Capítulo 1.

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—Corre más rápido, Yuu.

—¡Espérame, Akane!

Con su respiración irregular seguía corriendo con aquella chica de cabellos castaños, sintiéndose ambos libre de cualquier preocupación.

La adrenalina se hacía presente con cada músculo que ardía al hacer contacto con el suelo. Sus corazones latían apresurado, lo que de alguna manera los conectaba.

Él ya no podía correr, sentía que su corazón se le saldría en cualquier momento. Jadeante, se detuvo en seco.
Ya no quería competir con aquella chica atlética, sabía con certeza que nunca podría ganarle una carrera.

—¿Te rindes tan rápido?—la castaña se cruzó de brazos y lo miró de mala manera. Odiaba cuando su hermano no usaba todo su potencial.

—Acabo de desayunar—frunció el entrecejo—, además me dijiste que llegábamos tarde cuando en realidad llegamos diez minutos antes.

Ambos sabían que aquello fue una excusa para correr, porque sería difícil quitarle el desayuno a Yuu por un ejercicio matutino.

—Vamos—Akane hizo un ademán y el chico la siguió con pasos perezosos.

La joven de ojos avellanas comenzó a regañarlo y darle argumentos sobre cuán bueno era correr para el cuerpo humano, pero Yuu como siempre hacía oídos sordos a todo lo que decía.

Se detuvo en seco al ver una cabellera rubia en la mesa de estudio. Estaba en la biblioteca, "estudiando" como todas las mañanas y Yuuichirou siempre lo observaba por la ventana como si se tratara de una rutina, le intrigaba todo en él.

Porqué siempre iba a estudiar allí, de dónde provenía ya que el color de su cabello era poco común, la vida que llevaría a cabo, su edad, dónde vivía, a qué curso pertenecía.

Todo en él era un misterio que siempre había estado dispuesto a averiguar.

—¿Yuu?—su hermana se había volteado al percatarse de que el chico ya no la seguía ni escuchaba—. ¿Qué es lo que miras?

Sin saber porqué, el rostro del joven había enrojecido y su lengua había comenzado una guerra interna, sin saber cuál palabra usar.

—Yo...eh...quería saber cuántos alumnos estudiaban temprano.

—No entiendo para qué quieres saberlo, tú nunca te unirás a ellos—dicho ésto, volteó para continuar con su camino, prefirió no indagar más sobre aquel tema.

Mientras tanto, en la mente de los ojos esmeraldas aún pensaba en aquel chico. Cada vez que lo buscaba en la biblioteca no lo encontraba, ni siquiera conocía su rostro, solo su cabello. Muchas veces de las que lo vio por la ventana, se tentó a llamarlo para entablar una conversación o para conocer aunque sea su tono de voz pero nunca se atrevió. No sabía qué le diría y tenía miedo a que lo odiara, aunque su mente decía que aquel riesgo valía la pena.

Iba a tratar de ignorarlo, como todos los días desde que había empezado la escuela pero algo lo detuvo.

Un lápiz.

Un lápiz estaba en el suelo, probablemente a alguien se le cayó.

Pero, ¿y si ese lápiz pertenecía a aquel chico rubio? ¿Y si se había deslizado por la mesa hasta caer por la ventana?

Miró a su alrededor. Su hermana ya se había ido sin él, por lo que estaba completamente solo, lo que significaba que nadie podía interrumpir la escena que tanto había añorado.

¿Valía la pena correr el riesgo? Fue lo que menos pensó al sacudir el hombro de aquel chico.

El rubio se sobresaltó ante aquel contacto, por lo que se obligó a levantar la mirada.

Zafiro contra esmeralda se cruzaron e hicieron una especie de juramento inquebrantable, el cual solo sus miradas intensas entendían.

Se produjo un silencio incómodo, producto de la confusión y nervios que alguno de los dos poseía.

—¿Es tuyo?—Yuuichirou fue el primero en hablar y señaló el lápiz el cual aún estaba en el suelo.

El chico miró su mesa, comprobando si tenía todo sus útiles.

Era apuesto, en toda su definición. Ojos azules como el cielo que estaba encima de ambos aquel día, piel pálida como la mismísima nieve, su cabello rubio contrastaba aquella simpática nariz y los labios rosa pálido; sin mencionar esas pestañas rubias como el oro que combinaba con su cabello.

Era hermoso y por alguna razón esa soledad que lo rodeaba, lo hacía aún más.

—Sí, es mío—dijo después de unos minutos—. ¿Me lo puedes alcanzar?

Yuu accedió pero no tenía idea de cuántas maldiciones se decía el de ojos zafiros en su interior.

Le tendió el lápiz y Yuu no pudo ignorar el contacto que había hecho su piel y lo suave que se sentía.

Al hacer aquello, su mente quedó completamente en blanco.

No sabía qué decirle, no había planeado una conversación en su cerebro para después repetirla. No sabía cómo surgían las relaciones espontáneas, no sabía qué preguntarle.

Así que optó por la pregunta más típica de todas, esperando el rechazo instantáneo.

—¿Cómo te llamas?

—Mikaela Eusford—respondió el joven, aún con su mirada confundida.

El de ojos esmeraldas pudo por fin concentrarse en su voz y en la tonalidad de sus palabras. No era del todo aguda, ni tampoco muy grave. Parecía ser neutro, al igual que su personalidad.

Le sonrió con simpatía, farfulló una disculpa y se fue a toda velocidad, temiendo llegar tarde a clases.

En realidad, temiendo que esa haya sido su única oportunidad para entablar una conversación con aquel chico y que la haya desperdiciado. Se maldijo por eso, pero al menos ya había visto su rostro y había escuchado su voz, por lo que podía estar tranquilo.

En verdad creyó que esa haya sido su última chance de quizás crear un lazo con él.

Qué suerte que estaba equivocado.

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■Primer capítulo de esta historia n.n les advierto que es la historia del típico seme tiermo

Publicaré una vez por semana ☆ o quizás más seguido si me adelanto

Espero que esta historia sea de su agrado y, haberles causado una buena impresión ♡

Nos leemos ■

Piernas de amor.【Mikayuu】#ConcursoMejorFanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora