Capitulo 12: Edificio presidencial

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Los descendientes se pusieron de pie, tenían frente a ellos al hombre más poderoso.

—Síganme por favor, estoy muy contento de tenerlos aquí— la voz de John era pausada y serena, sus ojos brillaban de alegría, se sentían a gusto con su presencia.

Subieron juntos en el elevador, al piso 49, en pocos segundos se encontraban en una sala llena de botones, el lugar era oscuro, habían como 30 personas en sus ordenadores estaban tan concentrados que no prestaron atención a los seis chicos llenos de lodo.

—Es aquí donde manejo el continente, los estaré estudiando, en el último piso construiremos el área para que puedan practicar sus poderes

—Presidente no es que quiera contradecirlo pero sería mejor en la tierra—intervino Edward, no se quería arriesgar a que el edifico cayera.

—Puede hacerlo en el bosque— propuso Astrid— yo necesito agua

—Si, no quisiera atravesar su edificio con metales— dijo Connor

—O que termine en llamas— rió Lucía

—Por mí está bien donde sea— el elemento de Drew no era un problema grande

—Esta decidido será en el bosque a lado de río, anota eso— le dijo John a su secretario— ¿qué es lo que necesitan?

—No hubiese preguntado eso— Clarisse se tapo los oídos

Los demás comenzaron a hablar al mismo tiempo todo lo que necesitaban, se escuchaba que quería torres, trajes, seguridad, ropa (esa fue Lucía), libros, nuevos celulares, autos, armas, Jets, zapatos, recámaras, etc.

—Es suficiente, tratare de brindarles lo que necesiten con prioridad, pueden ir al piso 65, ahí tenemos habitaciones— dijo John sobre todas las opiniones, Lucía señaló su vestido— les llevarán ropa.

Salieron del cuarto de controles, en el elevador seleccionaron el botón para el piso 65.

—La próxima vez solo digan lo que necesitan— se quejó Clarisse parecía que estaba tratando con niños pequeños.

—Yo dije mis prioridades—contesto Connor

—Un nuevo auto último modelo no es prioridad, uno de carreras nos sirve más—opino Edward

Las puertas del elevador se abrieron, ante ellos tenían un pasillo alfombrado con puertas a los lados en ellas habían placas doradas, en cuanto salieron del elevador en cada placa apareció un nombre.

Cada uno camino a la habitación que le correspondía.

La primera era de Astrid, parecía que después de leer sus gustos transformaron desde la sala de control sus cuartos.
Las paredes eran azules pero los dibujos de olas se movían, la cama era enorme con cojines morados y blancos, sobre su tocador estaba un nuevo celular de cristal tan delgado como una hoja, tocaron su puerta y al abrir estaba lo que sería su uniforme, pantalón de una tela gruesa negro, una blusa blanca con cuello como a ella le gustaba, en la esquina tenía dibujado una gota dentro de un remolino azul.

Lucía estaba a gusto con su blusa de tirantes y la llama dibujada en una esquina pero odiaba los pantalones, tenía que usar uno negro, pronto propondría un nuevo uniforme, quizá un vestido o short, su cuarto le parecía normal, estaba acostumbrada a recámaras aún más grandes pero no se quejaba le gustaba que en las paredes apareciera su elemento, las fogatas la tranquilizaban.

Clarisse creía que el símbolo de su blusa no le quedaba, era un ojo, investigó en su nuevo celular, al parecer se llamaba el ojo que todo lo ve, ¿ella lo veía todo?, se bañó en la tina súper elegante que había en su baño y se puso una bata para dormir que le dejaron en el armario, las paredes de su cuarto solo cambiaban de color no había nada especial en ellas, estaba cansada y con solo recostarse quedo profundamente dormida.

A Drew le encantaba su nuevo cuarto, por el balcón entraba el aire revolviendo su cabello, las paredes creaban líneas en tonos azul claro, su playera tenía un símbolo de un remolino pequeño.

Connor quería una habitación más grande, necesitaba más espacio, su uniforme era un asco, tres metales eran su símbolo, lo odio por completo, el pantalón negro le agradó pero era de esas telas gruesas para que no te pasará nada y le incomodaba, sus paredes eran doradas, se baño rápido para poder dormirse, no tenía con quién hablar porque en su nuevo celular no había ningún contacto, ni si quiera de chicas.

A Edward se le hacía cómodo, su recámara parecía un pequeño bosque de día porque si hubiese sido de noche sale corriendo, seguía traumado por lo que acababa de vivir, le gustaba mas la adrenalina que sentía al manejar un auto celestial al máximo en velocidad en una carrera que ser perseguido por naves con misiles las cuales intentan matarte. Detestaba que su playera tenía una planta con tierra, el no se dedicaba a sembrarlas, el podía retumbar la tierra, crear huracanes de arena, levantar un bosque entero—eso todavía no lo intentaba ni siquiera sabía si lo podía hacer— pero con ese dibujo parecía que era jardinero.

A las 4 am todos dormían en sus respectivas habitaciones, descansaban tranquilamente siendo monitoreados por guardias y por el mismísimo presidente.

Clarisse era la única que se movía de un lado a otro en su cama, hablaba muy rápido, a veces temblaba pero de repente volvía a la normalidad, solo ella sabía lo que estaba soñando, quizá no eran solo sueños, Clarisse estaba viendo el futuro.

En el cuarto de control creaban lo que sería el área de entrenamiento, John quería que todo estuviese listo para cuando despertaran, por otra parte diseñaban los autos que usarían, no sabía si hacer uno grupal o individuales, haría de los dos, estaba muy feliz, se sentía tranquilo sabía que está era una nueva oportunidad para traer la paz al mundo.

A miles de kilómetros en Kingdom, Evan aún estudiaba a los descendientes, investigaba sus rutinas, que significaba cada movimiento que hacían con las manos, en especial de Astrid la chica del agua, quería saber todo sobre ella aunque su misión era matarla, mejor dicho era su obligación hacerlo.

—Príncipe, la misión ha fallado, los descendientes escaparon por una ventana, se fueron volando.

—¿Vuelan?— preguntó enojado

—No, el chico del aire hace que floten esa palabra es más exacta

—Ustedes no sirven, entre más tiempo duren más fuertes se volverán y será difícil acabar con ellos—respiro hondo para lo que iba a decir— no importa si no llegan vivos, captúrenlos, si es necesario mátenlos antes, si no lo hacen los mataré a ustedes.

Su mirada era cruel.

Tenía razón su papá, el amor era una debilidad y Evan Von Köhler no era débil.

Tomo su celular para un holograma.

—Padre se que quieres que desde aquí vigile la misión pero si vuelven a fallar en el próximo ataque, tendré que ir yo.

—Si con esa decisión me los traerás, que así sea

Termino el holograma.

—Lo haré sin piedad— dijo para el mismo en aquella habitación rodeada de videos y fotos de los descendientes.

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