CAPITULO 41

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  Un rayo de sol se coló por la cortina dándonos la bienvenida a nuevo día. Steven se estiró sobre la cama y acomodó uno de sus brazos sobre mi cara. Quejándose , lo quité y me di la vuelta para no tener que soportar el sol sobre mi rostro. Steven , se removió entre las sábanas y tomó mi cintura para pegarme a él.

-Buenos días.-susurró en mi oido y segundos después depositó un beso en mi cuello.

-Buenos días.-contesté, aún con los ojos cerrados.

-No quiero levantarme.-se quejó mientras sus dedos brindaban caricias sobre la piel de mi pierna.- Quiero estar aquí todo el día, así, sin movernos un centímetro.-murmuró y bostezó. Sonreí.

-¿No piensas desayunar, almorzar, tomar la media tarde o cenar?

-Tengo mis maneras de saciar el hambre.-dijo y largó una tierna carcajada.

-Cállate.-dije y reí.

-¿Has visto alguna vez una erección matutina?-preguntó. Eran recién las diez de la mañana y yo ya estaba sonrojada.

-Duérmete, Steven.-dije y reí. Se pegó más a mi.- Vas a obligarme a enterrarte mi codo en tu panza.-dije. Rió.

-Mala.-dijo y besó mi cuello nuevamente.- No has dado respuesta a mi pregunta.-dijo y siguió con sus besos.

-No, Steven.-dije y mordí mi labio inferior.

-¿Tienes los ojos abiertos?-preguntó.

-No, ¿eso viene al caso?-pregunté riendo.

-No.-rió.- Solo quería saber.-añadió luego.- ¿Sabes?-bajó su tono de voz y habló a mi oido.- Amaría despertar todas las mañanas así.

Mi corazón dio un vuelco y sentí como mi respiración se aceleraba. Capaz era una manera de demostrarme que algo sentía por mí, que algún día podríamos llegar a ser más que una pareja forzada al casamiento.

-Eso fue tierno.-dije y abrí los ojos.

Di la vuelta entre sus brazos y quedé de frente a él. Su pelo desordenado le daba un toque hermoso a su perfecto rostro y sus labios humedecidos por su propia saliva, invitaban a darle un beso.

-Ahora si te veo.-sonrió.

-Veo que estas de buenas.-dije. Rió y volvió a rodearme con sus brazos.- De muy buenas.-añadí.

-Si, se llaman ataques de ternura.-dijo. Sonreí.- ¿A ti también te dan?-preguntó.

-No lo se.-dije y reí.- Me gusta que estés así.

-Me suena extraño.-sonrió. Asentí.- ¿Quieres que salgamos a desayunar?-preguntó.

-¿No querías quedarte en la cama todo el día?-pregunté. Rió.

-Si tú quieres.-dijo. Reí.- De todas maneras, yo quería otra cosa.-dijo haciendo morros. Reí.

-¿Y que quieres?-pregunté. Arqueó una ceja.- No respondas, cerdo.-añadí causando una pequeña risa de su parte.

-Desayunemos.-dijo y besó mis labios.- Ya, en serio me ha dado hambre y serás tú la que deberás sufrir las consecuencias.-sonrió. Se puso de pie y estiró sus brazos.

-Tengo una pregunta.-dije. Me observó y se frotó los ojos.- ¿Siempre piensas en lo mismo?

-Desde que te vi.-sonrió.- Hey, vamos a ti también te gusta.-dijo y arqueó una ceja.- La has pasado de lo mejor el otro día.-rió.- ¿Entonces quieres que pida el desayuno a la habitación en vez de ir a desayunar juntos por las calles de Paris?

La Bella y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora