Capítulo 3.

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Akane corría, jadeante y completamente cansada.

Por alguna razón hoy Yuu demostraba todo su potencial, dejándola atrás e incluso ya había desaparecido de su vista.

La chica aún con la respiración agitada sonrió. Desde ayer su hermano estaba ocultando algo, no importaba lo que fuera, ella presentía que era algo bueno.

Por otro lado, Yuuichirou ya estaba dentro de la biblioteca encontrándose al rubio que tanto anhelaba.

Estaba en el mismo lugar de siempre, con la cabeza recostada en algún libro. Para otros sería soledad pero a Yuu se le hacía la idea de que lo rodeaba un aura de misterio.

Esta vez eligió el asiento frente a él. No temía que Mikaela notara que siempre lo buscaba, tampoco nunca había sido una persona muy tímida.

Pero Mika era todo lo contrario. Parecía frío pero le costaba integrarse y eso le daba una especie de inocencia, lo que cautivaba al azabache.

—¿Te gusta el vóley?—alzó la voz el chico para que el rubio se percatara de su presencia.

Somnoliento, levantó la cabeza para encontrarse con el insistente chico que parecía desesperado por establecer un lazo amistoso con él.

—Um, algo así—contestó vacilante—. Ayer empecé a leerlo porque muchos dicen que es bueno...

—¡Eso es genial!—comentó con su típica emoción y los ojos más brillantes que nunca—. Yo también juego ¿lo escuchaste de ayer? ¿Tú también juegas?

Mikaela se estremeció, creyendo por un segundo que Yuu descubriría dos aspectos de él.

—No, no juego—le sonrió incómodo, claramente apenado por dentro.

—¿Por qué no?—los morros que hizo Yuu le parecieron extremadamente tiernos a Mika, pero prefirió ignorar a sus propios pensamientos. Le sorprendía lo lento e ingenuo que podría ser ese chico para no advertir de su estado actual.

—No soy apto para ello, tampoco es lo mío—se limitó a decir, repentinamente frío.

—Yo creo que eres apto cualquier deporte si en verdad lo quieres.

Yuuichirou ruborizado tomó la mano de Mikaela y le dio un leve apretón, en un acto esperanzador para el rubio.

Ambos chicos sentían que aquel contacto ardía. Sobre todo en Mika, quien no sabía cómo reaccionar ni se percataba de la llama de esperanza que revivía dentro de él luego de recibir aquella mirada llena de fe.

—Yo, eh...—titubeó, nervioso y desesperado por salir de aquella situación—. Hay que ir a clase.

Yuu abrió los ojos más de lo normal, como si aquellas palabras lo hubieran devuelto a la realidad. ¿Qué era lo que había querido hacer? ¿Por qué había tornado tan incómoda la situación? Se sentía estúpido y por dentro le aterraba la idea de que Mika ya no quiera hablarle por ser tan raro.

Con un sonrojo furioso, se dirigió casi a trotes para irse a clase.

El timbre sonó y por la puerta apareció Horn sonriente, llevando la silla de ruedas consigo.

—Veo que te integras mejor, Mika-nii.

La chica era rubia y de ojos zafiros al igual que él. A pesar de su edad, tenía un cuerpo demasiado exuberante, lo cual la hacía más popular de lo que ella deseaba.

Con cuidado, sentó a su hermano menor en la silla de ruedas y acarició sus cabellos como si se tratara de su hijo.

Bueno, aunque a Mikaela le costara admitirlo, Horn toda su vida se había comportado como su madre y después del accidente había sido peor. Ahora al joven todos los trataban como un bebé, incluyendo los profesores quienes explicaban con más lentitud de lo normal y miradas de picardía.

Siempre lo habían tratado de esa manera pero las pocas veces que estuvo con Yuuichirou, se había sentido un adolescente otra vez.

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¿Dónde más había visto esa cabellera azabache? Estaba seguro de que lo había visto en alguna otra parte, en un vago recuerdo de la escuela que lo hubiera dejado perplejo pero no lo recordaba.

Quizás solo se le hacía familiar por el solo hecho de pertenecer a la misma escuela que él, o vivir en la misma ciudad. Aunque probablemente sea por eso, sentía que había algo más en él.

Y ahí estaba, otra vez en la biblioteca compartiendo el almuerzo con él.

Yuu había llevado su propia comida y se había sentado a su lado, sin siquiera preguntárselo. Sin embargo, no le molestaba en absoluto; al contrario, le divertía lo confiado que podía ser.

—¿En qué piensas, Mika?—Yuu le pellizcó a Mika con el palillo en la nariz y se maldijo al percatarse de que tal acto se lo contagió su querida hermana.

—Me preguntaba porqué estás aquí—su tono frío otra vez se hacía presente.

—¿Huh? Ya te lo he dicho—contestó tras varios bocados—. Quiero pasar tiempo contigo.

Y esa sinceridad, la cual podía causar sonrojos, le resultaba terriblemente irritante al rubio.

Pero en la cabeza de Yuu solo merodeaba una pregunta, que hasta podía causarle insomnios: ¿Por qué no me dejas conocerte?

—Tienes amigos que te están buscando. No vale la pena perder tiempo conmigo.

—No vale la pena perder tiempo con un discapacitado.

—Créeme, si no estaría interesado en ti ya te hubiera dejado.

Yuu lo fulminó con la mirada.

—Además, ¿no comes? ¿Sabes lo malo que puede llegar a ser? Aún estamos en etapa de crecimiento.

En serio no tienes idea.

—No tengo hambre.

Si se trataba de comida, Yuu era muy exagerado.

—¡No puedes no tenerla!—exclamó con ojos desorbitados—. Abre la boca, comerás conmigo te guste o no.

Con sus palillos, tomó un trozo de su comida y lo dirigió a la boca del rubio; el cual titubeó pero luego accedió a comérselo.

¿Por qué se esmeraba tanto en pasar tiempo con él? ¿Por qué no lo dejaba como lo hacían los demás? ¿Por qué tampoco se percataba de su estado actual?

¿Por qué, después de aprender a no ilusionarse, lo hacía con cada acción del azabache?

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■Reitero, esta historia es Mikayuu. Mika de seme tierno y Yuu de uke que toma la iniciativa.

Y eso lo verán más tarde 7u7 ahr

Espero que las historia sea de su agrado■

Piernas de amor.【Mikayuu】#ConcursoMejorFanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora