Capitulo 18

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Tsunade se encontraba detrás de la cortina observando con unos binoculares, cuando escuchó la puerta de su habitación abrirse. Reconoció el perfume de su nieta. Con un dedo ordenó que guardara silencio y la llamó con la mano. Cuando Hinata estuvo cerca de ella, la obligó a ocultarse y le entregó los gemelos.

―El hombre que está debajo de aquel árbol. ¿Está leyendo o solo finge hacerlo? ―Dirigía a su nieta cuchicheando.

Obedeciendo a su abuela pudo observar a través de los prismáticos a un hombre ya entrado en años, sentado en una banca. Su sola presencia imponía respeto. Aunque lo que realmente le llamó la atención fue su rostro. Seguramente había sido un hombre demasiado guapo en su juventud y aún lo seguía siendo ahora a pesar de los años. Su boca dibujaba una sonrisa pícara dejando claro que se estaba divertido por la entusiasta espía que lo observaba desde su ventana.

―¿Por qué hablamos bajito? ―la joven miró confusa a su abuela.

―¿Para que no nos escuche? ―respondió con obviedad.

―¿Tú sabes que no nos puede oír aunque lo veas de cerca con esto verdad?

―Me da igual. Ese hombre tiene oídos en todos lados ―le quitó los prismáticos―, ¿Qué te parece?

Hina se giró a su única pariente. Sorprendida se dio cuenta de que esta vez su abuela se mostraba más interesada en algo que no fuera meterse en su vida.

―¿A mí? Muy fácil ―la muchacha se cruzó de brazos y emitió su veredicto― Que ese hombre te tiene muy entretenida.

La mujer dio un salto hacia atrás y miró a su nieta. La tomó de la mano y la condujo hacia la cama. Se llevó la mano al pecho y comenzó a sonrojarse.

―¡Se ha dado cuenta que lo espiaba! ¿Verdad?

―¿De qué va todo esto? Tsunade.

―De ese tipo. ―Señalaba la ventana―, Acaba de mudarse hace poco y ya va como si fuera el dueño del mundo.

―¿Se ha metido contigo? ―la muchacha indignada amagó con levantarse.

―¡Quieta! Yo lo sé poner en su lugar. ―Se acomodaba su cabellera―Una nalgadita no hace mal a nadie. Si siento que se propasa entonces...

―¿Te ha toqueteado?

―Y me ha invitado dos veces a su habitación "a cenar".

―Lalalalalala, no quiero saber lo que viene después.

―¿Y que se supone que viene después, según tú? ―preguntó la mujer cruzándose de brazos.

―¡Ah no! Eso sí que no. Me niego a hablar de tus prácticas sexuales.

―dijo tapándose los oídos.

―¡Niña! Aquí nadie habla de sexo, a menos que yo lo decida. ―Su mirada comenzó a escrutarla―, Por cierto, se supone que tenías que venir con cierta condición y tú, ―la olfateó y fingió sentir asco―, hueles a telarañas.

―¡Tsunade!

La mujer se levantó y con un dedo de forma acusatoria se dirigió a su nieta, demostrando lo molesta que se encontraba.

―¡Niégalo! ―ordenó.

―Te he dicho, no una sino mil veces, que mi vida sexual es sólo mía.

―Cielo, "tu vida sexual" es inexistente.

―No vine a hablar de eso contigo. De hecho, quería contarte que he ganado la campaña de...

Tres no son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora