24. La despedida.

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El ave se detuvo en el mismo balcón del cual habían partido la última vez. Todos bajaron. Las hadas y Washer se dirigieron hasta la reina Star, quien acababa de llegar. Ella los miró con un rostro de que acababa de ver a un fantasma.

–¡Están bien! –dijo al verlo, con mucha alegría.

–Sí, lo estamos. –respondió Washer.

El Reparador fue el último en bajar. La niña Maggie corrió hasta la reina y le dio un fuerte abrazo. Se miraron fijamente y ella le dio un beso en la frente.

–Deben irse ahora mismo. –dijo el príncipe Finnick. – Tal vez si mandamos a unos guardias lo más pronto posible tengan el tiempo suficiente para irse.

–¿A qué se refiere? –preguntó el Reparador, quien se ganó la mirada de todos.

El príncipe miró a la reina, y luego ella al Reparador.

–Acaban de desatar la peor guerra. Deben irse a su mundo ahora mismo. –dijo la reina.

–¿Qué? –preguntó confundido el príncipe Joel.

Al parecer la guerra que hubo hace poco en el tablero, había acabado con la rivalidad de las reinas, quienes mandaron a sus caballeros a pelear en sus nombres. Pero ahora que la reina quería al Reparador y a la princesa para llevarla hasta la realidad, donde ella creía que iba a reinar también, desataron otra guerra.

La reina malvada Miranda había liberado al guardián y a sus criaturas cazadoras. El príncipe Finnick y la reina Star iban a ordenarles a sus guardias y caballeros a proteger a toda costa a Maggie y al Reparador.

–Deben irse ahora. –ordenó el príncipe Finnick.

–No sin antes despedirme. –dijo el Reparador. Se acercó a las hadas.

Ellas lo miraron fijamente.

–Esta es la despedida. –anunció él.

–¿Nos volveremos a ver? –preguntó el hada azul.

–No lo sé.

–Sabemos que debes irte. Ten mucho cuidado. –le dijo el hada púrpura.

–Gracias por todo. –les dijo él. – Cuídense.

–Siempre lo hacemos. –respondió el hada azul. Luego ellas y él sonrieron.

–Te debemos agradecer a ti. –dijo el hada verde. – Por haber aparecido en nuestro camino y llenarlo de aventura, risas y acción.

–Es cierto. –dijo el hada rosa. – Nunca nos habíamos sentidos más vivas.

–Te vamos a extrañar. –dijo el hada roja.

–Cuídate, Reparador. –dijo el hada púrpura.

–Te queremos. –dijeron todas al mismo tiempo.

De sus ojos comenzaron a caer lágrimas, pero eran de felicidad. Felicidad aquella que le producían esas criaturitas. Fugazmente, aparecieron todos los recuerdos que habían vivido juntos en la mente del Reparador.

–También las voy a extrañar. –finalizó con ellas.

Se acercó a Washer y le dio un apretón de manos. Se regalaron una sonrisa.

–Te voy a extrañar, amigo. –le dijo Washer.

–Y yo a ti, científico loco.

Fue hasta la reina, le dio las gracias por todo lo que les había ayudado. Y luego a los dos príncipes.

–Rápido, antes de que aparezcan las criaturas cazadoras de la reina y el guardián. –dijo el príncipe Joel.

–Andando. –dijo el Reparador mientras enfocaba su mirada en Maggie, quien se despedía del resto. – Es hora de irnos.

–Bien... Starship los dejará en el bosque que está cerca del tablero, porque de seguro esa será una zona protegida por las criaturas y es probable que el guardián ya esté merodeando esa zona. –dijo el príncipe Finnick. – No se dirijan al tablero, será una zona peligrosa, una zona de guerra. Sigan su camino y escapen.

–Está bien. –dijo el Reparador. – Muchas gracias por todo.

Ambos caminaron nuevamente hasta el balcón y se montaron en Starship. El ave abrió alas y se alzó en dirección al bosque. Le echó una última mirada a ese grupo de hadas, a Washer, a los príncipes y a la reina, quienes lo habían ayudado a hacer su trabajo.

–Ahora somos nosotros. –le dijo a Maggie. – Hay que ir a casa.

El ave rugió y siguió su camino hasta el bosque. Los dejó sanos y salvos cerca de unos árboles huecos.

Corrieron sutilmente en dirección al tablero, algo que no debían hacer. Se detuvieron porque escucharon el rugido de la misma bestia, o "guardián" de la reina Miranda.

Se escondieron tras unos arbustos y presenciaron la batalla que se estaba llevando a cabo sobre el tablero. Eran los caballeros de la reina Star y los de los príncipes, contra la bestia dragón-mutante de la reina malvada, y también sus caballeros y criaturas cazadoras.

–Mejor quedémonos aquí. –le dijo a Maggie, aún escondidos detrás del arbusto.

Era una buena idea porque después de todo, si seguían su camino en el bosque, de seguro iban a perderse, y si intentaban asomarse sobre el tablero, de seguro iban a morir.

Ahí se quedaron, escondidos. Iban a esperar hasta el siguiente día para poder llegar hasta el punto de llegada del Reparador, que fue donde cayó desde las alturas e impactó contra el pequeño lago en forma de corazón, porque ahí era donde podían abrir el portal de conexión.

El Reparador de SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora