CAPÍTULO I - Hasta que la muerte nos separe

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Narra YoungJae

–Recluso Núm. 2304, modulo 4, celda 127. Yoo YoungJae. –Dijo el guardia de prisión, tachando mi nombre de la lista de presos mientras le daba al botón que abriría la celda. Mi celda. –Entra.

La puerta empezó a deslizarse lentamente hacía el lado contrario, abriéndose delante de mi mientras hacía un ruido que me obligue a escuchar, al mismo tiempo que yo apretaba con más fuerza mis esposas. Ni siquiera podía moverme, pero sabía que tampoco tenía esa opción. Ya no podía decidir con un si o no en mi vida, ya no podía tomar mis propias decisiones, por lo menos no todas. Ahora ya no era una persona libre, sino un prisionero, un preso como cualquier otro. Para el mundo entero yo no más que una escoria más del sistema y eso no variaba incluso para mi mismo.

–¿Estás sordo? –Volvió a preguntar el guardia, dirigiéndose violentamente hacía mi. Mis ojos se abrieron al verlo tan cerca de mi rostro, mirándome como si con eso tratará de mostrarme su autoridad a base de daño psicológico. Y yo me reí por dentro. No había nada que pudiera asustarme ya, no existía una mirada peor que la de aquel hombre. Así que dirigí mi mirada hacía su pecho, fijándome en la placa de policía que él mismo tenía colgado ahí para identificarse.

Guardia de seguridad Park Chanyeol

Y reí de nuevo al recordar a alguien, aunque no me duro del todo la sonrisa al recordar también los motivos por los cuales yo estaba ahí, tan lejos de mi. Ya no tenía nada que perder, porque en cuanto sujete esa arma, ya lo había perdido todo.

¿Habría algo peor que entrar en la cárcel con veintiséis años y una larga y exitosa vida por delante? ¿Algo peor que saber que estabas ahí por el asesinato a sangre fría de tu novio? ¿Y saber qué él ya no esta ahí, contigo, por qué lo mataron justo delante de tus ojos, siendo tú considerado el único culpable del crimen a pesar de que eso no era cierto?

Incluso aunque saliera de la cárcel mañana. ¿Qué se supone que habría para mi en el mundo?

Mi negocio estaba acabado, sabía que no quedaba ni rastro de lo que una vez fue mi sueño recién cumplido. Tampoco lo recordaba y aunque no lo estuviera, aunque no hubieran destrozado aquel lugar que me costo tanto sufrimiento sacar adelante, nadie estaría interesado en ir. Nadie querría ir a comer o probar los platos de aquel hombre que atracó el banco más famoso de la ciudad y que, esa misma noche, mato a su novio de un tiro en la frente. Y nadie me creería jamas.

Gay, ladrón y asesino. Un buen titular para el diario nacional. Simplemente no podía evitar tenerlo más claro que nunca cuando supe que iba a ser enviado a El Príncipe para cumplir mi condena de tres años de prisión. Sabía que seguramente volverían a ser seis en el próximo juicio, e incluso si mi abogado no decidía abandonarme como ya me había avisado en el juicio anterior, serían muchos más los años que pasaría ahí encerrado. Y no tenía escapatoria, pero tampoco la quería. Ya no.

Realmente debía resignarme, resignarme a vivir encerrado y recluido en medio de toda esa mierda que no tenía nada que envidiarle al infierno. Yo no era un asesino y jamás me cansaría de repetirlo, o quizás sí, porque eso era algo creería. Nadie creería que yo no había matado a nadie, que yo no era psicópata más.

Nadie creería que yo simplemente me convertí en el mensajero.


FLASHBACK –


–¡Ábrela! ¡Abre la puerta! –Grité desde lejos, corriendo como podía hacía el coche mientras miraba detrás mío, tratando de evitar que alguien pudiera ver hacía donde me estaba dirigiendo después de salir corriendo de aquel banco. Ya podía escuchar las alarmas y sabía que la policía no tardaría en llegar, era cuestión de minutos. –¡Johnny, abre la puta puerta! –Grité de nuevo, y antes de que pudiera seguir cagándome en él por su lentitud extrema, oí un ruido proveniente de la parte delantera de mi coche que me hizo saber que ya estaba todo preparado para irnos.

EL EGIPCIO: LIFE IN JAIL [DaeJae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora