojas y estas se esparcieron por todo el suelo. Marinette dudó por unos segundos pero luego se levantó a ayudarlo.
—No tienes que hacerlo, está bien —dijo agachado, recogiendo un par.
—Adrien... Cuánto tiempo sin vert...
El joven se levantó y la miró con una mirada serena. Pasó saliva por sus labios.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con rudeza. Marinette tomó las últimas hojas y se levantó.
—Tu padre vino especialmente a mi estudio para traerme hasta aquí —le explicó ofendida por la forma en la que el rubio la trataba.
—¿Mi padre? —repitió exasperado y pasó su mano por su rostro. La tomó de la muñeca con suavidad y la obligó a salir de la habitación.
—¡Oye! ¿¡Qué haces!? ¿¡Te has vuelto loco!? —exclamó pero el otro se detuvo y la miró para luego hacerle señal de que se callara.Dos pasos, tres, quizás más de cinco y de pronto la puerta de la habitación de Adrien se cerraba frente a ella. Dejaron los papeles en su escritorio. Lo vio quitarse la corbata con movimientos ligeros, parecía una fiera, muy poco parecido al inocente y tierno Adrien que conocía.
—Escúchame, te ayudaré a salir, pero si alguien pregunta, tú te fuiste de aquí porque rechazas su idea. Sea cual sea —le dijo señalándola con el dedo índice.
—¿Quién eres tú para decirme lo que debo hacer? —gruñó manteniéndose de pie en su lugar sin retroceder ni un solo paso—. Si es una oferta de trabajo en la que podría estar interesada, entonces no la perderé —lo desafió caminando hacia la puerta, pero él se interpuso.
—Tienes que hacerme caso —intentó calmarla.
—No le haré caso a alguien que no veo durante años y me recibe de esta forma.
—Marinette, te lo advierto, no soy el mismo que antes...
—¡No bromees! ¡Sólo eres un poco más alto y guapo! —exclamó pero al darse cuenta de lo que había dicho golpeó el suelo con su pie, molesta—. Olvida eso, ¿si? Yo tampoco soy la misma de antes.
Adrien revoleó la mirada y la tomó de los brazos, de un segundo a otro, la chica se hallaba contra la puerta. Se acercó a ella de forma atrevida.
—¿Qué es lo que tanto te interesaría de una oferta de trabajo de alguien como mi padre?
—humm... Déjame ver, ¿crecimiento profesional? ¿Experiencia? ¡Ah, claro eso suena muy bien! ¿No lo crees? —dijo sarcástica, mirándolo con el ceño fruncido. Lo empujó con suavidad—. Ya déjame, no sé a qué estás jugando pero te olvidas de que tengo veinticinco años, ya no soy la niña tonta que estaba perdidamente enamorada de ti.
—Ese es el problema —dijo entre dientes apoyando la palma de su mano en la puerta, acorralándola—. Tú crees que todos estos años estuve jugando, correteando por ahí a ser un buen diseñador pero no es eso.
—¿Entonces qué es, Adrien? Dímelo, hace diez años quiero saberlo.
—Te estoy protegiendo, Marinette —masculló, resaltando cada una de sus palabras. Sus pupilas siguieron la mirada de los ojos azules de la chica—. Eso es lo único que trato de hacer.
—¿Protegerme de quién?
—Es mejor que no lo sepas.
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Sexto Sentido (Miraculous LadyBug)
FanfictionEn un departamento de Paris viven dos chicas de veinticinco años. Dedicadas a su trabajo pero disfrutando el tiempo juntas, viven una vida tranquila: Marinette, ahora diseñadora, comenzó a hacerse muy conocida en el mundo de la moda. Y Alya, periodi...