CAPÍTULO II - I'm praying for you

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Narra YoungJae

–Oye, esa es mi cama.

Mi cuerpo tembló de nuevo en el momento en el que empecé a escuchar un sinfín de voces en los pasillos de la cárcel, pero no se pudo comparar al salto que di cuando noté como alguien empezaba a zarandear mi cuerpo de arriba a abajo, tal vez tratando de despertarme al pensar que estaba dormido.

–Será mejor que despiertes ahora por tu cuenta o de lo contrario, voy a hacerlo yo. –Volvió a gruñir esa voz, esta vez mucho más cerca de mi de lo que me hubiese gustado. No quería hacerlo, de verdad, pero no pude evitar apretar con más fuerza la toalla entre mis manos mientras me encogía en la cama sin ninguna intención de salir de ella o simplemente dar cualquier paso en falso ante eso.

No sabía como actuar, ni siquiera sabía si era algo correcto moverme un solo centímetro. Aquel iba a ser el primer encuentro con un recluso de la carcel y no estaba seguro de cómo acabaría o de cómo debía actuar delante de ellos, y mucho menos que decir o aparentar, así que simplemente decidí no hacerlo. Mi abogado me había aconsejado plena discreción en los calabozos, que claramente no hiciera nada para llamar la atención, que no tratará de arreglarme o de arreglar a otros y que, sobretodo, no pidiera favores.

"Regla número uno: NUNCA PIDAS FAVORES A NADIE. JAMÁS."

Y eso era algo que recordaría siempre, incluso a pesar de que la persona que tuviera que recordarmelo ya no estuviera para hacerlo. Jamás iba a olvidar ninguno de sus consejos porque realmente, yo ya no podía escapar de ellos.

–Oh, entonces no vas a despertar. Que pena... –Sentenció aquel chico, haciendo un chasquido con los labios que se encargó de que yo escuchara incluso si estaba soñando en el mismo infierno. –Veamos, por donde empiezo. ¿Por los ojos o por la boca? –Agregó, dándome la vuelta encima de la cama con brusquedad y dejando que mis oídos escucharán el sonido afilado de un cuchillo recién sacado de su envoltorio. "Mierda".

–¡No, espera, estoy despierto, estoy despierto! ¿Ves? –Grité sin más, levantando mi cuerpo y empujándolo hasta que mi espalda tocó el cabecero de la cama, justo donde había una pared perfecta para apoyarla en ese momento de vida o muerte. –¡Ya estoy despierto, joder, así que aleja ese cuchillo de mi cara! –Repetí de nuevo, observando con cierto temor el cuchillo que sujetaba aquel chico con su mano, y por supuesto, también observaba sus pocas intenciones de retirarlo. Iba a hacerlo de verdad... –Lo-Lo siento, yo no sabía que esa era tu cama. Perdona. –Agregué, mordiéndome la lengua a mi mismo como castigo por haber sonado tan vulnerable delante de aquel tío, que más que un tío, parecía un mocoso de diecinueve años que estaba apunto de empezar la universidad.

En los pocos más de diez segundos en los que aquel chico se quedó completamente quieto delante de mi, simplemente mirándome y contemplando mi figura como si hubiera visto un fantasma o algo realmente fascinante para él, pude darme cuenta de algo.

Su cara era demasiado familiar para mi. Y yo lo sabía, sabía que yo a ese chico lo conocía, claro que sí. Pero en realidad la verdadera pregunta era: ¿Y quién no?

Sabía que no habían sido mucho más de seis años desde que leí la última noticia dedicada a él en el diario nacional, La Canadiense, justo una semana después de que él y diez jóvenes más fueran detenidos por robar y matar a los trabajadores del orfanato La Alameda, situado en Santo Tomas de la Alameda, un pueblo de las afueras de Madrid. Según fuentes policiales y por lo que había dicho el forense del caso en televisión, en la mañana de un fatídico día de 2014 recibieron una llamada relacionada con un supuesto robo y asesinato múltiple en uno de los orfanatos más conocidos de la comunidad.

Billy el Niño, o así era como lo llamaban en televisión, fue el portavoz de la masacre y al igual que el resto de sus compañeros -todos alumnos y tutelados del orfanato- fueron detenidos, juzgados y encarcelados por separado en diferentes cárceles o centros. Y todo eso sin tratar de llegar a un trasfondo en su caso, sin tratar de llegar a un por qué. Simplemente anticipando la cantidad de hechos horribles que podrían pasar si alguno de ellos quedaba libre o trataba de volver a vivir en libertad. Porque realmente ninguno lo había hecho.

EL EGIPCIO: LIFE IN JAIL [DaeJae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora