•Prologo•

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Seis chicos miraban con dolor la antigua pintura tendida en lo más alto de la pared, la sonrisa que plasmo el pintor fue única, quizás esa haya sido la única vez en que ella sonriera. 500 años habían pasado desde aquel incidente, si esa persona no hubiese anunciado el proyecto para buscar una reina, quizás ella seguiría con vida, lejos de ellos, pero con vida...

El que más sufría era el mayor de la familia, cada vez que cerraba sus ojos podía verla exhalando por última vez, por eso prefería dormir, para por lo menos apreciar su rostro aunque fuera moribundo y no tener que ir a ver su cadáver en aquel frio ataúd...

- Reiji-san... quien es la joven de la pintura- la curiosa pregunta de la rubia hiso que todos los presentes soltaran sus cubiertos.

Esa pregunta les dolía, les hacia recordar hace unos 800 años atrás cuando la vieron por primera vez, el cariño que ella gano hacia que al recordarla la daga de incrustara más en sus corazones, uno por uno se fueron levantando de la mesa, mencionarla estaba prohibido en esa casa y más después de la masacre que trajo su nombre.

No la odiaban, pero se culpaban por no detenerla a tiempo o ayudarla como ella lo hizo con ellos y evitar que se transformara en un ser peor que un demonio...

El menor de la familia era el único que quedaba en el comedor mirando con seriedad a la rubia, quería descargar su ira, pero era inútil hacerlo, cuando la recordaba perdía todas sus fuerzas y la melancolía lo absorbía

- De ella está prohibido hablar...

- Yo... lo lamento, no era mi- se intentó disculpar no era su intención molestar, aunque era muy tarde ya había sido recordada.

- Silencio, ella es nuestra difunta hermana... La reina de los vampiros.

· Queen requiem ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora