-1 Hora
Perdóname, cariño, disculpa cada una de las heridas, cada una de las lágrimas.
Perdóname, cariño, porque aunque diga que no quería, sé que no lo parecía.
Killer envainó la espada, se dejó caer al suelo presa de algo similar al llanto, solo que esa vez las lágrimas ya no salían. Había algo similar a la sangre en el filo, era dorada, como el polvo de las estrellas. La vio caer al suelo con demasiada lentitud, sin quererlo, sosteniéndose el vientre con una mano y gruñendo cosas sin sentido en su dirección.
—La verdad no espera que ese patético humano hubiera sobrevivido —dijo la niña que había estado observando todo el tiempo—. El último obstáculo resulta ser un Golt débil y un humano herido a muerte.
Jake sostenía la pistola en dirección a esa niña, había sangre en toda su ropa de las heridas que en medio de la pequeña batalla librada contra Killer se abrieron. Y también estaba la de los nuevos cortes. No quería mirar el rostro del hombre que alguna vez amó y que sin piedad alguna llegó a destruir su cuerpo.
Se limpió la sangre que bajaba por su nariz con el dorso de la mano. No sabía qué responder a nada de lo que decía esa niña, cuyos ojos eran violetas. Killer le había pedido que no acabara con la vida de la criatura, pero sin ninguna razón válida para hacerlo, Jake empezaba a cuestionárselo.
Pero él no sería capaz de asesinar algo con apariencia de niño. No cuando eso le había ocurrido a él y el dolor era demasiado reciente, aunque deseaba cobrar venganza contra LA PARCA, o Uno, no le importaba el nombre, solo el responsable.
—Lo que me sorprende es que hayan creído que podían acabar con el único miembro restante de La Trinidad —le sonrió—. ¿Tenían siquiera un plan?
Solo la miró, sin saber qué hacer, qué decir. Él solo había ido por Kurt, por lo que quedaba de él, pero al encontrárselo cualquier esperanza de que pudiesen volver a existir juntos se esfumó. Las órdenes de Uno eran muy claras, debía acabar con su vida y la extraña existencia de Nana.
—Lo interesante es que no aparezcas, Uno —mascullo Nana—. ¿Dónde te escondes?
La niña sonrió.
—No me escondo, estoy ahí —Señaló una pared de cristal en la que se podía observar dos cuerpos deshechos y uno sentado en posición de loto, con demasiados cables conectados a su cuerpo.
Lo siento tanto, que espero las estrellas sean algo bueno para ti
Siempre quisiste verlas, ¿recuerdas?
Jake perdió el conocimiento en algún momento entre ver a Nana levantarse con la hoz en las manos dispuesta a destrozar al ciborg que estaba usando Uno y la espada de Kurt atravesándola de nuevo con facilidad. La pérdida de sangre era demasiada.
Kurt escuchó la orden que le daban. Su falso palpitar se detuvo en ese momento, no podía pedirle que acabara con la vida de la única persona que le importaba en una ciudad destruida y presa del caos como lo era San Francisco. Dejó caer la espada, no lo haría, incluso si el vínculo le rogaba que lo hiciera.
Había una gran diferencia entre pretender acabar con la existencia de un ser inmortal como un Golt y aprovecharse de la fragilidad de un ser humano. No lo haría, no era ese tipo de persona.
—Te ordené algo —masculló.
—Me rehúso.
—Tu naturaleza Golt te prohíbe negarte a una orden, acaba con su vida.
Apretó los puños. No cogería la espada.
—No acabaré con él.
Se acercó al cuerpo de Jake, no tendría que acabar con él para verlo morir. Las heridas eran demasiadas, le acarició el rostro con suavidad, algo que rozaba la ternura. Tragó saliva. Pasó ambos brazos por debajo de él hasta lograr alzarlo e ignoró los gritos de la niña que le pedía se detuviera.
Había una cosa que Jake quería más que muchas, y era ver las estrellas. Kurt no dejaría que muriera sin verlas, sin perderse de su burda belleza.
Lamento todo, lamento herirte y ver cómo mueres
Porque yo viviré, por siempre, atado a ese maniático
Pero siempre estarás conmigo
Nana se puso de pie, no había forma de acabar con un Golt y las estocadas de Killer solo lograban detenerla por un corto periodo de tiempo. No le prestó atención a los gritos de la niña, ni a Killer llevándose el cuerpo moribundo de Jake, ellos no importaban.
Tomó la hoz. La blandió con maestría entre sus manos y acabó con la vida de la niña, no le importó la sangre o el hecho de que en realidad ella no fuese Uno.
Pateó el cristal que protegía el lugar en el que se encontraba Uno. Lo vio y escuchó caer a su alrededor. Se acercó, sin tener idea alguna de sí debía acabar con la existencia del ser que había destrozado Nueva Rodinia o dejarle vivir para ver como todo fracasaba o volvía a una especie de esplendor.
Un par de brazos la tomaron por la cintura con demasiada fuerza. Intentó luchar para zafarse del agarre pero la hoz fue arrebatada de sus manos.
—Nadie le gana a quien tiene el control de los ciborgs y androides, Golt.
Quien le quitó la hoz tomó su cabeza con fuerza, uno de los fragmentos del vidrio fue utilizado para borrar cualquier rastro de la marca que la unió a Patrick y a Jake. Gritó y pataleó intentado liberarse del agarre que ambos ciborgs ejercían sobre ella.
—Tendrás una vida placentera —dijo quien la sostenía—, atada en posición de loto de la misma forma en que yo lo estuve durante tantos años.
Lloró cuando destrozaron la piel de su cuello para implantarle aquello que necesitaría. Su cuerpo perdió fuerzas gradualmente, al tiempo que el dolor se intensificaba y sus gritos se volvían más callados.
—Por favor —suplicó—, por favor.
—Uno no conoce piedad.
La sentaron junto a Uno, le cruzaron las piernas y dejaron que los cables encontraran las terminales a las que debían conectarse.
Nana dejó escapar una última lágrima antes de que Uno tomara poder sobre su consciencia.
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Hábitos de un Fugitivo
Science FictionNueva Rodinia está al borde del colapso y Jake tiene una sola misión: derrotar al gobierno, pero el tiempo juega en su contra y no todo es lo que parece.