Capítulo 2

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Tic

Toc

Tic

Toc

Ti...

Era la última vez que ese reloj me despertaba y que el tic toc de las agujas, girando marcando cada segundo de mi vida, colmaba mi paciencia. No tenía fuerzas, no podía hacer ni un movimiento más después de lanzar el reloj contra el piso de parqué que cubría mi habitación. No podía abrir los ojos, estaban cansados, irritados, hinchados de tanto llanto de niña tonta. Esa voz que iba en contra de mis pensamientos me seguía diciendo que no debía llorarla, que ya no valía la pena pero la parte sentimental de mi era mucho más fuerte.

Otro día de escuela y lo único que mi cerebro repetía era 'ella está muerta'. La profesora hablaba de números y mi cabeza contaba litros de sangre. El que escuchara mis pensamientos diría que estoy loca pero estoy mucho más consiente que todo este curso entero. La señora que se hace llamar profesora es una pobre mujer que pareciera que jamás en su vida va a saber lo que es el matrimonio, aquel grupo de la punta son todos unos creídos, y nenitos de papá y mamá, esa chica de pelo rubio natural la típica sociable del grado junto con sus amigas 'rubias'. Jamás voy a entender por qué las chicas se tiñen de rubio y después las tratan de huecas a las rubias naturales, ¿son idiotas o qué? En la fila del lado de la ventana, fila izquierda, tercer banco, la chica inteligente. Fila del medio, banco 4, lado derecho la deportista y al lado el deportista. Última fila al fondo, lado derecho, contra la pared yo.

Hogar, dulce hogar.

Las estrellas brillaban más que nunca, la luna estaba completa y con una luz especial. Por la calle los autos iban tan rápido como si hubiera una invasión de zombies. Seguramente el 95% de los conductores no llevaba cinturón, después los culpables de la muerte de uno son los demás. Tengo la esperanza de que algún día la ignorancia del ser humano termine. El balcón de mi habitación era perfecto para ver a la civilización corriendo carreras de autos para llegar a sus casas a cocinarles a sus hijos, terminar su trabajo en casa, engañar a su marido, hacer el amor con su marido, escribir una carta de suicidio, preparar unas galletas para el desayuno de mañana, correr al supermercado porque no hay comida, y todas otras acciones.

-Samanta a cenar! – Grito doña madre desde el inicio de la escalera.

El ambiente era tenso. Mamá tenía un bocado de palabras organizadas en un texto cocinado hace más de 24 horas. Papá me miraba con rareza, algo en sus ojos me decía que pensaba preguntarme algo. Mi hermano cambiaba la televisión buscando algún programa entretenido así entonces solo iba a probar una porción de la pizza casera que mamá había hecho. Pero ni 5 minutos más y ella rompió el tirante hilo de tensión que se había generado en el comedor. Ya me veía venir su pregunta.

-¿Qué te anda pasando hija? – Esa no era la preguntaba que esperaba –Estas muy distante en lo que va de esta semana. –Eso sí –

-Que buena pregunta pero no tengo ánimo suficiente para hablar de eso – Que no se ponga histérica, por favor - sería mejor si cenamos sin interrogatorios.

-Está bien pero me debes una charla.

Papá y mamá hablaban de su día en el trabajo, organizaban que iban a hacer mañana, de las notas de mi hermano en la escuela, arreglos en el patio trasero y sinceramente no sabía que hacia ahí. Ingerí 3 ricas porciones de pizza, y en menos de lo que canta el gallo ya me había bañado y estaba a punto de dormirme.

-Una carrera hasta la playa!

-Que raro apostando! Sabes que voy a ganar – Estefanía y su obsesión por perder carreras en bicicleta -

-No te lo creas, arregle la bicicleta. Ahora soy Cars en bici.

Reí.

-Gracioso tu chiste. En línea – acomodamos las bicicletas antes de que terminara la calle – 3 – nos subimos al asiento- 2- pie en un pedal – 1, YA!

Primera cuadra, yo iba ganando.

Segunda cuadra, yo ganaba.

Tercera cuadra, Estefanía iba a mi ritmo.

-¿Dijiste que me ibas a ganar?

-Faltan 6 cuadras todavía! Apúrate o pierdes por enésima vez!

-Jamás!

Se adelanto, su bicicleta se destruyo, ella voló, yo frene, el auto siguió, ella estaba destruida, no sabía qué hacer. Por instinto llame a la ambulancia y lo último que vi fue a mi mejor amiga desplomada en el piso cubierta de sangre.

-¡No! ¡Basta, basta!

-Esto no va a terminar acá.

-¡Basta por favor, basta! ¡Fue suficiente! – Temblaba.

Me senté en la cama lo más rápido que pude, rompí en llanto, estaba toda sudada, temblaba y las pesadillas habían vuelto. No quería volver a ir a un psicólogo para que me acueste en una camilla, por la que habrían pasado más de 50 personas, y haga su mejor actuación tratando de comprender mi situación. Falso. Pero mamá escucho mis gritos.

-¿En serio esto es necesario? Fue solo una mala pesadilla.

-Sabes que no solo fue por hoy. Esto se volverá a repetir como las otras veces. Lo sabes, lo sé, lo sabemos todos. –Su discurso patético de siempre.

-Tendría que estar en la escuela estudiando matemáticas y no acá sentada esperando a que nos atienda alguien que satisfaga TU necesidad, no la mía.

-Es por tu bien y el de todos.

-¿El de todos? ¿Ahora soy un peso como hija? Lo que faltaba mamá. – Protesté.

-No entiendas las cosas mal Samanta. Deja de pensar lo que quieres escuchar y entiende un poco más lo que te dicen.

-Oh si. Claro. Perdón señora. – Interpretaba lo que ella decía, no daba vuelta sus palabras. Siempre lo mismo, siempre las mismas palabras. No cambiaba más.

-Señora no, soy tu madre. – Si claro, señora En todo caso 'mami' no estaría mal.

En serio, ella es la que tendría que entrar ahí y contarle todos sus problemas a un extraño.

-Samanta Reid.

Acá vamos de vuelta, pensé.

Dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora