Capitulo 1

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Hinata avanzó por la oficina con la cabeza baja y maldiciendo por todos lados. Lo que menos quería era tropezarse con algo. Así que, haciendo esfuerzos y contando los pasos llegó por fin al refugio de su ahora ex oficina. Pegó su nariz a la puerta para leer el nombre del rótulo.

―Hinata Hyuga ―releyó por segunda vez en voz alta mientras abría la puerta y se recargaba en la pared―. ¡Hyuga! Si tan sólo fuera como el detective lo habría visto venir.  Hina, eres tonta. TOOON-TA.

Se dejó caer al suelo, desarmada y sintiéndose terriblemente decepcionada de su compañera de piso. Al recordar sus duras palabras la hicieron sonrojarse y enfadarse consigo misma.

―Un zapato de cada color ―repitió en el mismo tono que momentos antes habían empleado con ella. Se los quitó y acercó lo más posible―. Si es que además de ciega parece que soy daltónica. Debería dejar de comprar el mismo modelo en todos los colores. ―Inspiró profundamente, dejó caer los zapatos y se cubrió el rostro con las manos― ¿Dos días para mudarme? ¡Pero si he pagado mi mensualidad y la de esa maldita bruja!

La que se debería ir es ella con esa doña

"Holasoylanuevazorrasupersexydelamuerte". Debería plantarle cara y decirle que es ella la que se tiene que buscar un lugar donde vivir.― Se levantó envalentonada pero cuando iba a cruzar el umbral de la puerta se lo pensó mejor.

Se dirigió a su escritorio, lo bordeó con pesadez y, con actitud derrotada, se desplomó en su silla ergonómica.

―¿A quién quieres engañar Hina? Por cada vez que tú le vas a plantar cara terminas sirviéndole la cena, prestándole el dinero o perdonándole una deuda. ¡Si hasta le corriges la ortografía de sus informes! ¡Eres más que tonta! ―se regañaba duramente―. Es que no puede ser, eres tonta de buena. Mírate ahora, tienes dos días para buscar un piso. ¡Dos días! Pero, esta vez, mejor que lo compartas con un chico, que seguro es más fácil que no te manipule. Quizá hasta seas tú la que lo haga. ―Con voz sentenciosa y viviendo ya el momento de salirse con la suya volvió a hablar― Ya sabes, si quieres que use minifalda tienes que limpiar el piso, fregar los platos, poner una lavadora y planchar mi ropa.

El sólo hecho de imaginarlo la puso de buen humor. La sola idea de comenzar una nueva aventura no le hacía mucha gracia. Aunque, pensándolo bien, deshacerse en parte de Shion sería para ella un gran alivio. La bruja la manipulaba de forma continua. Usaba su ropa a mansalva con el pretexto de que la pobre Hina no sabía lucir bien un buen vestido, y cuando se lo devolvía, la prenda era imposible de volver a usarse. Sí, definitivamente quizás este nuevo cambio sería para bien después de todo.

Con su carácter alegre se negaba a caer deprimida.

Con la esperanza de que nadie entrase, decidió poner un poco de ambiente en ese momento tan oscuro de su vida. Y es que, perder este módulo privado en el edificio y ser ubicada en un pequeño, oscuro y olvidado cubículo, significaba bajar peldaños en su carrera profesional.

Tanteando sobre el escritorio, se obligó a buscar su pequeña radio. Tenía forma de osito de peluche, regalo de su abuela hacía tantos años atrás. Una verdadera antigüedad de cassette que seguía funcionando y al que le guardaba un cariño especial. Se puso una música marchosa. Si había que despedirse lo haría a su manera.

El sonido de una batería comenzó a marcar el ritmo de la música. Por instinto su trasero empezó a dar pequeños saltitos respondiendo al melódico momento. Decidida a salir pronto de ahí y terminar esa etapa de la forma menos dolorosa, guardó en la papelera lo más básico, entre ellos, sus efectos personales. De un cajón extrajo la foto de Toneri, se la acercó al rostro y sentenció con un dedo.

Tres no son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora