Era de noche. Era un escenario gracioso. Era un barrio residencial, lleno de árboles a los costados de la calle; en uno de ellos había clavado un bolante de tarot. Nadie a la vista.
Caminé el recorrido de árboles hasta la parada de colectivos, desde la parada los árboles parecían formar un pasillo interminable.
El colectivo no venía. Podía ver el verde que marca el comienzo del verano de las hojas aún en la oscuridad.
Una luz se encendió en una de las casas más alejadas de la parada, cerca del final de esa simil boca de túnel de sombras. Pensé que era la luz al final del túnel que finalmente venía por mi. Casi que la siento acercarse poco a poco y a mi dándole la bienvenida. Se empezó a escuchar una risa, tal era el silencio, que la sentía venir de todas partes.No la escuchaba, la sentía. Y sentí miedo.
Amagué a levantarme y caminar en la oscuridad hacia la siguiente parada. Al menos el camino hacia la otra parada tenía luces de calle.
Pero vino el colectivo y me fui.LLegué a la ciudad más temprano de lo esperado. En lo de mi amiga éramos solo ella y yo. O tal vez solo yo.
Ella no paraba de discutir con su novia por teléfono.Salí al pequeño patio, porque ni encerrada en el baño podía fingir que no escuchaba los gritos.
El patio era un pequeño cuadrado de baldosas grises con, por muy extraño que les parezca, un árbol de bananas en el costado derecho. Estaba decorado cual árbol navideño con cartas de Tarot, un viejo truco de mi amiga aulladora para auyentar las malas vibras.Me entretuve mirando las cartas pensando en el árbol del túnel de la parada de casa, cuando la luz del patio se apagó.
Parecía que todo el vecindario se habia quedado sin luz, pero mi amiga con carga completa, datos completos, no paraba de descargar lo que parecia todo el vocabulario aprendido durante su vida en la tierra.
Casi que empecé a sentir lástima por la pobre criatura del otro lado del teléfono, mientras mi cabeza giraba hacia arriba concentrandose en lo último que brillaba esa noche.
Las estrellas, que se encontraban tan apretadas entre tantos edificios que parecían pedir auxilio para escapar.Volví a escuchar la risa. Desconcertada y debo admitir, asustada otra vez, miré alrededor.
Todos los edificios circundantes estaban sin luz y no parecia haber señales de vida que viniera de ninguno de ellos.Y entonces la vi.
La risa provenía de una silueta de la terraza del edificio más alto que rodeaba la casa de mi amiga. Se encontraba tan arriba que solo podía distinguir la silueta por ser más oscura que la noche que tenía detrás.
Volví a los túneles de sombras. Uno vertical esta vez, pero un túnel al fin. Solo que esta vez no había luz a la vista. Solo esa risa. Solo esa silueta. Hipnóticas. No queria quitar la vista, pero seguía con la esperanza de que apareciera una luz al final del túnel.
La falta de luz cada vez me inquietaba más.
Ya no escuchaba a mi amiga ni sus alaridos, la risa se escuchaba más fuerte, creí que era el silencio aumentando el eco del sonido, pero baje la mirada de la terraza y ya la tenía detrás.
Lo último que escuché fue a mi amiga gritar.
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Historias cortas
Storie breviHistorias fantásticas no tan fantásticas de todos los días.