Él odia los jueves

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Jueves.

Es un buen día, dirían algunos.

La semana casi termina; no es miércoles, mucho menos un lunes.

No será viernes pero tampoco es martes. Muchas razones para estar triste ese día no tiene.

Que lindo día, dirían algunos.

Pero para él no lo eran. Él odiaba los jueves con toda el alma. Sí, esa en la que no creía.

Los jueves eran tan odiados que podía sentir su alma inexistente royendo su interior.

Jueves.

Esos eran los días para tomar. Y tomar no está tan mal si uno lo hace acompañado.

Él no necesitaba compañía. Lo único requerido eran una buena (o cualquier) botella de whisky y un par de cubos de hielo.

¡Ah, sí! Y un vaso.

Ese jueves no fue tan malo para él (o al menos eso creo yo).

Su ex había puesto un hermoso me gusta en su última foto publicada.

Y si ella la aprobaba, entonces esa foto merecía estar en su perfil.

Tomar un jueves en la noche no era tan malo para él. Ya podía ir olvidándose de lo horrible que era ese día.

Con lo que odiaba sentirse solo. Y el jueves era el día que más se lo recordaba.

Despertarse solo de una buena siesta era lo más horrible que le podía pasar. La soledad no iba con él.

Su querida ex le había dado ese regalo de despedida antes de escaparse de su vida para siempre.

Un departamento solo para los dos,  ocupado solo por él.

Y dolía.

Creerse superior saliendo con mujeres algunos años menores (hasta ahora) había sido y sigue siendo hasta este día su mantra.

Él nunca estaba equivocado.

Él nunca perdía una conversación.

Excepto tal vez con una mujer de su edad.

Por eso no le gustaban.

Y los jueves.

Esos malditos jueves.

Lo hacen a uno tomar cuando no debe, con quién no debe.

La soledad, que cruel compañera de cuarto.

Pero sí, era jueves.

Y ese jueves se animó a hacer algo que yo no creía posible en él.

Ese jueves tenía la foto cuidadosamente aprobada por ella.

Ese jueves tenía el alcohol (espero que haya sido de calidad).

Y entonces me habló.

Creo que de todas las emociones sentidas en un momento así, la única que le ganó a todas las demás fue el miedo.

Y la certeza de que lo último que haría ese día, sería contestar ese mensaje.

Tal vez si no hubiese estado tan segura de la cantidad de alcohol que recorrían sus venas en ese momento,

tampoco hubiese contestado.

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