Estrecha Lejanía

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Pethrov corría rápidamente hacia Solestherk devolviéndose por el mismo camino que tomó mientras seguía a Garleneinh en su misión, y mientras corría sentía fuertes vibraciones en su muñeca, provenientes de su amuleto de Donitirium, vibraba a tal punto que comenzaba a producirle dolor en su muñeca, lo único que podía reconocer en las vibraciones era un profundo Estado de agonía en la persona que trataba de contactarse con él, trataba de reconocerlo hasta que recordó quien era el único que recurriría a él un caso de emergencia.

—¡Balthazaar! —Abrió los ojos asustado y comenzó a correr para llegar lo más rápido posible a Solestherk.

Mientras corría hacia Solestherk no podía quitarse de la cabeza el inmenso dolor que le estaba produciendo su amuleto de Donitirium, dolor que se acrecentaba
Mientras más se acercaba a Solestherk, produciéndole una sensación de ardor, como si el amuleto de la nada se hubiese transformado en hierro fundido.
La ruta hacia la ciudadela seguía igual que siempre, sin ninguna marca de que hayan invadido el pueblo o al menos de que hubiesen cruzado más personas además de él. Corría a la máxima velocidad que su cuerpo podía otorgarle, sin tomar en cuenta el cansancio ni lo que podría pasar al llegar allá.

A la lejanía se podía ver que el polvo y la tierra generaban densas nubes que nublaban la vista, y no dejaban divisar que era lo que estaba pasando en Solestherk, pero se oían estruendosos golpes que notaban la situación de peligro en la que se encontraba la hermandad. Frenó la carrera y comenzó a caminar en posición de combate por la entrada, poniendo atención a su alrededor con cada uno de sus sentidos, hasta que de pronto sintió que unas pisadas muy ligeras se acercaban a él en carrera. Desenvainó su katana y ya teniendo el peligro en sus narices decidió tirarse de espalda al piso para no ser atacado por la bestia que lo acechaba. Cuando abrió al fin los ojos, pudo ver el estómago de la bestia; tenía un corte a lo largo de todo su vientre, y dentro de él había una sustancia amarilla que albergaba todo un infierno, en los pocos segundos que Pethrov logró ver como los cadáveres de los humanos que consumió gritaban en silencio mientras trataban de sacar las manos del interior de la bestia. La adrenalina que sintió Pethrov fue tal, que logró ver hasta el más mínimo detalle de lo que había dentro de lo que se podía identificar como un lobo, pero 3 veces más grande.

—¿Que eres...? —Dijo Pethrov con un tono de voz sumamente desafiante mientras se paraba del suelo empuñando su espada.

La bestia no hizo más que gruñir, botando sangre de su boca a borbotones mientras rodeaba a Pethrov, dispuesta a volver a intentar su fallido ataque.

—¿No vas a atacar? —Esta vez preguntó con un tono más irónico y agresivo.

Sin dejar de rodearlo, la bestia dio un enorme salto con el que se posicionó al lado izquierdo de Pethrov y en menos de un segundo dio el segundo salto, esta vez con intención de matar.

—Que truco más viejo—Dijo Pethrov mientras saltaba por sobre la bestia, acertando un fuerte corte en el cuello que terminó por decapitarla.

Una vez que la cabeza cayó al piso, Pethrov la tomó como premio y también como material de estudio.

—¿Así que quieres saber quién soy...? —Se escuchó una voz proveniente desde el cadáver del supuesto Lobo—Soy quien puede matarte si me lo propongo, ya me harté... —El cuerpo de la nada se puso de espaldas en el piso, liberando la horrenda masa de cadáveres con el líquido viscoso que había en el vientre de la bestia—¡De perder el tiempo con plastas como tú! —

La voz que se liberaba desde adentro era terrorífica, ya que se escuchaba el llanto de un niño llorando y los gritos de dolor y desesperación de una mujer adulta, provocando que el tono de voz de la bestia se volviera una combinación mórbida de desesperación y sufrimiento que podía llegar a ponerle los pelos de punta hasta el más valiente.

Umbra Inter UmbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora