Y la ira tomó posesión de mi persona haciendo versos encarnizados y brotar fuego de la fricción.
El caballo de la locura desenfrenada tomó las riendas, mi único sentimiento leal, aparte de la tristeza, la ira tenía puesta en acción, habían soltado a los perros fieros de dientes de tiburón, y el lobo interior rugía desconecto.
Temblando estaba mi cuerpo de tal sensación, me traía loco mi poco aguante a la asquerosisima situación.
Quería gritar, romper todo, tirarme por una ventana, pegar puñetazos a una pared, y hacer la sangre correr fuera de mis venas.
Me martirizaba todo lo que debía aguantar, el callar los problemas, como para que ahora se venga de víctima el mayordomo asesino, maestro de ser tan odioso, de hacerme perder la cabeza
No puedo con esto, el auto control se me acaba, quiero romperme los puños y desgañizarme la garganta. Quiero llorar sangre en vez de lágrimas. Quiero que esta infelicidad, vacío e ira sin final se reemplace por un poco de jodida tranquilidad.
Le cojo aun más asco a despertar cada día, a ver esas putas caras que sólo abren mis heridas. Me quitan el apetito, me sulfuran el alma, me hacen odiarme, y sentirme inútil, sentirme nada, solo una decepción con ganas de no ver el sol mañana.
No puedo más con esto, el peso rompe los maltratados huesos de mi espalda, camino entre fuego vivo y no ascuas, el respirar me ahoga, y el vivir me mata.
Quien fuera un muerto para no tener que volver a vernos las caras.