Capítulo 3

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"Lauren." Escuché en un grito desde la cocina, yo estaba con un libro que encontré en la calle encerrada en mi habitación. Me aterraba la idea de bajar las escaleras y volver a encontrarme de nuevo con él y su peste a alcohol. Volví a escuchar mi nombre, y esta vez estaba acompañado con pisadas subiendo las escaleras, ya solo me quedaba cerrar los ojos.


-No has hecho la comida.- Dijo fríamente, yo abrí los ojos y le vi mirándome desde el marco de la puerta.


-No hay comida ni dinero para comprarla.


-Tengo hambre.- Dijo de nuevo bastante determinante. –Podrías hacer otra cosa que no fuera estar tirada todo el día.


-No hay trabajo.- Y en ese momento sentí el dorso de su mano dar con mi pómulo, provocando un dolor agudo en esta zona. Yo cerré mi libro y me levanté para echarle cara.


-Eres una inútil. No sirves para nada. –Dijo mirándome a los ojos fijamente. –Ojalá nunca hubieras nacido.


-Eso me repito yo todos los días cuando despierto.- Y nada más escuchar esas palabras de mi boca, puso la mano en mi cuello, me arrastró a la pared y comenzó a apretar mi tráquea.


-Fuiste la culpable de que tu madre muriera. Solo tú tuviste la culpa, maldita desgraciada.- Yo notaba cómo me estaba quedando de poco a poco sin aire. Sentía todo dar vueltas a mi alrededor, y solo quería desmayarme para que parara, pero no paró. Llevé mis manos a su rostro y arañé toda su cara hasta el cuello. Me sacudió y provocó que mi cabeza chocara bruscamente contra la pared. Sentí un dolor agudo en la coronilla y un líquido bajar por la cabeza.


-¡PARA!- Grité con el poco aire que me quedaba, y al fin me soltó, mis piernas fallaron y caí al suelo.


-Busca un trabajo y trae algo a la puta casa, gilipollas.


Desperté y ni siquiera me asusté de mi pesadilla, de mi recuerdo. Solo cayó una lágrima de mis ojos que rápidamente sequé, después miré hacia el cajón donde guardé la carta y la tuve un rato dando vueltas en mis manos. ¿La abría o no? ¿Qué pondría? La curiosidad me estaba matando, aunque finalmente opté por dejarla en la mesita de noche de nuevo. Como cada mañana me duché y me puse el uniforme, pero en ningún momento la carta salía de mi cabeza. La maldita carta estaba consumiendo mi paciencia.


Al abrir la puerta me encontré a una enfadada Camila cruzada de brazos delante de mí, puse los ojos en blanco y la eché a un lado cerrando finalmente mi habitación. Ella abrió la boca con intención de decir algo, pero yo simplemente eché a caminar, porque no me interesaba nada que ella pudiera decirme.


-En diez minutos tienes que estar en pista.


-Si yo quisiera, podrías estar fuera del ejército.- Dijo a mis espaldas e hizo que me parara por completo. Mi mirada se llenó de odio, y noté que ella se asustó cuando la miré tan fijamente al darme la vuelta.

ARMY; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora