- 8 Horas Orión (Golt)
La suave melodía
Un par de pies danzando a su ritmo.
Ella había danzado, recordaba perfectamente aquellos días en los que su cuerpo se vestía con las últimas tendencias, de colores vibrantes que podían cegar a cualquiera en el momento en que el reflector pegaba en su cuerpo y ella empezaba a moverse. Recordaba los gritos, los silbidos, los hombres y mujeres que la llamaban para que los complaciese en privado.
Su nombre lo había perdido hacía mucho tiempo, quizás fue uno de esos únicos y especiales que la hicieron sobresalir por encima de las otras bailarinas, o fue uno de aquellos normales, que todos poseían y la volvieron alguien que se esforzaba el doble por sobresalir.
Ahora era Orión, una alma poseedora de una segunda oportunidad para hacer algo bien. Le debía su nueva vida a las estrellas, a su compasión, a su inexplicable poder.
Tic
Toc
Mónica debe morir
Sin saberlo, aunque deseándolo, había fusionado su alma a un ser despiadado, que era usado por LA PARCA para asesinar a todo aquel que se interpusiera en su camino. Recordaba vagamente las advertencias, los consejos que les daban los androides respecto a ese misterioso grupo que eran Los Piratas.
Eran seres despiadados, decían, buscaban la caída del modelo artificial que funcionaba perfectamente desde el desmoronamiento de la última nación. Querían crear caos, traer a seres sin cultura, sin inteligencia dentro de los muros de la perfecta Nueva Rodinia.
Orión no sentía un deseo imparable por ver el mundo caer de nuevo, al menos, no en el alma del asesino que ayudaba. Lo que estaba presente en Patrick era un impulso por huir, nervios que lo consumían y la culpa de todas las vidas que había tomado, también un extraño deseo de convencerse que le gustaba ver la sangre y la luz abandonar a las personas.
Era un pirata atormentado, quizás, como todos aquellos que tomaban el camino de la rebelión.
—Sal —ordenó.
Orión sintió un pequeño jalón, el momento en que un cuerpo casi real se formaba a su alrededor y el aire que entró en sus pulmones. Era estar viva de nuevo, tan viva como un Golt podía.
Alguien deja de escribir
Mira San Francisco desde su ventana
Casi puede jurar que el muro cae
—Detrás de esa puerta esta nuestro objetivo —dijo, señalando el número 15 con el dedo—. Tírala.
<<Modales>>
En vida ella había danzado, criada entre las personas de más alta clase y con expectativas bastante sencillas de la vida: conseguir un buen puesto y una familia de prestigio. En la muerte, cumplía las órdenes sin sentido de un simple ciborg, con la enorme posibilidad de destrozar lo que sus conocidos conocían como la comodidad.
Balanceó entre sus manos la hoz plateada. Su casi cuerpo era fuerte, grácil y poseía una letalidad que la asustaba. Apoyó todo su peso en un pie, con un suave movimiento de ambos brazos hacia el frente dejó que la punta de la hoz rozara el metal de la puerta.
Vio la sorpresa de Patrick el momento en que el material se deshacía.
—¿Nunca habías visto un Golt en acción? —preguntó sin borrar la sonrisa socarrona de su rostro.
—Nunca había visto un Golt.
Del apartamento surgió una suave melodía, acompañada de la voz de una mujer, dulce y afinada. Orión dio un paso al frente, sabía que debían hacer, había visto los pensamientos del asesino una y otra vez, dejar rastros no estaba permitido.
Patrick la detuvo sujetándole un brazo con fuerza, no podían entrar de forma tan abrupta, no estaba bien diseñado. Lo único que sabía acerca de la bailarina que debían asesinar era su nombre y el motivo para acabar con su vida, podía ser un ser peligroso y letal, como una criatura indefensa.
El hombre de ojos violetas apunta
Su dedo en el gatillo
La figura de brazos metálicos en la mira
Orión siguió los pasos de Patrick, pisaba en el mismo lugar que él y tenía todos sus sentidos alertas. No quería que ocurriera nada, no quería que su primera misión saliera mal.
El apartamento era espacioso, luminoso gracias a la misma ciudad que se veía desde el enorme ventanal. Había cuadros, esculturas y libros, había arte por todos lados y aquello que estaba prohibido por la misma sociedad, el conocimiento antiguo, el deseo del saber. Las posesiones de la bailarina la convertían en un ser extraño, ansiado por el sistema legar y que por algún motivo no pertenecía del todo a Los Piratas.
Un pirata no mataba a otro.
La bailarina estaba tirada en el suelo, con una botella de vino en las manos y los labios pintados de azul, y rojo, uno oscuro y similar a la sangre. Los ojos idos de la mujer los observaron, una suave sonrisa se pintó en su rostro.
—¿Es por el niño, no? —preguntó.
—Un niño no merece muerte tan cruel —susurró Patrick.
—El mundo no merece muerte tan cruel como la de LA PARCA.
—¿Confiesa haber acabado con la vida de un chico inocente?
—Con la de quien creí era LA PARCA, me equivoqué.
Disparó. La vida abandonó a la bailarina. En el aire quedó solo el sonido del mismo disparo, del momento en que él quitaba otra vida.
Orión lo observó, vio el dolor en su rostro, el arrepentimiento en sus gestos y quiso poder consolarlo; pero ella no estaba ahí para eso, ella solo servía para una cosa y no era consolar. Luego, quizás, encontraría una forma de ayudarle con aquella tristeza que lo embargaba.
Un obstáculo menos
Un testigo menos
Patrick se giró, dejó la pistola contra su pierna y abrió los labios. El aire escapó por ellos, el vidrio detrás de él quedó hecho pedazos, una mancha de sangre se vio en su ropa colorida.
—Mierda —masculló.
Cayó hacia delante, colocó ambas manos para evitar que su rostro golpeara el suelo. Orión se acercó a él con nerviosismo, recordaba lo que había sentido al morir y podía ver ese miedo en él. Se sentó, lo obligó a recostarse contra su regazo.
—Vas a estar bien —dijo—. Dejará de doler.
Tomó la hoz. Y cerró los ojos para no ver como la vida lo abandonaba del todo.
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Hábitos de un Fugitivo
Science FictionNueva Rodinia está al borde del colapso y Jake tiene una sola misión: derrotar al gobierno, pero el tiempo juega en su contra y no todo es lo que parece.