Capítulo 4.

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Mika miraba por la ventana, con su típico aire desolado. Sus hermanas ya estaban haciendo sus habituales tareas, por lo que él estaba obligado a pasar tiempo solo en aquel lugar.

Solo era una hora, en la que estaba obligado a mirar a la nada y pensar mucho sobre la vida, hasta el punto de deprimirse. La única diferencia era que hoy en su mente solo rondaba Yuuichirou.

Ese chico que lo buscaba sin temor, que le hablaba a pesar de su frialdad, que era lento para no percatarse de su estado actual. Era incluso sospechoso, pero se repetía una y otra vez que a él no le podían quitar nada de mucho valor.

También pensó que lo usaba como medio para acercarse a sus hermanas, pero si lo que le había contado Lacus era cierto, quedaba completamente descartado.

—¡Mi-ka-nii!—gritó una chica, acentuando cada sílaba.

En cuestión de segundos su hermana, la menor de todas, estaba de pie junto a él, acompañada de la silla de ruedas.

Siempre hiperactiva y sonriente a pesar de todo lo que sobrellevaba. Por un momento, quiso parecerse más a ella.

—Lo lamento, esta vez tardé más de lo normal—hizo morros y lo sentó en la silla—. En serio, espero que no te haya importado, la próxima me apresuraré.

—Yo soy quien lo lamenta por ser una carga para ustedes—dijo el rubio con repentino aire depresivo—. Descuida, yo te esperaré todo el día si es necesario.

—¿Ves por qué te prefiero más que a Horn?—abrazó su cuello, pero siguió avanzando—. Eres mi hermanito preferido.

—Fíjate que Horn no te escuche...

La chica lo llevó por los largos pasillos dificultosos hasta llegar al salón correspondiente. Debido a que eran de diferentes clases y edades, nunca tenía la posibilidad de encajar con ninguna.

La única razón por la que Mika no podía tratarse solo era porque los pasillos del instituto no eran aptos para él. Eran muy irregulares y tenían varias escaleras y para peor, sus padres no podían pagar una escuela que sea apta para que su hijo pueda andar en ella.

Cuando entró, los demás alumnos voltearon a verlo por un segundo, pero continuaron con lo suyo. Siempre hacían lo mismo, temiendo de que se tratara del director o algún otro profesor pero nunca acertaban.

Siempre se trataba de aquel chico rubio en silla de ruedas, al cual ya no le gustaba socializar y fulminaba con la mirada a aquel que lo mirara demasiado. Muchos se habían acercado a él por sus hermanas, pero los ignoraba. Incluso si se tratara de otro tema, también lo hacían.

Mikaela observó esas miradas apenadas y de compasión cuando él se dirigía a su asiento. Nadie insistía en hablarle porque creía que pasaba por momentos difíciles, sin embargo nadie se esmeraba en animarle.

Y notó la gran diferencia de esas miradas con las que le dirigía Yuuichirou Ichinose. No se trataba solo del color de sus ojos, si no de la intensidad que conseguía iluminar su oscuro mundo. Estaban llenas de brillo y emoción, para unirlas con su deslumbrante sonrisa, la cual se veía esperanzadora.

Con él, el mundo parecía distinto. Incluso Mikaela se sentía distinto a su lado, se sentía hábil.

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Ya era la hora de salida y Yuuichirou no había aparecido en todo el día.

El corazón de Mikaela se contrajo al percatarse de aquello, creyendo que Yuu ya se había aburrido de él. Si bien se creía una persona poco interesante, tenía la corazonada de que alguien le demostrara que estaba equivocado.

Piernas de amor.【Mikayuu】#ConcursoMejorFanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora