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Capítulo 4

  "Le bonheur n'est pas au sommet de la montagne mais dans la façon de la gravir." 

 "La felicidad no se encuentra en la cima de la montaña, sino en la forma de escalar."



Dos largas bufandas habían encontrado sus dueños unas semanas antes, y ahora se mostraban con elegancia alrededor del cuello de Nathanael y Marinette. Ambos jóvenes esperaban en la parada de bus en una fresca mañana. Cada uno tenía un gran portafolio, la chica de ojos azules lo sostenía entre sus brazos mientras que su novio lo agarraba con una sola mano.

—Nathan... Tu bufanda aún tiene la etiqueta —le avisó observando con cuidado la prenda color café. Extendió sus brazos y se colocó en puntas de pie para arrancarle el papel pero el chico decidió facilitarle el problema agachándose un poco.
—Ah, gracias. Soy muy distraído...

—Es extraño que no te hayas dado cuenta cuando han pasado semanas desde que las compramos —rió y acomodó la suya para luego dirigir la mirada en dirección de los vehículos que se aproximaban—. ¿Crees que tarde mucho?

Nathanael levantaba un poco la punta de sus pies algo aburrido con su otra mano dentro del bolsillo de su abrigo. Tras escucharla también se fijó en los autos que pasaban.

—Mh, no lo sé. Ah, olvidé preguntarte... —pasó saliva por sus labios y se detuvo a mirarla. De forma inconsciente apartó un mechón travieso que caía por la frente de Marinette—. ¿Qué harás si llegan a invitarte a ese concurso?

Lo observó por un momento y bajó su mirada. Apretó sus labios aún pensativa y aprovechó a patear con suavidad una piedra que se hallaba a centímetros de ella. Recordaba todo de la noche anterior, aquél encuentro con Chat Noir. ¿Qué debería hacer?

—No lo sé. ¿Tú qué harías en mi lugar?

Nathanael la miró de reojo con una sonrisa satisfactoria.

—Entraría, por supuesto.

—Oh, vaya. No me esperaba esa clase de respuesta viniendo de ti —parpadeó un par de veces sorprendida. Nathanael era algo inseguro pero cuando se trataba de ayudar a otros o aconsejar, parecía otro tipo de persona.

—Tienes miedo por ese... Adrien.

—"Ese Adrien" fue nuestro compañero, tú compañero —le recordó con una sonrisita, le gustaba verlo de esa forma, parecía celoso.

—No le presté atención porque tenía ojos sólo para ti —alardeó apretando con fuerza la manija de su portafolio.

—Sabes que si Alya estuviese aquí diría que lo que acabas de decir es muy... "cursi" —tapó su boca con su mano para disimular su risita.

—Dice eso pero luego Nino se encarga de recitarle poemas... —sonrió enfocando su vista en los edificios de la ciudad.

—"¿Poemas?" ¿Qué clase de poemas? —se mostró tentada de la risa, sabía por dónde iba el comentario de Nathanael.

—Así es, Marinette. "¿Qué clase de poemas?" —repitió con picardía entre risas suaves. Recibió un ligero golpe en el brazo por parte de la chica.

—¡Cumplir veinticinco te hizo mal! ¡Devuélvanme al chico puro que conocí! —exclamó en forma de burla.

Luego de un rato llegó su tan esperado bus y se subieron juntos, por suerte había dos lugares vacíos para ellos. Mientras Nathanael escuchaba música con sus auriculares, Marinette aprovechaba a dormir un poco en su hombro.

En su sueño se hallaba el Chat Noir de la noche pasada, aquél apuesto felino, ya todo un hombre. La escena pasada volvía a repetirse pero la voz del pelirrojo irrumpió, obligándola a abrir los ojos.

—Mari, tu parada... Ya llegamos, debes bajarte —le avisó moviéndola un poco.

—¿¡Eh!? —exclamó aturdida y miró a su alrededor—. ¡Oh! Mi parada, cierto —se levantó de su asiento y estuvo a punto de caerse debido a que el conductor decidió doblar de forma brusca. Su novio la agarró del brazo a tiempo—. Gracias... Que tengas un buen día, cuando salga del trabajo te llamaré.

—Igual tú —la miró con cariño y rascó su nuca—. Estaré en el seminario de dibujo, dejaré mi celular en silencio.
—¡Está bien, nos vemos! —se apresuró a bajar cuando el bus se detuvo.

Nueva York, Londres y Paris son las ciudades a las que todo diseñador aspira para trabajar si se dedica en el ámbito del diseño de modas. Marinette había tenido la suerte de nacer en la capital de Francia.

Un gran edificio de vidrios espejados la esperaba, el nombre de la firma de diseño se mostraba en un gran cartel de tonos armoniosos. Sin embargo, al apenas entrar y decir su nombre a la recepcionista ésta la miró un poco sonrojada.

—Tiene una visita señorita Marinette.

—¿uh? ¿De quién? —preguntó confundida.
—Me ha pedido que no dijera su nombre hasta que le viese.


Sexto Sentido (Miraculous LadyBug)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora