Estaba presente el afable aroma de las lilas blancas, ese delicioso aroma que era ignorado por las dos personas que concurrían la habitación en tal momento, impregnado iba en el aire aunque no era su tiempo del sembrío, su fragancia yacía ahí artificialmente, no como una flor, sino como el jabón espumeante que se acrecentaba dentro de la bañera cuando el mayordomo agregaba más, aun estando su joven amo bajo toda esa efervescencia. El cuarto de baño se encontraba en un ambiente cálido por la temporada estival, pero incluso así la brisa entró por el ventanal y agitó ligeramente las cortinas de tenue color crema, mas el pequeño niño sumergido en la tina no se estremeció; la ligera corriente era como su estación, templada. La ropa del niño tenía su espacio sobre el cuadriculado piso, los anillos a diferencia fueron recogidos por los dedos enguantados de Sebastian. Era, como usualmente solía ser, una mañana que mitigaba cualquier sentido del bullicio, pues los colores matinales que se revelaban desde el cielo, eran las variantes de un suave y tierno naranja matizado con un dócil dorado.
Y como era ya costumbre, Sebastian arrodilló una pierna mientras la otra la flexionó como apoyo, se quitó los guantes, escurrió sobre su mano aquel shampoo con olor aloe –el cual, por cierto, ha usado los últimos años, ya que cuando su amo tenía 11 años, y se hallaban en un momento de trivialidad, éste le dijo que le gustaba el aroma del aloe- y lo restregó sobre el cabello de su joven amo hasta que la blanca espuma comenzó a formarse.
Al tiempo que el cometido del mayordomo era efectuado, una conversación respecto al trabajo, manifiesto de la compañía Funtom, se oía en la habitación.
—No me agradan generalmente las personas que hacen caridad —dijo Ciel, recargando ambos brazos sobre las orillas de la bañera, mientras que en su rostro se surcaba un mirar hastiado, quizás producto del sosiego que apenas iba retirándose por esas horas de la mañana—, empero, en este caso sería únicamente trabajo para la compañía, así que tendremos que estar presentes en aquella inauguración. El Sr. Thomas Barnando insistió, me figura a mí que piensa que ganará una imagen más estimada por la gente si estamos ahí.
—Entonces haré los preparativos para ir a Londres el fin de semana —fue la respuesta deferente de su mayordomo.
—Que sea unos días después de eso. No quiero encontrarme con esos dos tan pronto.
—Como ordene.
Después silencio, el pequeño niño de ojos singulares miró hacia adelante, sentía sobre su cabeza aquellas pesadas manos palparlo, y ese shampoo resbalarse hasta su frente, cerró su ojo maldito, también su entrecejo se frunció ligeramente por la engorrosa sensación de tener a alguien restregando levemente fuerte su cabeza. No quería hablar, todos los temas referentes al trabajo ya habían sido conversados, y rara vez charlaba con Sebastian por simple idea de entretenerse en un rato de tedio; pero entonces escuchó ese ligero sonido de la mofa, como si una persona hubiera reprimido una diminuta risa, o simplemente hubiera sonreído. Habiendo dirigido sus pupilas a su derecha con la intención de ver al hombre tras suyo, pese a que aun haciéndolo no podría hacerlo, quería constatar esa sonrisa del joven mayor. Y sí lo hacía, sonreía suavemente.
—últimamente ha estado usted muy pendiente con su trabajo. Lo ha hecho con diligencia.
—Creo que te diviertes por ese hecho, no le veo la sensatez —respondió el menor volteando hacia su mayordomo, provocando que este último retirara sus manos.
—No refutaré su presunción. —Sebastian tomó la jarra que posaba a su lado y la sumergió dentro de la bañera—. Mas creo que es provechoso el que usted se halle tan atento hacia los asuntos de la compañía. Por favor, cierre sus ojos.
Ciertamente agraviado el menor, hizo caso a su mayordomo y bajó sus pupilas mayores cuando el agua cayó sobre su cabello, en ese momento, únicamente pudo oír el líquido resbalar de forma plácida.
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¡Ciel es FUDANSHI!- Kuroshitsuji.
FanficEra tan extraño su comportamiento últimamente. Sebastian tenía que lidiar con cualquiera que fuera la razón que provocara aquel inusual acto en su joven amo. Entrando a su despacho, Ciel guardaba un libro en uno de los cajones del escritorio, con...