Crees que llegarás a tocar fondo, pero no paras de caer cada vez más hondo en el océano de ira, desesperación y putas mentiras.
Cada día sólo vives peleas, malos rollos, y mierda que pasa de boca en boca, de gente que se da importancia, ellos no saben de nada, no saben que hay un posible muerto en la sala, no ven como desearías no respirar cuando despiertas en la mañana, morir tranquilamente en tu cómoda cama, soñando acabar con todas las putadas, con las voces que jamás serán apagadas, con el diablo que te tiene cambiando el dolor de psíquico a físico, esa voz sin cara que a muchos tiene prisioneros mientras tratan de matarla a base de cortes en las muñecas o de nudillos destrozados, incluso los nuevos tratan de sacarlo a lágrimas.
Sin embargo ahí estas tu, escuchando a quien se la pasa rompiéndose un poco más con cada segundo que pasa, siendo la puta definición de la más cruda y destructiva autolesion, un alma en pena que busca sobrevivir en vez de vivir la vida que está desperdiciando en este momento.
Te miras el reflejo cada mañana, esperando que todo sea un mal sueño, un mal día, o una mala racha. Pero no avanzas, ni un solo paso, solo ansias el dolor que cure tu mente, mientras repudias a toda la gente, creyendo que puedes caer de forma inteligente, creyendo que ahora las puñaladas vendrán de frente.
Tu religión ha pasado a ser la desconfianza, ya no eres un niño, eres una bomba de cristales rotos que estallará a todos en la cara.
Puedes llamarme monstruo si eso hace que dejes de llorar en silencio tendido en la cama, pero sabes perfectamente que soy todo lo que temes, esos defectos que cada mañana ves en el espejo, dentro de ti sabes que doy más miedo que eso, sabes que no soy un reflejo, no me controlas, no me alejo, soy como una sombra sigilosa y siempre al acecho.
Algún día sabrás mi nombre, cuando grites piedad a la muerte, solo ahí harás frente a que destruir gente es mi fuerte, solo ahí te darás cuenta de que eres más que el peón de mi juego, solo ahí seras consciente de que cuando salgas de la arena, rogaras a un dios un poquito de suerte, y me oirás decir que es una pena que no exista, que solo me tienes a mi, maestro de la destrucción, y la causa de tu muerte.
A nadie podrás hechar la culpa, porque querido, la voz, eres tú mismo.