Capitulo 2: Astrid Critchlow

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En Amerland Norte las cosas no iban mejor, Astrid estaba teniendo un mal día.

Su mamá se había ido temprano al trabajo así que no le preparó el desayuno, llego tarde al colegio porque el Atbus escolar la había dejado justo al salir de su casa vio como ya se había elevado aproximadamente 40 metros, cuando empezó a caminar la interrumpió una fuerte lluvia pero no la molestaba es más le agradaba esa sensación de ir caminando bajo el agua.

Llego al colegio empapada maldiciendo en su interior que era tarde, ya había pasado una clase, faltaban diez minutos para que empezara la otra, solo deseaba que mañana en su cumpleaños todo mejorara.

Entro al baño, se metió a una regadera porque había más espacio para quitarse su blusa y escurrirla.

—Como no se seca y el agua se evapora— dijo más para sí misma y como si un genio la estuviera escuchando para concederle sus tres deseos el agua se evaporó totalmente, no sólo la playera se secó, también ella.

Se tocó, su brassier también estaba seco.

—¿Qué me sucede?

Desde que se levanto le estaban ocurriendo cosas extrañas a las cuales no encontraba explicación.

Volvió a ponerse su blusa, se miro en el espejo, su cabello castaño oscuro incluso se veía bonito y sus ojos muy azules pero no un azul claro, era un mezcla de distintas tonalidades.

Si los veías detenidamente podrías incluso apreciar que cambiaban constantemente.

Sonrío ante la imagen que tenía de ella pero muy dentro estaba asustada.

Camino hacia su segunda clase, matemáticas.

Tomó un asiento en la esquina cerca de la ventana, así podría apreciar la lluvia.

La clase empezó, ella sacó su tab— tableta de cristal que albergaba todos los apuntes escolares— no sabía cómo resolver los problemas, su atención estaba en el patio, formaba bolas de agua que se movían al compás de sus manos las cuales estaban bajo su butaca, Astrid se sentía feliz no tenía idea del gran poder que había obtenido pero tenía una sensación de calma, sonreía sin prestarle atención al chico que estaba delante de ella observándola.

El chico no quería sacar conclusiones precipitadas, necesitaba una razón lógica o quizá era esa malteada que se tomó en la mañana lo que le hizo daño, el timbre sonó.

Astrid tomó sus cosas rápido para poder salir a la lluvia.

—Espérame— grito el chico y la tomó de la muñeca.

Ella lo miró, se trataba de Ryan Coleman, inconfundible esos ojos verdes aceitunados, y el cuerpo musculoso trabajado en Flyter*, la estaba tocando el capitán del equipo.

Quizá este no era del todo un mal día.

—Vi lo que hacías con el agua— susurro cerca de ella.

Astrid no sabia como reaccionar, abrió un poco los labios pero no salió ninguna palabra.

—Es asombroso— continuo Ryan, ella negó con la cabeza.

—No se lo que viste — dijo al fin, tratando de evadir su nuevo poder.

—Lo vi con claridad, no tengas miedo no le diré a nadie— se acercó más a ella.

Ella sonrió y camino al patio trasero, el la siguió.

—Es algo que descubri hoy— confesó apenada pero ansiosa por mostrarle.

Con un giro de muñeca las gotas de agua hicieron una sola, cerró el puño y se hizo una bola con la otra mano fue juntando más agua, después las separo en varias y creo un pequeño torbellino.

Ryan miraba con mucha atención, se fijó en la chica, iban juntos a varias clases, Astrid así se llamaba, casi no hablaba, era muy bonita, su tez blanca ligeramente bronceada hacia contraste con sus grandes ojos azules.

—Astrid ¿quieres ir a Jans Café hoy a las cinco o la hora que tú quieras?

La tomó desprevenida, soltó sus manos y todo el agua que había formado los salpicó, ellos reían, el chico más popular del instituto la estaba invitando a salir.

—Si Ryan, está bien a las cinco

—Así que tengo una cita con la chica de poderes de agua.

Una cita, su primera cita.

Entraron nuevamente al colegio, no había nadie por los pasillos, ya había empezado la clase.

—Creo que tendremos que ir mojados

—No será necesario— contesto ella y con tan solo pensarlo el agua se evaporó de ellos dejándolos nuevamente secos.

—Wow eso es increíble, tengo Historia

Astrid sonrió.

—Yo igual

—Entones ¿qué estamos esperando?— Ryan enredo su brazo con el de ella para caminar juntos a su clase, para el era un pequeño juego pero las mejillas de ella se tornaban rojas.

—Tarde Coleman y Critchlow, que sea la última vez que los dejo pasar— dijo el maestro en cuanto tocaron la puerta.

Ellos se sentaron al fondo y como cualquier cliché el grupo de chicas más populares hablaron entre ellas lanzándole miradas asesinas a Astrid.

Ella se dio cuenta y con un pequeño movimiento por la ventana entro una ráfaga de viento con mucha agua mojándolas.

Definitivamente este era el mejor día de su vida.

Terminaron las clases, la lluvia no paraba, pero eso ya no la detenía.

Una carro ovalado negro bajo su altura parándose a un lado de ella.

—¿A dónde la llevo señorita Critchlow?— preguntó bajando el vidrio Ryan.

—Estoy bien— en realidad sí lo estaba.

—Pero hoy cuando pase por ti ¿cómo sabré dónde vives?

Era un buen pretexto.

—Iré contigo— dio la vuelta y se subió, hablaron de cosas triviales, sobre el profesor de historia, tareas, su equipo de Flyter preferido y más cosas.

La casa de Astrid era un fraccionamiento en los suburbios, señaló una pequeña casa blanca, en frente tenían un jardín y un camino de piedras.

—Gracias Ryan— sonrío y se bajó del auto, el ya no dijo nada solo la vio.

Una vez dentro ella se dejó caer en el sillón, estaba muy confundida, probablemente esto era un sueño y pronto despertaría, se pellizco los brazos, dio pequeños golpes en sus mejillas, jalo su cabello castaño que le llegaba por los hombros pero nada, seguía ahí sentada contemplando la lluvia por las ventanas y escuchando los rayos.

Se quedó dormida.

Estaba en una casa pero no era la suya, esta era diferente, muy grande.
Alrededor de ella habían cinco chicos pero sus caras eran borrosas, veía elementos fuego, tierra, viento, metales, en el quinto solo letras miles de letras confusas y ella era el agua, lo sabía. No podía preguntar nada, parecía que si hablaba nadie la estaba escuchando solo hablaban entre ellos.
—Ya casi llega la hora descendientes de David.

Abrió los ojos de golpe sorprendida, encendió su celular, faltaban 30 minutos para las 5.

Se levanto y tomó un baño rápido, el agua la tranquilizó, su sueño había sido muy raro, no le entendía.

A las cinco en punto tocaba el timbre Ryan Coleman.

Flyter*: Deporte parecido al futbol americano la única diferencia es que se colocan propulsores en ambos pies.

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