Realmente creí que esa vez lo había logrado. Lo ví llegar, a la hora exacta en el lugar exacto en que mi amiga me dijo que lo había visto la semana pasada, me coloqué en la misma fila del colectivo a su lado e intentando armarme de valor detuve el primer colectivo que sabía él no iba a tomar y me fui.
El colectivo se alejó rápido, seguro de su recorrido, un rugido del motor, pone segunda y se aleja para siempre; bueno, no para siempre, seguro el recorrido lo hace dos veces, era muy temprano en la mañana.
Pensé, mientras escuchaba a Los Beatles en la radio del colectivo, Let it be. Creo que sino es así, seguramente me empujaba a la calle para que me atropelle un auto, de lo loca que seguramente le habría parecido.
El colectivo se detuvo en la esquina de casa y baje triunfante, triunfante de lo que seguramente sería un lamento eterno o tan eterno como una vida suele alargarse.
Me senté en el cordón de la vereda de casa y sintiendo una lástima por mi misma rayana en lo patético, saqué una bolsa de mi mochila y me dispuse a comer unos dulces.
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Historias cortas
Short StoryHistorias fantásticas no tan fantásticas de todos los días.