8. El Reparador de Sueños.

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Durante unos segundos los padres de Maggie se quedaron helados delante tal imagen, pues, ellos mejor que otra persona saben que él es el Reparador de Sueños quien ha venido a visitarlos. Estaban atónitos; no podían creer que él fuese a visitarlos en serio.

—Buenas noches. Soy el Reparador de Sueños. ¿En qué les puedo ayudar?

Ambos aún estaban sin decir una palabra. Entonces el padre de la niña tragó saliva y se dispuso a hablar.

—Gracias por venir. —dijo simplemente. —Soy Stephen Bowen, el padre de la niña. —se levantó y señaló a Maggie. Luego saludó al visitante con un apretón de manos. —Necesitamos su ayuda, por favor.

—¿Cuál es su problema? —les preguntó, acercándose a la cama. Se agachó al lado de ésta y miró a Maggie fijamente, como analizando el problema que tenía.

—Se quedó dormida y no volvió a despertar. —respondió la Sra. Bowen.

Él le tomó el pulso y sintió que aún seguía con vida.

—No está muerta. —dijo. —Aún está viva, gracias al cielo. —miró a la Sra. Bowen y al padre de la niña. Después volvió la mirada a la niña. Suspiró profundamente —Aquí tienen otro tipo de problemas.

—¿A qué se refiere? —le preguntó la madre de la niña.

Entonces él la miró y ella al verle el rostro, notó que lucía más joven en persona que en el recuadro en la casa de Mary Williams. Parecía un hombre de unos 43 años de edad. No tenía arrugas en su rostro. Ni barba, ni bigote. Claro, si tenía la nariz fina, los ojos color verde claro y la piel clara. Por supuesto que, llevaba puesto su traje elegante y su sombrero con el lazo rojo.

Soltó el atrapasueños y un maletín negro que llevaba sujeto en la otra mano. El extraño y hermoso búho dorado voló hasta ponerse en posición sobre la lámpara de Maggie.

—Aquí tenemos otro problema de otra magnitud. —volvió a decir.

—¿Cuál? —preguntó la madre de la niña.

—Disculpe, ¿cómo se llama? —le preguntó el Reparador de Sueños a la madre de la niña.

—Marisa Bowen. —respondió.

—Bueno, Sra. Marisa y Sr. Stephen, lo que tenemos aquí no es un problema sencillo, pero tampoco imposible. Como sabrán, me dedico a reparar sueños de personas que estén defectuosos, no hacer despertar a la gente de ellos. No. Ese no es mi trabajo.

—¿Quiere decir que no puede ayudarnos? —preguntó el padre de la niña con un tono de voz diferente. Indicaba que se molestó un poco al oír las palabras del Reparador.

Él se quitó su sombrero y lo colocó sobre la cama. Les dio a conocer su cabello color negro.

—Les dije que no es un problema sencillo, pero tampoco imposible. —comenzó. —Lo que tenemos aquí es que la niña ha sido cautiva de sus propios sueños. No los tiene defectuosos. A eso se debe que no despierte, por eso es que aún está viva.

—¿Y qué podemos hacer para que despierte? —dijo Marisa, la madre de Maggie.

—Alguien debe ir a buscarla.

—¿Cómo? —preguntó el padre.

—Alguien debe entrar en sus sueños y traerla de vuela. Alguien con habilidades y trucos. Alguien que conozca mucho este tema con delicadeza y sutileza.

—Usted. —le dijo la madre.

Por un momento el Reparador de Sueños se quedó en silencio, pensando en si tenía estas habilidades de hacerlo.

—No puedo. —respondió.

—¿Por qué? —dijo casi desesperada Marisa.

—Por favor ayúdenos. Contamos con su ayuda. —habló el padre de Maggie.

—Es algo muy difícil. Mi trabajo es reparar sueños defectuosos. —dijo tomando su maletín. Indicando que iba a marcharse. Luego se colocó el sombrero.

La Sra. Bowen se levantó y se interpuso delante de él. Acto seguido hizo lo mismo el padre de la niña.

—Por favor, se lo ruego. Ayúdenos. —dijo la madre de la niña, y estaba a punto de llorar. —Usted es nuestra única esperanza.

—Por favor. —dijo el padre.

Pensó bien las cosas. Miró a la niña y después a los padres.

—Está bien. —dijo, y, ellos sonrieron. —Lo haré. Creo que tengo lo suficiente para ir y traerla de vuela. Pero eso sí, será difícil encontrarla, no sé lo que me espera ahí dentro. Me llevaré mi maletín de trucos y mi atrapasueños para tener más ayuda.

Se volteó y miró fijamente a la niña. Puso su maletín sobre la cama y lo abrió.

—¿Cuál es su nombre? —le preguntó a ambos. Comenzó a hurgar entre el maletín de trucos.

—Maggie Bowen. —respondió el padre.

—De acuerdo... —dijo y suspiró. —Búho, ven. —el búho dorado salió volando y aterrizó sobre el hombro del Reparador.

Entonces sacó una pequeña esfera de vidrio con un tapón de madera, que dentro llevaba un líquido azul. Le quitó el tapón y un olor extraño comenzó a salir.

Se echó un poco en la otra mano y luego volvió a taparla. Se frotó el líquido azul con la otra mano libre y luego colocó sus manos sobre la frente de Maggie.

—Hasta pronto. —les dijo a los padres de la niña. —Haré todo lo posible por traerla.

—Muchas gracias por todo lo que está haciendo. —le dijo Marisa.

De la frente de Maggie y las manos del Reparador comenzó a salir una luz blanca que se fue expandiendo por toda la habitación.

—No hay de qué. Nos veremos muy pronto. —concluyó y la luz terminó de reinar en el cuarto. Y pareciera que lo que hubiese dicho fuese sólo un eco.

Los ojos de ambos padres se cegaron y cuando volvieron a abrirlos el Reparador de Sueños no se encontraba.

Todo había pasado muy rápido, que no se dieron cuenta si se esfumó, pero una cosa es segura: se había adentrado en los sueños de Maggie e iba a hacer todo lo posible por ayudar a esta desesperada familia y traerla de nuevo a casa.

El Reparador de SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora