Décimotercer miércoles

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El día anterior nuestros cuerpos no se separaron hasta que fue la hora de irse a casa, hablamos de mil cosas distintas, su mano acariciaba mi pierna, mi brazo, mi mejilla. Todo el tiempo nos mantuvimos en contacto, sólo acariciándonos, intentando recuperar las horas perdidas.
Desperté el miércoles pensando en él, era demasiado hermoso para ser real, parecía perfecto para mi, esculpido por los mismísimos dioses en el olimpo, y no le quité de mi cabeza hasta que su camino y el mio se cruzaron a dos calles del instituto y su mano tomó la mía, entrelazando nuestros dedos.

—Buenos días, Lukey. —Murmuró, con el sueño aún pegado en el rostro.

—Buenos días. —Acerqué mi rostro al suyo, acariciando su mejilla despacio y luego subiendo a sus preciosos ojos rasgados.— Tienes lagañas aún, Calum. —Murmuré, quitándoselas con cuidado antes de poder dejar un beso en la punta de su nariz.

El día anterior habíamos hablado, estar tanto tiempo dependiendo de sus notas me había creado la necesidad urgente de estar a su lado en todo momento, y a él de igual forma le pasaba, pues desde que me besó en la fiesta, dejarme notas para él era una tortura. Y así lo pactamos, no íbamos a separarnos. Sus labios pasearon hasta los míos, dejando un par de besos cortos antes de avanzar y así, un par de calles más allá, entramos al edificio del colegio, tomados de la mano, porque así debía ser. Sólo él y yo.

Lenguas Muertas. [Cake]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora