Octavo Sábado

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De 1:42 a.m a 4:28 a.m.

Eran casi las dos de la mañana y todo a mi alrededor vibraba y se movía, no lograba mantener el equilibrio ni la conciencia de las cosas y estaba riendome de absolutamente cualquier cosa que me decía Kayssa. Bendito alcohol. La música inundaba mis oídos y la gente alrededor saltaba y bailaba, me di un descanso cuando en senté en las escaleras de la casa, Christian tendría un trabajo increíble arreglando aquello en la mañana siguiente, pues había cientos de personas en aquél lugar, ensuciando y destrozando. Me perdí un segundo mirando mis pies, pensando en que durante la semana no había tenido notas, pero cada día aparecía una nueva inscripción en la mesa, siempre aquellas iniciales.

—Oye. Luke.

Aquella voz me sacó del trance, levanté la mirada despacio, intentando enfocar la vista en el rostro del chico. Era moreno, ojos rasgados, labios carnosos y mejillas dulces, su cabello caía despeinado sobre su frente y tenia una pequeña sonrisa en él rostro. Me tendió la mano y la tomé para levantarme de las escaleras, era cálida y suave, grande y cómoda. Lamenté haberla soltado tan rápido.

Desencadenamos juntos una conversación, o miles de ellas en sólo dos horas, nuestros vasos enormes se llenaban juntos una y otra vez, dando vueltas alrededor, riéndonos, siendo felices momentáneamente, o tal vez para siempre.
Subimos a buscar el baño, tropezandonos entre carcajadas, con unas cervezas en la mano, aunque durante ese tiempo habíamos bebido una gran variedad de cosas. El mayor entró al baño, dejándome en la puerta con ambos vasos en la mano y, en cuanto salió, su mirada se asentó en mi con seriedad, tomando su cerveza para bebérsela de golpe y lanzar el vaso vacío al suelo, acercándose a mi. El ambiente entero cambió de golpe, sus manos se asentaron en mi cintura, colándose bajo mi camiseta y de golpe sentí su boca encajarse con la mía. Sus labios eran suaves y dulces, besaban los mios con delicadeza y hambre a la vez, volviendo a iniciar un beso nuevo cada vez que nuestras bocas se separaban para tomar aire, por lo que no nos permitíamos estar lejos el uno del otro mucho tiempo.
Los besos no cesaban, se hacían más intensos, mi espalda tocó la pared y sus manos subieron hasta quitarme la camiseta y ahí tartamudeé despacio, sintiendo su boca bajar hasta mi cuello.

—Ni si quiera sé quién eres... —Susurré, sin intención alguna de detenerle en realidad porque me encantaba.

—Claro que sabes quién soy. —Respondió, bajando más hasta mi pecho para besarme allí varias veces.— Tranquilo, no voy a hacerte nada malo hoy... Sería un pena si no pudieras recordarlo.

Y entonces hizo él primer chupetón sobre mi pecho.

Lenguas Muertas. [Cake]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora