14. Mentir, actuar y...

737 106 104
                                    

El noble se sentó, pues, al lado de las cuatro damas que charlaban entre sí. Captó que sólo tres estaban sentadas, una de ellas estaba frente a la que yacía al lado de él, el resto de sillas reposaban linealmente contra los ventanales, y la única mujer en pie era la que más distaba del conde.

La joven que tomaba su té a la vera del niño era una de las más altas, su ondulante cabello pajizo caía sobre su pecho de porte un tanto orgulloso, su boca revelaba su talante caprichoso y sus ojos eran del goce de algún pecado secreto. Supo él que era ella Lady Catherine cuando la dama sentada delante de ésta le llamó por su nombre.

—¿Has visto, Catherine, aquel mozo que toca el piano por allá? —había dicho casi en un susurro aquella, con una voz un poco afónica.

Ciel observó también a esa chica, le notó más lánguida que la primera, sus ojos apagados eran violetas al igual que su cabello más sinuoso que el de Catherine. Su ligera curva de espalda delataba su baja estima.

—Es muy guapo —profirió Catherine, mirando al pianista de manera codiciosa—; y hasta aquí se escucha su talento. ¿Cómo no le vimos antes?

El conde giró su cabeza a su derecha, a donde la mitad de las damas miraban.

«¡No puede ser!», exclamó en su mente.

Aquel hábil del piano era Sebastian, quien, rodeado ya de admiradores de ambos sexos, interpretaba Ballade No. 1 de Chopin. Ciel no pudo más que mirarle con fastidio.

«¿Ya tan presto comenzó a presumir?».

La dama sentada a la izquierda de la rubia, una joven de semblante más circunspecto, de lentes y de cabellos azules que llegaban hasta la mitad de su cuello pálido, volteó a donde su compañera dirigía su atención. No estaba del todo impresionada:

—Es bien parecido, pero nada fuera de lo común.

—No hay hombre que pueda tentarte a ti —dijo Catherine a su amiga—, en cambio, a mí parece que me gustan todos los hombres.

—Tu predilección hacia todos los varones es peligrosa, Cathy; si no tienes cuidado, un día te lastimarán —advirtió la única dama que se hallaba de pie. Ésta era más voluminosa que las demás, su escaso pelo rubio estaba repartido entre dos trenzas, y su porte era tosco comparado con los de sus compañeras.

—¡Ah, pero a mí no me importaría ser lastimada por ese atractivo pianista! —contestó la mentada.

—Tú no tendrías problemas de prescindir de tu actual amante —afirmó la de gafas—, sin embargo, el pianista, si está en este salón, significa que tiene pareja también. ¿Será él igual a ti y dejará a su amante para estar contigo?

—¿Quién habrá tenido la gran fortuna de tenerle? —preguntó curiosa Catherine. Tomó un sorbo de su té, luego miró ligeramente a su derecha, en donde estaba el joven conde, volvió a su té y pasó un segundo antes de que se percatara a quién había mirado, entonces volvió a con él—. Usted —dijo asombrada, apuntándole con el dedo índice—, usted es el conde Phantomhive, dueño de la compañía Funtom, ¿no es así?

—Sí, un placer —le tendió la mano que gratamente ella tomó.

—¡Ah, conde! Mi sobrina es gran fan de su línea de juguetes. —Catherine rápidamente recuperó su tranquila apariencia.

—Me alegra escuchar eso. —Sonrió cordial.

—Soy Lady Catherine Redmond. —Al presentarse, nombró también a sus acompañantes y éstas asintieron cada una a su manera, mas se notaba la cortesía en todos los asentimientos—. Yo no sabía que estuviera inmiscuido en lugares con éste, no le había notado antes. ¿Desde cuándo frecuenta el Salom?

¡Ciel es FUDANSHI!- Kuroshitsuji.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora