—Así es chicas, ponganse cómodas, no teman, esto es por ustedes. —dije haciendo ademanes hacía los sillones con revistas en ellos a las chicas que se acercaban y a las que ya estaban.
—Oye, ¿Hay más de estos disponible? —se acercó una chica junto a su amiga hacia el lugar donde me encontraba junto a Sara.
—Me temo que no, los vestidos que ven son únicos; me refiero a que sólo hay uno por venta, a ninguna chica le gustaría ver el vestido que lleva en otra chica mientras se da el baile, queremos sentirnos únicas esa noche. —dije yo acercándome y mostrándole como funcionaba, pues en los catálogos se veía que una vez que pagaban por el producto éste se encontraba marcado en rojo, osea tachado. —Pero claro, hago excepciones, si tu amiga y tu quieren ir iguales al evento, si tienes una gemela y no conciben la idea de no parecerse.
—Oh, entiendo, me parece fantástico, ¡Ya no tendré que preocuparme porque otra chica lleve mi vestido! —la chica soltó un suspiro de alivio mientras que algunas que escucharon asintieron estando de acuerdo. —Entonces quiero pagar por este.
—Perfecto. —dije para pasarle los galeones que recibía a Sara, que se ocupaba de la administración.
El dinero que saldrá de esto irá directo a mi cuenta, obvio que parte de ello irá para Sara, mientras que lo otro lo reservaré para el imperio que crearé. El nombre de Aqua Seller dejará huella.
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En aquel momento nevaba considerablemente en el castillo y sus alrededores, el carruaje de Beauxbatons parecía una calabacita azul cubierta de escarcha, mientras que el barco de Durmstrang tenía las portillas heladas y los mástiles cubiertos de escarcha también. Abajo en las cocinas, los elfos domésticos se superaban a sí mismos con guisos calientes y sabrosos, y postres muy ricos. La única que encontraba algo de lo cual quejarse era Fleur Delacour, que cada vez que me encontraba cerca de ella se sobresaltaba y se encogía por momentos, pero luego parecía recomponerse.
—Toda esta comida de Hogwag es demasiado pesada —la oímos decir una noche en que salíamos tras ella del Gran Comedor (Ron se ocultaba detrás de Harry, para que Fleur no lo viera)— ¡No voy a podeg lusig la túnica!
—¡Ah, qué tragedia! —se burló Hermione cuando Fleur salía al vestíbulo—Vaya ínfulas, ¿eh?
—Pues que no coma y listo. —Sara le echó una mirada algo molesta a Fleur, y por lo que sé, no tienen una excelente relación por las actitudes que Fleur tiene, como estas.
—¿Con quién vas a ir al baile, Hermione? — Ron le hacía aquella pregunta en los momentos más inesperados para ver si, al pillarla por sorpresa, conseguía que le contestara. Sin embargo, Hermione no hacía más que mirarlo con el entrecejo fruncido y responder:—No te lo digo. Te reirías de mí.
¿Reírse? Bueno, si, capaz se ría al no creerlo, pero al verlo se infarta.
—¿Bromeas, Weasley? —dijo Malfoy detrás de nosotros, a la vez que le echaba una miradita a Sara.— ¡No me dirás que ha conseguido pareja para el baile! ¿La sangre sucia de los dientes largos?
Y… la cagó.
Harry y Ron se dieron la vuelta bruscamente, pero Hermione saludó a alguien detrás de Malfoy: —¡Hola, profesor Moody! Malfoy palideció y retrocedió de un salto, buscándolo con la mirada, pero Moody estaba todavía sentado a la mesa de los profesores, terminándose el guiso.
—Eres un huroncito nervioso, ¿eh, Malfoy? —dijo Hermione mordazmente, y ella, Harry y Ron empezaron a subir por la escalinata de mármol riéndose con ganas. Por otro lado Sara se le quedó viendo sería al platinado que aunque mirada al trio con enfado aún miraba a la castaña.
—Me haces pgeguntagme si fue buena idea aceptag ig contigo al baile. —Sara solamente dijo eso para luego negar con la cabeza con decepción e irse por las escaleras sin voltear atrás.
—Sé que te criaron de esa manera, pero si de verdad estás interesado intenta hacer el cambio por ella porque así no la vas a ganar; puedes hacerle mil detalles y hablarle bonito, pero si haces algo como esto cada vez que estamos juntos, aunque sea una sola vez, la perderás. —dije llamando la atención de Draco, pues yo soy su puente hacia Sara. —No es necesario que te transformes en alguien que no eres, sólo basta conque omitas ese tipo de comentarios y gestos despectivos hacia los mestizos e hijos de muggles; es lo único que a ella le importa.
Devuelta con el grupillo de amigos, llegué en el momento en que la lechucita de Ron revoloteaba por sobre sus cabezas con un rollito de pergamino atado a la pata, golpeaba como loco encima de la barandilla adornada con carámbanos. La gente que pasaba por allí lo señalaba y se reía, y unas chicas de tercero se pararon a observarlo: —¡Ay, mira qué lechuza más chiquitita! ¿A que es preciosa?
—¿Verdad que sí? —asentí a los comentarios mientras veía a la lechucita más linda que había visto en mi vida.
—¡Estúpido cretino con plumas! —masculló Ron, corriendo por la escalera para atraparlo— ¡Hay que llevarle las cartas directamente al destinatario, y sin exhibirse por ahí! Y allí está su dueño, una bestia con la sensibilidad de un camionero.
Por la tarde salimos del castillo: la nieve se hallaba tal cual había caído, salvo por los caminos abiertos por los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons desde sus moradas al castillo. En lugar de participar en la pelea de bolas de nieve entre Harry, Sara y los Weasley, Hermione prefirió contemplarla, mientras yo daba un paseo en la pista improvisada de patinaje del lago negro, calentando el cuerpo, tal vez no puedo entrenar con las espadas aquí, pero al menos puedo mantenerme en movimiento para no perder la racha, y a las cinco Hermione nos anunció que volvía al castillo para prepararse para el baile, recordándonos en el proceso.
—Pero ¿les hacen falta tres horas? —se extrañó Ron, mirándonos sin comprender y pagó su distracción recibiendo dos bolazos de nieve, uno arrojado por George que le pegó con fuerza en un lado de la cabeza, y otro por Sara que le dio en toda la boca del estómago sacándole el aire— ¿Con quién vas?
Pero Hermione ignoró su grito, y unto con Sara nos encaminamos de vuelta al castillo para prepararnos.
