Epílogo.

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Hoy, por fin, era la Nochebuena. Tanto Lauren como yo habíamos decorado nuestra casa acorde con la situación y no podía gustarme más, cada bolita que colgamos en los muebles, creando un camino hacia el árbol de Navidad se iluminaba con la gran lámpara de comedor del salón.


Miré hacia la chimenea encendida y suspiré, puesto que encima de la compuerta para esta de mármol, estaba un portarretrato en el que había una foto nuestra. Nos veíamos genial frente al puente de San Francisco tomando un helado en mitad de una ola de frío. A Lauren no se le ocurrió otra cosa que cuando salimos del hospital, irnos a visitar el mundo, y en medio de aquella ola de frío, pedir unos helados para las dos. Parecía mentira eso de que ya hacía unos meses más de siete años...


Pronto la casa iba a empezar a llenarse con nuestras familias, habíamos conseguido un billete para cada miembro de la familia nuestra, llevábamos cinco años sin pasar estos días tan especiales juntos, y tanto Lauren como yo, trabajamos muy duro para que esto pasara.


Después de nuestro paso por el ejército, unos cuantos inconvenientes nos impidieron volver al cuartel, pero de todas formas, a Lauren le dieron las condecoraciones suficientes como para ser veterana de guerra. Ahora, tanto ella como yo nos habíamos licenciado, yo estaba licenciada en derecho y ella estaba licenciada en arquitectura, aunque hizo también el máster de la carrera.


El timbre sonó y yo corrí a abrir la puerta para encontrarme al fin con mi madre y mi hermana, las abracé fuertemente mientras pasaban al igual que Michael, Clara, Chris y Taylor, que también se llevaron un abrazo mío.


-¿Y Lauren?- Preguntó Chris con una gran sonrisa, parecía mentira cuánto quería a Lauren y al principio la odiaba.


-Está en la habitación, aún no ha terminado, así que no podremos hacer mucho ruido...- Sonreí al pensar en la imagen de mi chica.


Todos fuimos preparando las cosas para cenar, y me sobresalté al escuchar un juguete en el suelo pisado, un pitido, me di la vuelta y miré a Lauren con una sonrisa. Había pisado un juguete de nuestro pequeño con la silla de ruedas. Traía a nuestro pequeño Aiden en su pecho, sujetándolo con un brazo mientras entraba a la sala con una amplia sonrisa.


-Amor, ya le cambié el pañal a Aiden y lo duché. Mira cómo le queda el gorrito de Papá Noel...- Miré a nuestro hijo encogido en el pecho de su madre con los pequeños puños apretados mientras dormía. Aiden no tenía más que dos o tres meses, pero ya se podía distinguir el color de sus ojos marrones tan penetrantes como los míos según decía Lauren.


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ARMY; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora