Coraje

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La fui a visitar con el extraño presentimiento de que algo no andaba bien.

La encontré mirando fijamente el televisor de la sala donde salía un hombre que anunciaba el clima para el día siguiente.
-No quiero ir, tengo miedo- me dijo sin rodeos.
La miré fijo y le dije:
-Es así y nada más ¡tenés que ir! Porque enfrentar la vida es aterrador, más que enfrentar al monstruo bajo la cama a los 9 años, más que un final de anatomía a los 25, más que... bueno no sé, de cualquier forma, no hay excusa-.

Me miro con desdén y dijo:
-¿Qué estás diciendo? Es muy probable que la mayoría de la gente no viva, si lo que acabas de decir es cierto-.
Se desplazo hacia un lado, enfrentándome, mientras yo la miraba con tristeza:
- Lo peligroso sería no enfrentarla, después de todo, malo es mejor que nada- le dije sabiamente.
-Aunqueee, bueno, vayas o no, vas a seguir viviendo-. Dije despreocupado encogiendome de hombros.

¡Y ahí la atrapé!

-Sola- dijo llorando - Así me siento sin enfrentar la vida, al hombre, a la masa de gente ahí afuera y eso no es vivir. Es un elefante que crece cada día más y me aplasta con cada paso que NO doy-.

Agarró sus cosas, quitó la vista del espejo y salió por la puerta. Escuché como cerró la puerta con cerrojo y, mientras escuchaba el rugido del motor de su auto, aunque me pareció un paso muy valiente, fue algo muy tonto haber dejado su coraje encerrado en la casa.

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