Por un día he de decir, gracias por hacerme reir.
Patético ser que en sólo un gesto me has dado todo el placer, de ver tu debilidad al descubierto, cada fallo y cada complejo, se te han escapado brillosos por los ojos, mientras estampabas la manos en rabia.
Risa me has dado, en serio, te lo he agradecer, hacía tiempo que no me reía de esta manera tan cruel.
Joder, no puedo explicar cuánta satisfacción he recibido, al verte perder los papeles otra vez.
¿Recuerdas los antecedentes?
Me encanta tu rostro en esos momentos, das tanto alimento a mi retorcido ser, que hasta te haría un cantar.
Una oda a tus cuencas ampliadas.
A tu control perdido, un poema.
Un cuento a la desesperación e irá de tus palabras.
Y a la sonrisa que tengo plasmada mientras escribo esto, una novela de descripción exhaustiva.
Incluso el guión para la película que haría sólo por rememorar siempre tu patética cara.
Puede que yo sea el niño perdido de la familia, pero tú, querida, eres esa pieza que se fuerza en cada ranura, la palabra sobrante del crucigrama, que da puntos por la risa que provoca.
Me das pena, en el peor de los sentidos, no me despiertas compasión, sino una ávida sensación de justicia, al ver sufrir en ti cada rincón de tu falsa creación.
Nada hace más bien que ver a la perfecta barbie de plástico quemada.
Te lo agradezco, en pleno acto de sinceridad, con una sonrisa clavada, mi mal y cruel ser, se ve recompensado cada vez que pierdes lo papeles ante mi cara.
Recuerda así, cada vez que me veas sonreír por ti, en todo momento que hayas disfrutado haciéndome todo menos el bien. Agárrate fuerte al recuerdo de lo feliz que te hizo darme aquel empujón, ten presente tu orgullo y superioridad ante mi.
Recuerda, pues, que nunca me voy a considerar superior, a un ser humano, tan débil y maleable, como tú, persona al que las alegrías a mi costa, le van a quitar, algo más que el espíritu, sino la vida de miseria interior que te aguarda plantada en tu jardín de peste humana.