Capitulo 7: Evan Von Köhler

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Un niño de hermosos ojos azules jugaba en el jardín del castillo.

Cuatro guardias lo vigilaban mientras maneja su carrito volador, no se podía elevar más de dos metros y eso le molestaba.

Cuando lo apago se bajo enojado cruzando los brazos.

—Quiero un carrito más grande— chillo

—Hable con el rey— contesto un guardia

Entro al castillo sin limpiarse sus mocasines mostaza dejando huellas de lodo en todo el corredor.

—Papi, quiero otro carrito—dijo jalando el fino saco de su padre para que le hiciera caso.

—No me molestes, voy a una reunión importante y me estás retrasando—contesto arreglándose su corbata.

—Si papi ¿pero jugaras conmigo después?— pregunto haciendo un puchero

—No tengo tiempo—respondió el rey, bajó su mirada hacia el príncipe pero las pisadas lodosas por todo el pasillo llamaron su atención—¡No te limpiaste al entrar!— gritó enfurecido.

—Lo siento se me olvido— el niño retrocedió asustado.

—¡Cállate!, vete a tu cuarto y no salgas— lo tomó fuertemente del brazo para votarlo contra la pared— como dije solo me retrasas—se acomodó su traje y salió.

Dejó al pequeño príncipe en el suelo llorando abrazado a sus rodillas, se sentía culpable por hacer enojar a su papá.

—¿Qué ha pasado Evan?— preguntó la reina Ariadna acercándose a su hijo, se puso de cuclillas y seco sus lágrimas con el ligero suéter beige que traía puesto.

—He manchado el piso y papá me ha regañado, es mi culpa— respondió entre sollozos

Ariadna noto que tenía los dedos marcados del rey con moretones en su pequeño brazo, estaba harta de que Arthur lastimara a su propio hijo.

—Vengo enseguida amor, nadie volverá a tocarte de esta manera

Se levantó enojada, le haría frente a su esposo.

Camino fuera del castillo, sabía a dónde había ido el rey, tomó un carro terrestre porque no tenía tiempo para esperar al chofer e ir en un auto volador.

Pensaba en cómo lo enfrentaría, sus manos temblaban de lo enojada que estaba, el niño tenía siete años, no sabía lo que hacía y Arthur solo lo lastimaba, nunca tenía tiempo para él ni para ella estaba demasiado ocupado pensando en cómo dominar el mundo que se olvidaba de su familia y encima cuando Evan pedía un poco de atención se enojaba.

Era la quinta vez que lo empujaba contra la pared, si no lo detenía un día Arthur se saldría de control y lo último que ella quería es ver a su pequeño en un hospital o peor, muerto.

Miles de pensamientos pasaban por su cabeza, iba distraída con la mente en otra parte.

Un carro venía rápido hacia ella, se dio cuenta y giro bruscamente, su auto derrapó dando vueltas, golpeó su cabeza contra el volante quedando inconsciente, hubiese salido viva si tan solo el carro que venía atrás no hubiese ido al máximo en velocidad para estrellarse contra ella provocando que rompiera el cristal de frente y su cuerpo saliera volando varios metros para caer en el duro asfalto.

El cuerpo de Ariadna Von Köhler yacía sin vida en la carretera.

La noticia no tardó en hacerse viral.

La reina de Kingdom había muerto en un accidente automovilístico.

Nadie entendía que era lo que ella hacia en un carro terrestre sin chofer o quizá solo una persona conocía el motivo.

Esa persona tenía siete años, la llamaba mamá y lo único que sabía es que se fue para defenderlo y jamás volvió.

Los brillantes ojos del niño fueron perdiendo su magia.

Ahora después de diez años frente al espejo de su recámara los notaba opacos.

Todas las noches despertaba a causa de pesadillas en las que su mamá lo dejaba y la realidad no era diferente.

Había crecido con un padre frío y estricto, después de la muerte de su madre lo traían de internado en internado, de todos era expulsado por mala conducta.

Ahora era una ligera copia de su padre, no tan malo, a veces podía ser frágil pero sucedía raras veces siempre mostraba un carácter arrogante, típico del príncipe de un continente.

Asistía a un colegio normal, ya no quería inscribirse en ningún internado más, pero no podía concentrarse en sus materias, toda su atención debería ser para misiones nuevas.

Tenía la misión de encontrar y matar a los descendientes de David.

Salió de su recámara con paso firme al gran salón.

Al entrar todos lo notaron, el era imponente desde su cuerpo hasta sus ojos calculadores e inexpresivos, estaba acostumbrado al dolor a sentir y a causarlo.

En la pantalla principal comenzaba a parecer el primer descendiente.

—El es Drew Badgley— dijo un comandante— tiene el poder de Aire.

Mostraron fotos de él saliendo de la escuela, hablando con un amigo fuera de su casa y flotando en el patio trasero.

—La siguiente es Lucía Dühm, tiene el poder de fuego.

Esta chica era una millonaria de La república,  tenía fotos en su colegio, con sus padres en la empresa Dühm y sacando fuego en su habitación.

—Continuamos con Edward Carlyle, poder de la Tierra

Campeón piloto de carreras celestiales, fotos con sus trofeos y en el parque causando pequeños torbellinos de arena.

—Connor Van Acker, tiene el poder de controlar cualquier metal.

El era de las familias más poderosas, tenían mucho dinero, sus fotos eran impactantes con metales alrededor de él en la escuela, afuera de su casa incluso en los baños.

—Astrid Critchlow, poder del agua

Apareció una chica de unos ojos azules brillantes, Evan quedó impresionado ella era hermosa, en las fotos estaba con un chico y un remolino a su alrededor de repente sintió celos y no sabía por qué, en otra se encontraba evaporando el agua.

—Evan los quiero muertos o si los traes vivos para encerrarlos y usarlos como armas— repitió su padre

De repente sintió que no iba a poder no le haría eso a aquella chica del agua.

—El amor es la más grande debilidad hijo probablamente no estás preparado para esto, enamorarse es morir para este tipo de misiones— dijo como si le leyera la mente.

Sacudió sus estúpidas ideas.

—Claro que si estoy listo padre, los traeré a toda costa.

—La última chica Clarisse Lively la quiero viva nos servirá de oráculo

Evan entendía a lo que se refería su padre.

—Estoy a cargo de esta misión, quiero la ubicación de los chicos en este momento, manden siete autos, no quiero más, los cazaremos poco a poco— mantenía la mirada en la pantalla con la imagen de los seis chicos pero principalmente veía esos radiantes ojos azules.

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