Capítulo 1

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SeHun grita con fuerza y avienta los papeles que el shōgun* frente a él le había dado, su ceño está fruncido y su labio sufre su furia al ser mordido constantemente y sin cuidado alguno. Se deja caer en su enorme silla que había sido hecha a mano por sus hermosas sirvientas. Soba constantemente su frente con sus pulgares, la irritación es visible en él y el shōgun se limita a mantenerse en pie correctamente sin inmutarse, esperando por la respuesta de su emperador.

- ¿Qué es lo que haremos, señor? -pregunta el shōgun después de notar como su emperador se calma un poco.

-Envíen un terrateniente samurái. -ordena SeHun, levantándose de nueva cuenta. -Dar las órdenes de ir sólo como advertencia, no dañen a nadie a menos que ellos empiecen los ataques. Entre menos muertos, mucho mejor.

El shōgun asiente fuertemente y, haciendo una reverencia, sale de la oficina del emperador. Mientras tanto, SeHun suelta un largo gruñido mostrando su frustración, sin embargo, se mantiene parado en su lugar, sin querer armar un desastre en su ordenada oficina. Desvía su mirada hacía los papeles que minutos antes había aventado y, carraspeando fuertemente, se inclina para poder recogerlos.

Sus ojos se mueven de un lado a otro, leyendo como el imperio Chino exigía cosas que no les pertenecía. SeHun, como un emperador, no se dejaría llevar por simples amenazas escritas en un papel amarillento. No obstante, él nunca subestima a sus enemigos por lo que está levemente preocupado de lo que los chinos son capaces de hacer.

Vuelve a sentarse sin poder mantenerse quieto en una posición y muerde sus uñas con nerviosismo. Un largo suspiro abandonada sus pulmones y soba sus sienes, pensando en qué hacer. No quería arriesgar a más personas, él sólo quería que hubiese justicia por igual y no existiera el favoritismo, aunque él lo sabía: prácticamente estaba pidiendo imposibles.

Unos nudillos chocan contra la puerta de madera que le daba privacidad a su oficina, SeHun grita para que pase quien sea que está tocando y al ver a Chanyeol ahí, sabe que probablemente más malas noticias vengan.

- ¿Y ahora qué? -pregunta con flojera SeHun, tensando la mandíbula.

-Me entero sobre las exigencias de China. -comenta el más alto, tomando asiento frente a SeHun y cruzando las piernas al igual que sus brazos.

-Nunca me imagine que los chinos fuesen tan necios. Quiero decir, lo único que le estamos pidiendo es que dejen de meterse en los asuntos de Corea: esos problemas ni les vienen ni les van, ¿Por qué meterse entonces?

SeHun desvía su cansada mirada a su amigo cuando este suelta una leve risita. Aunque ambos son demasiado cercanos-muchísimo en ocasiones- SeHun jamás se acostumbraría a la actitud despreocupada de Chanyeol y, aunque se lo había dicho miles de veces, su amigo sólo se encogía de hombros y seguía haciendo cosas que sabía que le molestaban.

Chanyeol no es alguien común en realidad, porque su altura lo caracterizaba demasiado. Es de los más altos de aquel ejército que SeHun «lideraba» o «lidero» en algún momento. Su cabello negro con un extraño corte del que SeHun suele burlarse al llamarlo «corte de hongo», sus ojos redondos que siempre parecen desprender felicidad sin importar la situación, las pequeñas ojeras que adornaban tiernamente debajo de sus dos orbes color café oscuro, sus labios un poco más oscuros que el color de su piel, sin ser tan delgados o tan gruesos. Y, por supuesto, las orejas que parecían hacerle competencia a aquel dibujo animado de nombre Dumbo.

Sabe que su amigo es apuesto y no basta sólo con verlo pues las musas y sirvientas del lugar siempre se encargan de llenarlo de halagos que llegan a incomodar a su amigo.

Deoksugung {HunHan}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora