1. La niña.

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Maggie es una niña alegre, siempre lleva en su rostro una hermosa sonrisa. Es una niña muy carismática, vive tranquilamente con sus padres y tiene una increíble imaginación. Siempre, al dormir, vive sueños sorprendentes producidos por su imaginación. Tiene aventuras inimaginables con sus amigos imaginarios. Su imaginación es una completa locura, es un mundo mágico donde sólo las mentes más locas e iguales a la de Maggie pueden ir.


Eran las 8:33 minutos de la noche, pues así lo indicaba el reloj junto a la escalera. La niña Maggie aún jugaba con sus muñecas en la sala, imaginaba que eran princesas extraterrestres que invadían la mansión de algún científico loco. Ella es así, su imaginación para todas las cosas es abierta, a veces les da un significado totalmente diferente, puede creer que es otra cosa con tan sólo imaginárselo.

Ella seguía allí, con su piyama puesta, acaba de bañarse para irse a dormir, pero aún tenía ganas de seguir jugando.

Su padre sentado en su sillón de cuero, terminaba de leer un libro, el cual trataba de la imaginación de un niño que podía salvar a la humanidad. En cierto punto era algo extraña esta temática, pero le gustaba cada vez más que lo leía.

Su mamá terminaba de lavar los platos de la cena y sus abuelos acababan de llegar de una reunión familiar a la cual los padres de Maggie no pudieron asistir.

A fuera de la casa, una tormenta azotaba la ciudad. En ciertos momentos, Maggie, llegaba a asustarse por los relámpagos y corría hasta su padre, el cual lograba calmarla y le decía que todo iba a estar bien. Luego le besaba la frente y ella volvía a jugar con sus muñecas.

—Hora de ir a la cama. —dijo la madre de Maggie mientras secaba sus manos con una toalla.

La niña, muy obediente, se levantó, guardó la casa de muñecas y éstas en su caja de juguetes que estaba cerca de las escaleras y, acto seguido subió hasta su habitación. Sus padres la alcanzaron en cuestión de segundos.

Una vez que el Sr. y la Sra. Bowen llegaron a la habitación de Maggie, ella se encontraba allí, en su cama, esperándolos atentamente. Tenía entre sus brazos su mariposa de peluche, y ya se encontraba arropada por su sábana de estrellas. Era algo extraño para los padres de la niña, ya que, en cada noche, cuando iban a darle las buenas noches, justo como en ese momento, la niña se encontraba mirando las estrellas de colores brillantes que están sujetadas al techo del cuarto.

Aunque siguiera lloviendo fuertemente afuera, era una noche ideal para dormir tranquilamente.

Ambos se acercaron a ella. Su padre le dio un beso en la frente como siempre suele hacer y su madre hizo lo mismo. La niña les regalo una hermosa sonrisa, tratándoles de decir que eran los mejores padres del mundo.

—Los quiero mucho. —dijo la niña aún con su sonrisa.

Demostraba mucha belleza y simpatía: su cabello era dorado y ondulado, su piel clara, sus ojos azules y una hermosa sonrisa de la cual sus padres nunca se cansarán.

—Nosotros también te queremos mucho. —respondió su padre con una sonrisa en su rostro.

Nuevamente Maggie sonrió y hasta llegó a sonrojarse.

—Buenas noches, mi niña. —le dijo su madre mientras tomaba su delicada mano.

—Qué descanses y sueñes muchas locuras. —añadió su padre.

Su madre le soltó la mano lentamente, su padre apagó la luz, pero dejando encendida la luz de noche, la cual era una pequeña lámpara conectada al conector al lado de la cama. Pero aunque todo fuera perfecto, no todo siempre es de color rosa. Lo peor iba a ocurrir esa noche cuando Maggie se durmiera.

Ella no esperaba eso, nadie se lo esperaba, pero de igual manera iba a ocurrir.

El Reparador de SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora